En los primeros días de febrero de 1973, a la vuelta de un año sabático en Italia, Alejandro Rossi comenzó a llevar un diario personal que nunca dejó de escribir hasta cinco meses antes de su muerte, ocurrida el 5 de junio de 2009. Esa tarea la emprendió el escritor y filósofo cuando tomó la decisión, a partir de ese momento, de dedicar su vida a la literatura.

Fue así que escribió 12 cuadernos en los que dejó testimonio de las “minucias” de su vida cotidiana, de su familia y amigos, pero también, y sobre todo, dejó testimonio de su vida universitaria en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), de la vida cultural de México e Hispanoamérica, de sus lecturas, de la crítica literaria profunda que hizo, y en los que hay también un análisis puntual sobre el significado de la escritura.

De esos miles de páginas escritas con “su letra escarpada, de difícil lectura”, que dan cuenta de la vida cultural, literaria, intelectual de México e Hispanoamérica entre la década de los 70 del siglo XX y la primera década del siglo XXI, Malva Flores, Milenka Flores y David Medina Portillo han publicado una selección, revisada y anotada, de los primeros seis cuadernos de Alejandro Rossi —que abarcan de 1973 a 1989—, en tres tomos, bajo el título Alejandro Rossi. Diario, editada por Ariel y que ya ha comenzado a circular en librerías.

Malva Flores, quien además hace el prólogo a estos primeros tres tomos de los diarios personales de Rossi, asegura que quienes lo conocieron pensaban que esta iba a ser su obra maestra. Ella apunta: “Yo no sé si sería su obra maestra, pero es una obra notable desde muchos puntos de vista”, una obra que, en el conjunto de su trabajo, representa, “por un lado, la cocina intelectual de su obra publicada, porque vemos pasar toda la obra de Rossi en los diarios, todo lo que está escribiendo y cuáles son sus preocupaciones; pero también la reflexión interior de lo que significa ser un escritor y un intelectual. Por eso creo que es una obra notable”.

La poeta y ensayista emprendió este proyecto colectivo —con su hermana y su esposo— con el apoyo y complicidad de Olbeth Hansberg Torres, la viuda y gran impulsora de la obra de Rossi, quien les proporcionó copias fotografiadas de los 12 cuadernos de memorias del autor de Manual del distraído, cuyos originales manuscritos se encuentran en la Firestone Library de la Universidad de Princeton.

Este proyecto, que les ha llevado más de tres años de trabajo sobre los primeros seis cuadernos, continúa en su segunda fase: la revisión, transcripción y selección de materiales de los otros seis cuadernos de los diarios del filósofo y escritor que fue cercano a las revistas Plural y Vuelta, y que ya han comenzado a trabajar para publicar en unos años, como deseaba Alejandro Rossi.

“Él no piensa que van a ser públicos sino hasta mediados de 1986, más o menos, tiempo en el que empieza a pensar en la posibilidad de que sus diarios se publiquen, de modo que de 1973 al 86, él escribe sin ninguna autocensura, y creo que después tampoco, pero de pronto dice ‘sí, sí quiero que estos diarios se publiquen’, particularmente cuando le avisan que tiene cáncer, él considera que sus diarios deben ser publicados y deja más o menos un testamento intelectual de qué hacer con sus obras y también escribe que él piensa que quien debía hacer la edición era Adolfo Castañón. Adolfo Castañón estuvo cerca de esta edición con nosotros todo el tiempo, de modo que se cumplió un poco, quizá, el deseo de Rossi”, afirma Flores.

La poeta y ensayista que halla en los diarios de Rossi un panorama amplísimo y diverso de la vida cultural e intelectual de México y el mundo de habla hispana, asegura que la única arma de Alejandro Rossi contra “el esperpento del mundo” fue la escritura. “Me atrevo a pensar que su diario es, sobre todo, la bitácora del angustioso proceso de un escritor y un hombre en busca de la belleza, una belleza que cobró forma en cada uno de sus intentos por hallar ‘él tono’ de escritura adecuado”, afirma Malva Flores en el prólogo al primer tomo de Alejandro Rossi. Diario.