Con el Miércoles de Ceniza inicia el tiempo litúrgico de la cuaresma, donde fieles católicos asistieron ayer a las celebraciones eucarísticas, donde les fue impuesto el singo que nos recuerda nuestra propia naturaleza humana.

La cuaresma encierra tres prácticas que están en la base de la vida y la espiritualidad cristiana, que son la limosna que nos acerca a nuestro prójimo, oración que acerca a Dios, y el ayuno, que nos encuentra con nosotros mimos.

En este período de 46 días que inició con el Miércoles de Ceniza hasta la víspera del domingo de Resurrección, en el cual la Iglesia católica tiene como precepto el ayuno como penitencia en memoria de los cuarenta días, de ayuno de Jesús en el desierto.

Este ayuno y abstinencia se ha reducido al Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo desde 1966, pero debe ser algo entre el hombre y Dios, por esos el evangelio indica, en el caso de la limosna, que la mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha, es decir, que no se debe andar pregonando lo que se dio o cuánto se dio y a quién.

La práctica de la oración debe ser en secreto y en silencio donde se haga un contacto consiente con Dios, que sea desde el interior.

Lo importante de estos no es lo literalmente dicho, sino un ayuno de lujuria, ira, avaricia, soberbia, gula, pereza y envidia, que es lo que se necesita desterrar del corazón del hombre, evitando el pecado para caminar por el sendero del bien.

En otro sentido, según las reflexiones hay quienes tienen ayunos de Dios y a los que hay que llevarse la palabra, mientras que por otra parte, el que ayuna no necesariamente dejará de hacer comida ese día, pues hay muchos que se la pasan ayunando toda su vida y que necesitan de tu ayuno, para poder comer ellos.