Cortázar sigue vivo en Buenos Aires
En la capital argentina, admiradores recorren la “ruta Cortázar”, llena de lugares imperdibles.

La capital argentina bien podría crear “la ruta Cortázar” porque admiradores de diversos países buscan señales del autor de Rayuela, Historias de Famas y Cronopios y Final de Juego, entre muchos otros clásicos de la literatura latinoamericana.

Un discreto cartel anuncia la Plazoleta Julio Cortázar en el centro del Barrio de Palermo, un lugar rodeado de bares y restaurantes, epicentro de las agitadas noches porteñas.

También en Palermo, se encuentra el Café Cortázar que invita menú literario y que permite leer obras del autor que están a disposición de los clientes.

La rayuela que identifica la obra de Cortázar está plasmada en una de las paredes, pero la exhibición es amplia e incluye fotografías, collages, dibujos, poemas y citas del escritor.

Este es el primer y hasta ahora el único bar temático de la obra de Cortázar y a tono con su espíritu lúdico, ofrece las ensaladas Rayuela (rúcula, champiñones, salmón ahumado, palta y queso crema) y La Maga (rúcula y espinaca, croutones, salmón, queso parmesano y nueces). Otras especialidades de la casa son el café Cortázar, que incluye ron, crema y canela; el café Julio, con anís, crema y canela, y café “los premios”, al que se agrega una barra de chocolate.

Ya en pleno centro de Buenos Aires, se puede encontrar a un Cortázar maduro, de barba y bigote, sentado al lado de una ventana, con un puro en la mano y un café en su mesa. Se trata de una escultura de tamaño natural instalada en el London City, uno de los cafés más tradicionales de Buenos Aires y en donde Cortázar solía escribir.

El autor es ”omnipresente”, ya que su rostro y su historia rodean a los clientes a través de fotos, pósters y retratos colgados en las paredes.

También encontramos la Galería Güemes que Cortázar inmortalizó en su cuento “El otro cielo” al unirla mágicamente con una galería parisina. Los fanáticos de Cortázar también pueden encontrarlo en el primer piso de la librería El Ateneo del microcentro, que rescató la muestra “Presencias” que se inauguró en 2004.

En las paredes asoman imágenes del niño Cortázar que en 2014 nació accidentalmente en Bruselas y que en los años 50 se fue a radicar a París, pero que siempre proclamó y defendió su argentinidad.