Ciego busca reincorporarse a la sociedad

Se sabe de memoria la calle, el número de autos estacionados y las casas donde le dan ayuda. También están grabados en su memoria, de forma indeleble, los momentos de dolor en su vida. Y llora al recordarlos. Le duele el pasado, le asusta el presente, le desconcierta el futuro.

Sus pasos son cortos, temblorosos. Se apoya con un palo de escoba en la mano derecha. De su hombro cuelga un morralito de tela color café. En él guarda sus pocas pertenencias y espera depositar lo poco que colecte.

Viste una playera azul, con publicidad de conocido cine. Alguien se la regaló, porque él no es cinéfilo; no tiene ni el dinero ni la posibilidad visual para ello.

Sus pies se apartan de la calle empedrada. Es la avenida Tuxtla, en la colonia Nueva Estrella, al norte oriente de Tuxtla Gutiérrez.

Con la mano izquierda palpa el auto estacionado. “Sí, aquí es”, dice para sí mismo, pero en voz alta. Cuenta siete pasos y toca la puerta de la casa ubicada en el Lote 4 Manzana 2 de dicha colonia.

Una mujer sale. En su mano lleva una bolsa de plástico con tortillas y comida. Se la da al hombre. Sin que le dijera una sola palabra, la mujer ya sabía lo que el hombre necesitaba. Y satisfizo su necesidad.

El hombre es Fernando Jiménez. Tiene 52 años de edad y vive un calvario a diario.

Siendo joven, con sueños e ilusiones de formar un hogar, de amar y ser amado, de trabajar para ahorrar y adquirir un terreno, Fernando tuvo un accidente, cuenta.

Trabajaba en una conocida empresa refresquera, en la 21 Poniente de la colonia Penipak, cuando tocó accidentalmente un cable de alta tensión.

Fernando cayó de cabeza y aunque no se desnucó, a causa del golpe perdió la vista, totalmente.

Así, durante 32 años ha sobrevivido con las dádivas de la gente. El padre de Fernando, Víctor, con 80 años de edad, no puede apoyar a su hijo. El hijo, no puede velar por su padre. Ambos están atados por las circunstancias.

Desesperado por su crisis permanente, Fernando busca refugio en el alcohol. Se embriaga con frecuencia para tratar de huir de su dolorosa realidad. Y llora.

Llora de gratitud por la gente que lo apoya con su comida y unas monedas para su alcohol. Llora de impotencia. Llora de temor por el futuro incierto. Llora por la pregunta “¿Dónde vive?”. “No tengo casa, me quedo en una galera”, dice señalando hacia donde mora su padre, apoyado por su hija.

Ante la pregunta “¿qué le gustaría que le dieran?”, Fernando no pide mucho. Ni siquiera pide ver. Se conforma con un “bastón nuevo” para guiarse. Su palo de escoba ya no le sirve de mucho. A veces lo ha tirado al enredarse con él.

Fernando seguirá siempre en la misma calle (Tuxtla), con la misma gente, en la misma Manzana (2), en la misma colonia (Nueva Estrella). Espera que el nombre sea una realidad en su vida y la nueva “estrella” sea tan luminosa que disperse las tétricas sombras de oscuridad en que vive día a día.

para ayudar

Contacto

El hombre necesita empleo, comida y un bastón para desplazarse.

No cuenta con teléfono, por lo que la ayuda puede entregarse directamente en la Calle Tuxtla, manzana 2, en la colonia Nueva Estrella.