Del terrorismo a la nueva carrera nuclear

Estamos transitando de una fase en la que los discursos oficiales consideraban al terrorismo como el mayor de los riesgos para la seguridad, hacia una nueva etapa de competencia entre superpotencias. De hecho, hubo una escena la semana pasada que debería preocuparnos incluso más que cualquier ataque terrorista de los últimos años, sin minimizar el daño generado por esa clase de violencia. Ante cámaras y medios, Putin exhibía con videos de animación, una serie de misiles supersónicos, drones y torpedos nucleares de última generación. La diferencia es que el foco no está ya en el número de bombas atómicas, sino en su capacidad para esquivar los sistemas defensivos existentes, a fin de llegar a su destino y ser eficazmente detonados. Muy al margen de que muchos expertos han cuestionado la operatividad —incluso la existencia— de lo que mostraban esos videos, lo que indica ese momento concreto en el que Putin decía “no estamos amenazando a nadie”, es que la carrera entre las superpotencias, en una nueva etapa, ya marcha a toda velocidad.

En efecto, hasta hace unos pocos meses, en los discursos oficiales (no sólo de EU, sino de otros países también), el mayor peligro eran las organizaciones terroristas. Varias veces Bush y Obama hablaron de Al Qaeda como la principal amenaza a la seguridad nacional de EU. Unos años después, en el discurso de Obama, ISIS arrebató ese sitio a su organización madre. Todavía en la campaña de Trump y en su mensaje inaugural, el terrorismo aparece como el mayor de los peligros a vencer. Y es natural. Tras el fin de la Guerra Fría, una vez “derrotado el enemigo comunista”, quedaba desactivada la retórica del “Imperio del Mal” para dar pie al relato acerca de los otros enemigos. Entre esos enemigos había actores estatales y actores no-estatales, pero tras los atentados del 9/11, la nueva narrativa de la “Guerra contra el Terror” —y las acciones que le acompañaron tales como las intervenciones en Afganistán e Irak— quedó sellada.

Pero las cosas han cambiado: (1) Se ha arrebatado a ISIS la mayor parte del territorio que controlaba en Siria e Irak; (2) A pesar de que esa organización mantiene operaciones en 26 países, ya desde 2017 podemos apreciar un descenso en el número de ataques que lleva a cabo; (3) Esto no significa que ISIS haya dejado de ser un peligro para muchas comunidades. Además, hay otros grupos terroristas que mantienen una elevada actividad. Sin embargo, el impacto mediático, psicológico y político de los atentados se ha reducido; (4) Mientras tanto, la comunidad de seguridad en Occidente ha estado levantando la alerta sobre algo que piensa es mucho más peligroso, y que ya era evidente desde hace un tiempo: la competencia geopolítica entre las tres superpotencias, Rusia, China y EU.

En otras palabras, no es que 30 o 20 mil muertes (producidas por violencia terrorista cada año hasta 2017) sean pocas. Pero los riesgos de estar transitando de una etapa de tratados de desarme y restricciones nucleares entre las superpotencias, hacia una nueva etapa de carreras armamentistas, son considerablemente mayores. En principio, no se espera que un actor racional, comportándose como tal, vaya a emplear ese tipo de armamento para atacar a otra potencia nuclear. Pero en estos temas, el mayor peligro consiste en dar por sentado que estamos vacunados contra la irracionalidad o contra errores de cálculo. Por ello, es indispensable que la comunidad internacional interesada en detener esta espiral armamentista, asuma la nueva fase en la que hemos ya entrado de lleno.