El racista

El presidente de EU es un racista, intolerante y xenófobo. Así lo comprueban sus dichos y comportamiento por lo que cada día que pasa al frente del gobierno rebaja la estatura de la Presidencia y de la nación. Donald J. Trump es también un cobarde que rehúsa reconocer las heridas que causa a millones de personas con sus afirmaciones de odio que, con frecuencia, rechaza haber pronunciado a pesar de hacerlo ante vastas audiencias y testigos.

En días pasados Trump se reunió con los senadores Dick Durbin (demócrata) y Lindsey Graham (republicano) y otros legisladores para negociar un plan que reestablezca el programa DACA a favor de jóvenes indocumentados, y beneficios temporales a ciudadanos provenientes de África, Haití y El Salvador. Durante el encuentro preguntó repetidamente, “¿por qué Estados Unidos acepta gente de esos países mierda?”

“Los comentarios de Trump fueron llenos de odio, viles y racistas y creo que fue la primera vez en la historia de nuestro país que un mandatario ha usado tal lenguaje en la oficina Oval”, dijo el senador Durbin a medios de comunicación.

La reprobable caracterización a ciudadanos de países pobres encontró el repudio mundial que llevó al vocero de la ONU a denominar los comentarios como “racistas”. Legisladores demócratas y republicanos se sumaron a una larga lista de personajes que expresaron su condena.

El mundo no necesita más evidencia que compruebe el tipo de sujeto que es Trump, ya que ha probado una y otra vez su rechazo a los diferentes. Al lanzar su campaña política nos llamó a los mexicanos “criminales y violadores”, una de sus primeras acciones de gobierno fue lanzar una embestida para detener la entrada de musulmanes, también intentó limitar la participación de miembros de la comunidad LGBT en las fuerzas militares y ahora llama “países mierda” a las naciones de donde provienen los que requieren una extensión de beneficios migratorios.

La impericia galopante del Ejecutivo no considera siquiera el riesgo en el que deja a los miles de miembros del servicio exterior con sus posturas. Diplomáticos estadounidenses desplegados en Haití, El Salvador y el continente africano se apresuraron a revirar lo dicho por su mandatario para salvaguardar las relaciones bilaterales y la seguridad de su personal en el extranjero.

Incluso, la ignorancia de Trump es de tal vastedad que cuestiona por qué EU debería aceptar ciudadanos de Haití, al tiempo que estos inmigrantes son mano de obra primaria que labora en su lujoso Mar-A-Lago en la Florida.

La denostación a ciudadanos provenientes de países con altos índices de pobreza ha sacudido a la gran mayoría de estadounidenses, pues reconocen que todos, pero todos, en ese país tienen raíces extranjeras. Y que sean sus antepasados o personalmente se mudaron a esa nación no como hijos del privilegio sino motivados por la necesidad y el espíritu emprendedor. Por lo que, el insulto lanzado tiene implicaciones personales para aquellos consientes de los valores y la historia de Estados Unidos.