Ámbar, joya que encapsuló al tiempo
La antigüedad del ámbar varía en distintas partes del mundo. Diego Pérez / CP

El ámbar de Chiapas es un fósil de 23 millones de años, la resina encapsulada permite ver detalles en tercera dimensión de los organismos que quedaron atrapados en ella,lo que lo hace único porque su estructura no está presente en ningún otro tipo de material, informó Gerardo Carbot Chanona, vocal del Consejo de Paleontología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Carbot Chanona en su participación en el ciclo de conferencias presentada por el Consejo de Paleontología sobre la Historia de las Ciencias Naturales en México, denominó al ámbar como “la joya que encapsuló al tiempo”.

El investigador y curador de la Colección Paleontológica del Museo “Elise Palacios Aguilera” de la capital chiapaneca, donde se conserva una importante colección de organismos encapsulados en el bálsamo, detalló que el ámbar no contiene agua o humedad en su estructura, no genera cristales, es suave y es pobre conductor de el calor.

Por tanto, para la paleontología los fósiles de ámbar son de gran relevancia por la calidad de conservación que presentan los organismos preservados en ellos. “De alguna manera, podría decirse que están momificados porque todos los procesos de descomposición se detuvieron”, comentó.

Además, el investigador dijo que la transparencia del ámbar permite apreciar detalles en tercera dimensión, ya que deja ver especies microscópicas, patrones de color o estructuras de los organismos que no se pueden conservar en otro medio, como los órganos reproductores o las alas.

Carbot Chanona mencionó que recientemente las posibilidades de investigación han llegado más lejos, ya que en un ámbar procedente del Báltico, se realizaron estudios para extraer burbujas de aire que encapsuló la resina y parece que éstas atraparon el contenido de la atmósfera que estaba presente cuando se formó.

El investigador afirmó que la antigüedad del ámbar varía en distintas partes del mundo, ya que depende de sus características del depósito y las fuentes paleobotánicas de la que emanó; que pueden ir desde los 200 millones de años hasta 40 o 20. En el caso de Chiapas, se formó durante el Mioceno Temprano, alrededor de 23 millones y su edad ha sido estimada a través de análisis de isótopos de estroncio extraído del caracol Melongena y del cangrejo Calappa zurqueri, encontrado en los mismos sedimentos.

Para que la resina se convierta en ámbar tienen que pasar mínimo 10 millones de años, en los que se polimeriza y oxida, un proceso denominado ambarización que ocurre a una profundidad considerable bajo tierra, en condiciones y presión adecuadas, en depósitos formados en miles de años, afirmó el antropólogo.

Por tanto, la resina que da lugar al ámbar emana de determinados árboles, luego de que algún excedente externo, como un rayo o un insecto, dañe la corteza, aflora a la superficie y en contacto con el aire, se endurece.

Carbot Chanona señaló que en México hay ubicados seis depósitos, en los Altos y Centro de Chiapas: Simojovel, Huitipán, El Bosque, Pueblo Nuevo, Totolapa, y hacia el norte, en Palenque; recientemente se halló el séptimo, cerca de Tabasco, en Raudales Malpaso. Prácticamente todos tienen características de un mismo yacimiento, dice Carbot Chanona.

Sin embargo, el ámbar de Chiapas no es viejo como el del Báltico, Francia, España o Brasil, comenta, que son mucho más quebradizos por su antigüedad, lo que hace al chiapaneco ideal para trabajar en joyería, pues además de su composición química, es bastante estable y no se fragmenta fácilmente, por lo que puede manipularse.