Equilibrios

El dato más controvertido del recién publicado reporte de Oxfam Una Economía para el 99% es que ocho hombres poseen casi la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad (riqueza entendida como la suma de ahorros, patrimonio y otras inversiones menos deuda). Los cálculos de Oxfam sobre desigualdad de la riqueza han generado, desde hace un par de años un debate a nivel nacional e internacional.

Este año, a nivel nacional uno de los críticos de esta cifra y su metodología es Macario Schettino, quien el 19 de enero afirmó que dicha cifra es engañosa y puede llevar a interpretaciones equivocadas sobre quién se considera pobre y quién no. Sin embargo, Schettino comete dos errores: el primero, su crítica a nivel conceptual es árida y el segundo, toma casos excepcionales de las cifras perdiendo de vista el panorama general.

Empecemos con la parte conceptual. Cuando Schettino dice que una persona con riqueza negativa no es lo que imagina como “pobre”, el problema no recae en la validez de las cifras, sino en tratar de comparar diferentes variables (ingreso y riqueza) de bienestar, que sirven para diferentes propósitos y tienen ventajas y desventajas. Utilicemos dos ejemplos para ilustrar cómo una persona puede ser pobre por riqueza sin ser pobre por ingresos, y viceversa. El primer caso sería un profesionista norteamericano en sus veintes tardíos que pagó su educación universitaria gracias a un préstamo. El segundo sería un magnate que tiene muchos activos, pero sufre de grandes pérdidas por una crisis financiera o una bancarrota de su empresa. ¿Deberíamos por estos casos excepcionales desechar las mediciones de ingresos y riqueza? Por supuesto que no, ninguna medición es perfecta y no por ello significa que las cifras sean engañosas, simplemente hay que saberlas interpretar.

En el caso del reporte de Oxfam, el concepto de riqueza es indispensable para analizar la dinámica de desigualdad por dos razones. Una, porque una concentración de la riqueza puede incrementar de manera acelerada la desigualdad en el tiempo. La segunda es que la riqueza acumulada en el 1% más rico no sólo es una fuente de poder económico sino político (influir en la regulación y en los procesos electorales, por ejemplo).

El segundo problema con el argumento de Schettino es que toma casos particulares o excepciones a la regla perdiendo de vista el panorama general del reporte. Al analizar la distribución geográfica del 50% más pobre por riqueza neta, los datos muestran que alrededor del 70% de las personas del 50% más pobre vive en países de ingresos bajos. Un panorama diferente al planteado por Schettino, quien analiza casos específicos como el de Dinamarca sin mencionar que esos casos son la excepción, no la norma.

Aproximadamente 10% de las personas en todas las regiones geográficas antes mencionadas tienen deuda neta. La base de datos de Credit Suisse —que se utiliza para los cálculos de Oxfam— analiza los factores de riesgo asociados a este grupo con riqueza neta negativa, encontrando que ser joven, mujer y con poca educación aumentan la probabilidad de pertenecer a este grupo. Eventos imprevistos como caer en el desempleo, una emergencia médica o una caída en el precio de bienes durables como la vivienda, puede tener consecuencias catastróficas para un gran segmento de esta población.

No existen, como propone Schettino, posverdades o variables con múltiples interpretaciones en el Informe de Oxfam. Existe una metodología que pretende visibilizar un problema utilizando una variable que se considera relevante. Como en toda investigación, la elección de una variable permite ver algunos patrones y no constituye una única aproximación para entender los retos en materia de desigualdad y pobreza. La desigualdad extrema es un problema por las implicaciones que tiene no sólo en términos económicos, sino por el riesgo que presenta para los mecanismos de participación democrática una disparidad abismal de recursos que tiene un grupo reducido de personas frente al resto de la población.