Los héroes envejecen y quizá no puedan ya cargar a sus enemigos y aventarlos contra las paredes, pero esto no impedirá que “Mascarita” haga una que otra llave, eso si las rodillas no le fallan un poco.

“¡Hemos cambiado!”, dice Joaquín Cosío, enfundado como el luchador que en 2004 irrumpió en el cine con Matando Cabos. A su lado, durante un receso de rodaje de una nueva aventura cinematográfica, su guarura, el violento Tony, “El Caníbal” (Silverio Palacios), sonríe y toca la barriga de su amigo, y la suya para hacer patente que el tiempo pasado.

“¡Y es evidente!”, bromea.

Quince años pasaron para que los dos volvieran al cine en una nueva entrega del filme, ahora con la frase complementaria La venganza de Mascarita, en la que son protagonistas a diferencia de la primera.

En su momento, se dijo que “Mascarita” moriría, otros, que estaría en la cárcel y, unos más, que hasta harían explotar a los veganos.

“Esta es una película de acción, de principio a fin, la primera escena es viendo a ‘Mascarita’ y Tony en un gimnasio, sometidos a las nuevas reglas de la mercadotecnia, en contraposición a las idea del viejo luchador”, comenta Cosío.

“Yo sigo siendo violento, al señor (Cosío) ya le duelen las rodillas, tiene problemas con la cadera, la ciática y yo aún sigo en condición”, agrega Palacios.

Ambos subrayan que no será necesario ver la primera entrega para entender la nueva aventura.

El retorno.

Del elenco original regresan Ana Claudia Talancón, Rocío Verdejo y Gustavo Sánchez Parra, estos dos último villanos en la historia original. Ahora, señalan, es posible que el espectador se lleve una sorpresa con los cambios en su vida.

Tony Dalton y Kristoff, estelares hace 15 años, no aparecerán en ningún momento, pues así, dice el director Alejandro Lozano, se verá como spin off, como se le conoce a las historias independientes que surgen de uno mayor.

Matando Cabos 2. La venganza de Mascarita es rodada en locaciones y foros de la Ciudad de México, bajo la producción de Lemon Films y cuenta con los beneficios de Eficine, el cual permite a empresas destinar parte de su impuesto sobre la renta al rodaje de cintas.

Una oficina presidencial y una guarida de comunistas son algunos de los sets utilizados, y el auto clásico que en la primera cinta es destruido, ahora luce como nuevo.