En México tenemos que empezar a pensar fuera de la caja. ¿Por qué? Porque llevamos más de treinta años de importantes reformas a las estructuras del Estado y no le encontramos la cuadratura al círculo. Ello motiva a muchos a hablar del cambio al modelo económico, etcétera, sin especificar o aclarar en qué consisten las modificaciones. De ahí que recurran al expediente fácil de regresar al pasado, con un Estado que interviene en exceso y subsidia todo lo habido y por haber; además se endeuda, con lo cual olvidan que lo que ocasionó la llamada década perdida de los ochenta fue resultado de los excesos de endeudamiento del gobierno y gasto público desbordado.

Pensar fuera de la caja es empezar a poner atención a otras variables que sí dan cuenta del porqué no hay un crecimiento económico sostenido y generalizado en el país. Afortunadamente ya empieza a reconocerse en el colectivo imaginario que sin Estado de Derecho no puede haber crecimiento en las actividades productivas. La impunidad y su hija bastarda la corrupción, al corroer el tejido de las instituciones de los gobiernos, matan la posibilidad de que los pequeños empresarios puedan prosperar.

La variable a la que desde mucho le hemos dejado de poner atención es la de planificar adecuadamente nuestras ciudades. Desafortunadamente nuestro marco jurídico, salvo para darle cabida a la Ciudad de México para no volverlo estado, no tiene definición de ciudad. Lo que sí tenemos es la definición de municipios y recientemente de alcaldías para sustituir a las delegaciones del Distrito Federal. Cuánto daño nos está ocasionando esta grave omisión.

No debe sorprendernos que las economías que tienen un alto crecimiento económico tengan ciudades prósperas, esto es, ambientes y espacios desarrollados sobre territorios definidos donde individuos crean y producen bienes y servicios al facilitarles todo tipo de intercambios. 

Atrás de todo crecimiento económico sostenido, donde se elevan los niveles de vida de las personas, hay ciudades donde se gestan las actividades productivas y culturales. Son ciudades con ingenierías adecuadas para que los servicios públicos funcionen; para que las personas no tengan que perder tanto tiempo y dinero en su movilización; donde las personas son más importantes que el crecimiento de las vialidades para satisfacer los espacios que consumen los automóviles.