Un joven estilista entró ilusionado, para divertirse, en un conocido antro de la ciudad capital, pero salió con el rostro desfigurado tras la agresión física y brutal de que fue objeto por parte de un guardia de seguridad. El agraviado ya presentó su querella formal. El responsable solo fue despedido.

Alonso Lara, joven estilista de la ciudad capital, desde hace 10 años, narró ante este medio que el pasado viernes 5 de junio, acudió al antro denominado Burlesque, ubicado en el bulevar Belisario Domínguez y callejón Emiliano Zapata, en Tuxtla Gutiérrez.

Dijo que acompañado de dos amigos, ingresó -durante la noche- al citado antro con el fin de consumir y divertirse.

Cuando ya estaban ubicados en una mesa, ya en la madrugada del sábado, un desconocido llegó hasta ellos y de manera intencional golpeó a un amigo de Alonso.

El joven estilista entró en defensa de su compañero, pero cuando apenas estaba interviniendo para desatar el forcejeo, apareció un guardia de seguridad del antro referido.

Y sin medir el uso de su fuerza bruta, el guardia propinó golpes en el rostro al joven que solo intentaba pacificar la situación. Además, el guardia contratado por el dueño del antro, aplicó descargas eléctricas con un tolete sobre la humanidad de Alonso.

“No es posible que los dueños de este antro, Carlos y Daniel Guirao Pérez, no den la cara por estos hechos, ni se responsabilicen por su personal que, sin ninguna preparación, agreden sin medida a los clientes y violan los derechos humanos”, dijo el quejoso.

Con fotografías que evidencian la golpiza recibida por el guardia de seguridad, el joven presentó su denuncia formal ante el Ministerio Público de la Procuraduría General de Justicia del Estado, en contra de quién o quiénes resulten responsables de lesiones, intento de homicidio y lo que resulte.

Por el momento, el agresor solamente fue despedido del centro nocturno. “No es posible, me causó daños irreversibles y debe pagar”, dijo el agraviado.

A la vez, pidió a los jóvenes pensar dos veces antes de entrar a este lugar, pues la historia podría repetirse. “¿Hasta cuando vamos a permitir que estas empresas pisoteen nuestra dignidad?”, concluye en su escrito el denunciante.