Debido a un clavo, jovencita precisa de una prótesis

“Como siempre he dicho: a la muerte no le tengo miedo. Porque es mejor estar allá que estar en estos momentos así, sufriendo”, narró con una sonrisa Gabriela Maldonado, una joven que ha luchado por varios años contra una infección en el pie derecho, la cual derivó en amputación, debido a múltiples factores.

Fue a sus ocho años de edad, en su natal Simojovel, cuando “Gaby” pisó un clavo que se insertó en la planta de su pie derecho. Sin saber la consecuencia que le traería, la Gaby de aquel entonces acudió con su madre para que la curara. Desconocía el giro que puede causar un simple clavo en la vida de una persona.

Después de unos dos meses de tratamiento materno, el dolor y la inflamación persistían, por lo que decidieron acudir al Centro de Salud Comunitario del municipio, donde la atendieron durante dos meses. Tampoco la pudieron sanar.

Allí les comentaron que sería trasladada al Hospital Regional Rafael Pascacio Gamboa, en Tuxtla Gutiérrez, para un “mejor tratamiento”; les comentaron que debido a los tratamientos caseros y la incompetencia del Centro Médico Comunitario, aquel simple clavo había generado una infección que había comenzado a degenerar la carne de su pie, alcanzando el hueso.

Fue así que durante cuatro largos años, Gabriela y su madre constantemente viajaron desde Simojovel hasta esta ciudad capital, pero ello generaba gastos económicos. Hacían siempre lo imposible para acudir a las consultas, pero haber nacido en un seno de escasos recursos pudo más que las posibilidades de curarse.

Por ello, Gaby se vio obligada a abandonar el tratamiento, con el cual había sentido algunas mejorías, pues habían sido cuatro años de supervisiones médicas en dicho hospital. Aún la jovencita se pregunta por qué en cuatro años no pudieron detener el avance de su mal.

Sin embargo, con el paso de los meses los dolores renacieron, ahora con mayor agudeza; a estos sentimientos se le sumaría el fallecimiento de su madre. A sus 14 años de edad Gabriela decidió mudarse junto a su hermana a Tuxtla.

Una vez establecida buscó nuevamente de la atención médica estatal en dicho hospital, con su primera biopsia, a sus 15 años de edad, le diagnosticaron que la infección se había trasladado a la médula ósea de su extremidad: su vida cambiaría para siempre.

A partir de este momento, la joven viviría acompañada de antibióticos, dolores, fiebres y demás contrariedades. Con cuatro años del nuevo tratamiento, a Gaby se le propuso por primera vez la amputación.

“Durante todos esos años sentía molestia, dolor, me daba fiebre; los medicamentos solo calmaban el malestar pero no lo aliviaban. Me desesperaba, pero tampoco quería que me amputaran la pierna”, rememoró.

En aquel entonces el director general del Hospital Rafael Pascacio Gamboa, José Trinidad Aceves López, le aseguró a la joven que tenía “buenas relaciones” con el DIF Municipal y le podría conseguir una prótesis. La joven se negó, consideraba que había otra alternativa.

Fue así que la jovencita continuó con su tratamiento, hasta que se le fue asignado un nuevo médico hace casi cinco años, pero el daño estaba ya hecho.

“El nuevo médico me mandó hacer una segunda biopsia, pero ya no en los laboratorios del hospital. Fui a un particular donde me detectaron que la infección se había expandido sobre más áreas de mi hueso”, añadió

Nuevo tratamiento

Aseguró que este nuevo médico le recetó medicamentos más fuertes los cuales le aliviaban el dolor. Él también le dijo que solamente podría caminar con la ayuda de un bastón.

“Siempre me dijo que haría lo posible para evitar la amputación, porque tengo toda la vida por delante, y que dicha decisión solamente la debería de tomar yo misma; él respetaría mi parecer”, comentó.

Sin embargo, el año pasado los dolores y la fiebre se intensificaron, caminar se había vuelto un martirio. A sus 25 años, Gabriela tomó una de las desiciones más difíciles de su vida: optó por la amputación.

Fue apenas en diciembre pasado que le realizaron la cirugía. Todo salió bien. Su salud ha mejorado y los médicos le han dicho que está apta para usar una prótesis. No obstante carece de recursos para costearla. Por ello hace un llamado a la sociedad que desee apoyarla en esta larga lucha que ha librado y pueda obtener el equipo que necesita.

Por ahora vive con una de sus hermanas, quien trabaja en un estética de belleza, pero a veces falta a su trabajo para cuidarla; su padre les envía dinero pero apenas lo que puede. Sin embargo, Gabriela continúa adelante. “La vida sigue y aquí estamos”, finalizó.

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