El turismo y las ZEE

Ahora que se han dado a conocer los beneficios que recibirá la inversión que se canalice a las ZEE —dentro de los que se destacan el 100% de descuento del Impuesto Sobre la Renta en los primeros 10 años y 50% en los siguientes cinco años, así como otras medidas de beneficio fiscal federal y local—, es oportuno insistir en lo poco acertado de la exclusión del turismo en esta estrategia de desarrollo.

Estableciendo un paralelismo con un lenguaje médico, estamos ante una situación en la que el diagnóstico es acertado, la medicina parece tener buenas posibilidades de éxito, pero se ignora la historia clínica del paciente, olvidando sus respuestas —positivas y negativas— a tratamientos previos, así como las condiciones de su entorno.

Es decir, sin duda, como país es claro que la pobreza, marginación y falta de oportunidades que han caracterizado la evolución del Sur-Sureste, constituyen una importante razón de Estado que de no ser atendida pone en riesgo la estabilidad social y política de la nación mexicana. Por otro lado, las experiencias internacionales apuntan a la conveniencia del otorgamiento de estímulos agresivos ante condiciones en las que de otra manera, la inversión, simplemente, no respondería, y que pueden detonar el desarrollo de las regiones, como lo apunta la ya sexagenaria Teoría de los Polos de Desarrollo de Perroux.

En este contexto vale la pena recordar que a finales de la década de los 60, el Banco de México concluyó que ante la razón de Estado de la escasez de divisas propia de aquellos años, la respuesta era el impulso al turismo diseñando los Centros Integralmente Planeados que encontraron en Cancún su más acabado modelo, y que para todos los efectos es el único ejemplo de ZEE que ha alcanzado condiciones que lo permitan calificar como exitoso en México. No sobra recordar que en este diagnóstico y su correspondiente prescripción, se valoraron entre otros factores las ventajas comparativas de la región y las condiciones de los mercados internacionales.

Así, la extraordinaria riqueza natural y cultural del Caribe mexicano pudo ser traducida en ventajas competitivas, a través de una política pública que incluyó diversos estímulos que hicieron que la inversión privada fluyera. El año pasado los destinos turísticos de esta zona recibieron más de 10 millones de turistas en las más de 80 mil habitaciones con que cuentan; dichos visitantes fueron en su amplia mayoría internacionales.

Los beneficios del turismo para la sociedad quintanarroense pueden resumirse en lo que, de cara a la iniciativa de ZEE, constituye una paradoja. El único estado del Sur-Sureste que no puede beneficiarse de este instrumento es, precisamente, Quintana Roo, y no lo puede hacer en virtud de que no califica en la condición establecida en la ley respectiva, de encontrarse entre las 10 entidades con mayor incidencia de pobreza extrema. Es evidente que el turismo explica que, a diferencia de la mayoría de las entidades de esta región del país, Quintana Roo no esté en condiciones alta o muy alta de marginación y rezago social, ni esté incluido entre los 20 estados con mayor porcentaje de población en condiciones de pobreza.

En realidad cuesta trabajo entender cómo es que Huatulco y potenciales destinos turísticos en Chiapas o en Yucatán, por mencionar solo unos ejemplos, se ven privados de lo que muy bien podría modificar, en el corto plazo las condiciones de vida de quienes hoy viven (es un decir) en condiciones de marginación, inequidad y pobreza en el Sur-Sureste de México.

Hoy más que lamentarse porque, una vez más, el turismo no es prioridad nacional al no haber sido incluido explícita y específicamente como una actividad susceptible de obtener los beneficios derivados de su participación en alguna o algunas ZEE, es necesario trabajar tanto con el Poder Legislativo como con el Ejecutivo para que se modifique la ley respectiva y se ajuste la visión.