Damnificados claman por ayuda

Caminar por la calle Baquedano del puerto chileno de Coquimbo implica enfrentarse a una triste realidad: a tres semanas exactas del terremoto y posterior tsunami, decenas de damnificados claman por una pronta ayuda del gobierno.

Calificada en las primeras horas posteriores al desastre como la “zona cero” del terremoto de 8.4 grados Richter del 16 de septiembre pasado, la calle Baquedano luce destruida, no tanto por el movimiento sísmico, sino por el maremoto posterior.

Las casas se encuentran a unos 500 metros del mar, pero éste alcanzó una altura de casi dos metros y medio producto del maremoto en la zona donde se encuentran las viviendas de calle Baquedano, marcas que aún sobreviven en las paredes como mudos testigos del desastre.

Al ingresar a lo que queda de las casas, aún es posible apreciar restos de algas marinas que quedaron casi pegadas al techo, aunque en algunas zonas el mar incluso superó esa altura y empujó hacia arriba el cielo de las viviendas.

La fuerza implacable de la naturaleza arrasó con las puertas de las viviendas y permitió el ingreso del mar a los hogares, tras lo cual las aguas se retiraron llevando con ellas todo lo que había en su interior, como artefactos sanitarios, ropa, artículos de línea blanca y, lo más preciado por la mayoría, sus recuerdos personales, como fotografías antiguas, diplomas y trofeos que nunca más volverán a ver.

Mileisa Díaz es dueña de una casa en el barrio Baquedano, donde vive desde hace más de 60 años. Espera desde el día siguiente del terremoto que una cuadrilla de trabajadores demuela lo que queda de su hogar para, en el mismo terreno, levantar una vivienda de emergencia de madera para intentar retomar su vida normal.