“Guerrera” lucha por la vida

En su sobrenombre define su esencia de vida: Guerrera. Es madre soltera, policía y … Luchadora profesional. En su trabajo, en el deporte y en la vida, ha tenido adversidad, caídas. En todas ha sabido levantarse. El secreto del éxito no está en no caer, sino en no permanecer caídos.

Ataviada con el uniforme de Tránsito del Estado, Isabel abre la puerta de su oficina y de su corazón. Fue policía operativo, ahora es administrativo. Y es una luchadora llamada “Guerrera Rock”.

“Para mí la lucha libre significa mucho, porque es un deporte que me apasiona, me gusta, es muy completo. Como mujer me da fuerza exterior e interior; y me ayuda mucho”, dice.

Le cuesta caminar mientras lleva unos oficios a la oficina aledaña. La pregunta es obligada: “¿Qué pasó?”

Ella suspira, se sube al corcel de los recuerdos y dice que primero fue durante un entrenamiento en el Centro Deportivo Roma. Ya estaba “tocada”.

Pero el “tiro de gracia” en la rodilla izquierda fue durante la semifinal contra Afrodita y Electra en el barrio San Roque, en el 2009. La lesión fue severa.

“Era una lucha de relevos. En una salida de bandera, salí mal por la tercera cuerda y mi pierna se enredó con la última cuerda, y al girar giró también mi rodilla”.

Isabel se quiebra, hace una pausa, su voz tiembla al decir que ya no pudo levantarse ni seguir la pelea. Fue llevada al hospital y requirió de muchos meses de incapacidad.

Ahora la voz se quiebra aún más y a punto del llanto, ella dice que se deprimió mucho, fue un duro golpe emocional.

“Dejé la lucha un tiempo, quise regresar y al hacer un movimiento brusco, me volví a lastimar”, confiesa y respira hondo para reprimir el llanto.

Como la Guerrera que es, intentó regresar la segunda, tercera, cuarta vez. En cada intento se lesionó de nuevo.

El doctor le prohibió terminantemente que volviera a los encordados.

Pero lo intentó la quinta vez, ahora, apoyada con una rodillera ortopédica.

“Pude, pero ya no como antes, muy limitada, con más cuidado. Soy realista y tengo claro qué puedo y qué no puedo hacer”, reconoce.

La depresión fue tal, que la Guerrera “tiró la toalla”, y arrojó a la basura todo aquello que le recordaba a la lucha: Su uniforme, sus fotos… Todo que le recordaba el cuadrilátero.

“Pensé, si todo mi esfuerzo y los años de entrenamiento se fueron a la basura con la lesión, entonces que todo se vaya a la basura, también”.

Pero la Guerrera no estaba en paz, así que intentó regresar; y la quinta fue la vencida. Ocho años después de la lesión, regresó.

Cuando la “Guerrera Rock” nació, en 1995, sólo habían cuatro mujeres luchadoras: Saeta, Loba, Arquera Olímpica y ella. Han transcurrido 22 años, el panorama es distinto.

“Admiro a Lola González, ella me inspiró a ser luchadora”, explica.

Y agrega que eligió ser ruda porque se siente libre y le gusta ver la rechifla de la gente, esto le genera pasión.

Cuando la Guerrera no está en el cuadrilátero, Isabel es agente de Tránsito del Estado. Actualmente es administrativo, pero estuvo varios años como operativo, en cruceros.

Ella ingresó a la Secretaría de Seguridad Pública del Estado en 1998. Servir allí, le permite sentirse realizada, dice.

Tiene una hija de 19 años, que la motiva, es su motor. Como madre soltera, la Guerrera es padre y madre. Mamá e hija están orgullosas de su trabajo.

La muchacha está a un lado de su madre, durante la entrevista, y confiesa que también hace deporte, pero en el Kung Fu.

No fue su madre la que se lo impuso, ella lo eligió, aclara. También es un deporte rudo, como la lucha. En cierto modo sigue los pasos de su madre.

“Le sirve para que se defienda y tenga carácter como una mujer fuerte. Qué bueno que le guste”, concluye la ‘Guerrera Rock’.

Se despide dejando un mensaje: “En mi trabajo, en el deporte y en la vida, he tenido adversidad, caídas. En todas he sabido levantarme. El secreto del éxito no está en no caer, sino en no permanecer caído”.