Little fires everywhere

La serie, de ocho episodios, comienza con Elena (Witherspoon) y su familia viendo su casa arder. Alguien ha prendido fuego a su hogar con ellos dentro en un incendio provocado por “pequeños fuegos en todas partes”. Después de esa escena saltamos cuatro meses en el pasado para ver los hechos que concatenaron en esta tragedia.

Así, en el primer episodio conocemos a la familia de Elena, acomodada, perfecta, de cuatro hijos y un marido bueno (Joshua Jackson). La trama arranca cuando decide alquilar una casa de su propiedad a Mia Warren (Washington), una artista y su hija Pearl (Lexi Underwood) que por trabajo van de sitio en sitio y duermen en su coche.

La serie va explorando la relación entre ambas familias y el modo de vida que llevan y el modo de criar a sus hijos de una y otra además de los temas personales de los adolescentes. Todo con una luz tanto de diferencia generacional como de personas que vienen de contextos sociales y familiares muy distintos en los años 90.

Sin embargo, el libreto de Liz Tigelaar (Cinco hermanos, entre otros) se queda en un desequilibrado choque de cultura/raza/clase/valores familiares donde es obvio el papel de Elena como la villana de la historia. O, por lo menos, el diseño de personaje encaja demasiado con el de mujer blanca privilegiada que cree salvar el mundo al ayudar, altivamente, a gente que no es como ella.

Sabemos que las suspicacias de Elena no son infundadas y que Mia tiene un pasado oculto. Pero tanto en los momentos de confrontamiento como en los momentos más de vida familiar, el peso de la empatía huye del personaje de Witherspoon para caer una y otra vez en los objetivos de sus pequeñas batallas (tanto con Mia como por ejemplo, con su hija Izzy).

En otro tipo de historia, esto no molestaría, pero en Little fires everywhere queda como una simplificación de algo mayor. Porque en la serie navegamos por pequeños fuegos conformados por secretos, mentiras, actitudes y circunstancias que se van acumulando. Esta aparente falta de imparcialidad hace que, sabiendo del incendio que da comienzo a la serie, no nos preguntemos tanto el por qué sino que andamos indagando cuál ha debido ser la gota (de gasolina) que ha colmado el vaso y veamos a los personajes con decisiones dadas (se habla mucho de la falsa sensación de elección).

A pesar de estos problemas, es un drama que desprende potencia en el guión y que está lleno de momentos memorables donde brilla el reparto entrega unas actuaciones soberbias. Sin embargo, a lo largo de sus ocho episodios queda la sensación de que el desarrollo no es todo lo fino (o incluso verosímil) que podemos esperar de algo de este nivel.

Little fires everywhere es una serie excelente, ideal para ver en familia, que hace que el espectador se plantee preguntas relativas a qué es y significa educar y ser madre, en una sociedad basada en unos valores fruto de la competitividad y el triunfo a cualquier precio. Una sociedad que ampara y protege a los que están en la cima. Esa que hay que alcanzar a cualquier precio.