Alfonso, el único sobreviviente que quedaba de los hermanos del poeta y editor Alí Chumacero, murió en Acaponeta, la tierra de la familia, a los 97 años de edad. Él, había hecho de su casa, un altar de su familia, en especial de su hermano el poeta: “Es una figura importante para mí, para el estado, para la ciudad”.

En febrero del año pasado, el más chico de los Chumacero recordó en entrevista, cuando ya viejos, conversaban con Alí: “Hablábamos mucho cuando él venía y yo también iba a México, con la enfermedad de mi esposa visitamos muchos médicos. Nos quedábamos en la casa de Alí, nos daba billetes. Él fue muy sano por el whisky, lo conservó bien. Me decía: ‘Toma whisky y vas a vivir 20 años más’. Viví más que él, ya hasta me pasé”.

Alfonso Chumacero Lora, quien tenía escritas en una libreta todas las frases y anécdotas de Alí, su hermano, para que no se le olvidarán, murió y con él se acabó una historia que atesoraban cada rincón, en cada pared, en todas las mesas y vitrinas de la casa paterna ubicada al costado de la Ferretería Chumacero, en el número 13 de la calle Juárez Oriente.

Alfonso había convertido a Alí en el centro de esa casa que era de sus padres; tenía fotografías de juventud de los hermanos, reproducciones de retratos del poeta que poco a poco fue ganando premios; billetes de lotería conmemorativos, reconocimientos, mucho orgullo y amor por su hermano, el poeta.

Alfonso, quien deja a su esposa Hilda y a su hijo Alfonso, contó que cuando él tenía 12 o 13 años y Alí 20 o 21 y que Alí era como su padre. “Él me daba mi domingo, él me quería mucho, me llevaba a los toros, me llevaba a caminar, nos íbamos al monte, allá dormíamos, nos íbamos de excursión. Un día calculamos que anduvimos 60 kilómetros. Íbamos a las lagunas de Zempoala a pata, nos íbamos en camión a las orillas de México, a pata, cargábamos cada quien con una mochila con comida, a veces yo me cansaba y él agarraba mi mochila y la cargaba”, destacó.

Los restos de Alfonso Chumacero Lora son velados en Acaponeta, esa tierra nayarita que huele a gardenias y donde está la calle de la CH, ese barrio que vio crecer a los seis hermanos Chumacero, y que hoy despide al último de ellos.