Economía nacional

Para muchos ha sido una sorpresa que la economía no se haya desacelerado mucho en el primer trimestre, tomando en cuenta todos los vientos en contra de que tiene. Por una parte, el gobierno sigue una política fiscal supuestamente restrictiva, es decir, reduciendo el gasto de inversión. En consecuencia, la inversión anual cayó (1.8%) hasta febrero y la de construcción no residencial, en la que incide la obra pública, cayó 3.9%. En tercer lugar, el congelamiento de la inversión privada mientras no se defina el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Y, en cuarto lugar, el aumento gradual que tendrá la tasa de interés en Estados Unidos.

Así, el crecimiento preliminar de la economía en el primer trimestre de 2.5%, mayor al de 2016 (2.1%) causó sorpresa y llevó a muchos analistas a elevar su estimación para este año. Sin embargo, las nuevas estimaciones son generalmente debajo de 2%, lo que sigue indicando debilidad.

En efecto, el crecimiento en marzo tuvo que acelerarse para llevar a esa tasa en el trimestre. Aunque el sector agropecuario ha seguido siendo muy fuerte, su baja participación en el PIB de tan sólo 3% lo descarta como el motor.

La industria, que representa un tercio del producto, solo creció 1.6%, pues la recuperación modesta de las manufacturas fue compensada por una fuerte caída en minería y bajo crecimiento de la construcción (1.6%).

De manera que el sector que mueve a la economía este año es el de servicios, que incluye toda la gama, desde servicios modernos hasta las ocupaciones de una gran masa de subempleados. Según datos del INEGI, 62% de la población ocupada gana hasta 3 salarios mínimos y 40% solo gana hasta dos mínimos. El sesgo de salarios bajos está en este sector.

El hecho de que el empleo siga aumentando y lo haga en este segmento de salarios, a pesar de que cae en el segmento de salarios más altos, sugiere que el crecimiento continuará basado en la demanda de familias con ingresos modestos.

Como la inflación ha sido muy alta (5.8% en abril) y ha encarecido aun más la canasta básica (7.8%), es claro que hay una reducción de poder de compra, pues los salarios contractuales están aumentando solo 4.5%.

El empuje que tiene el consumo y que se refleja en el dinamismo del sector servicios, podría, así, desinflarse a lo largo del año, al no tener acompañamiento de la inversión o la producción industrial. En sentido contrario, el aumento de las remesas y la fuerte inyección monetaria que está haciendo el Banco de México por segundo año consecutivo, así como el crédito bancario, pueden mantener la demanda, quizás por la mayor parte del año.

En el grado en el que se mantenga el crecimiento de los servicios como el único motor importante de la producción, el crecimiento será frágil y altamente dependiente del gasto público corriente y del crédito bancario.

Si bien el dinamismo de la demanda estadounidense algo va a ayudar a nuestras exportaciones de manufacturas, hasta ahora ésto no se ha reflejado en un aumento de la producción industrial. Se trata así de un ciclo de corta duración (2017-18) basado en el aumento de empleo de salarios modestos y con gasto público corriente expansivo, independientemente de cómo lo muestren finalmente las cifras oficiales. Está claro que la inversión pública se va a contraer y por lo tanto que la prioridad del gobierno es mantener el gasto social y la mayor parte del gasto corriente.

Este mini-ciclo económico tiene los visos de estar motivado mucho más por el momento político que por una política económica de mediano plazo.