Héctor Cortés, creador de su propia usanza

La más reciente novela de Héctor Cortés Mandujano dista mucho de lo que anteriormente ha escrito, debido a que esta vez se despoja de ser muy lógico con los títulos de su libro, pues comúnmente estos están muy ligados al desarrollo de la trama, y eso no sucede en su más reciente trabajo publicado.

200 tal vez más, lanzada al mercado por la editorial Tifón, tiene la idea de ser un ejercicio personal, en el que Héctor Cortés como creador de la historia no tiene el control de la misma. “Ideé una estrategia que hiciera que yo no fuera el que decidía qué es lo que iba a pasar con el personaje o con la historia en sí; yo me tenía que ceñir estrictamente a eso que me estaba dando ese juego de azar, de modo que la novela se iba creando en función de cosas que son externas a mi vida, a mis circunstancias”, explica.

Respecto al título de la novela, Cortés Mandujano dijo que este no se modificó desde que pensó en escribir este juego, pese a que no tiene nada que ver con el desenlace, algo que de cierto modo hace su novelista favorito, António Lobo Antunes.

Cuando se le pregunta el porqué del título de la novela, Cortés Mandujano dice que es algo que no iba a revelar sino que dejaría abierta la pregunta para que quien tuviera la respuesta le enviara un correo, y él le regalaría toda su obra publicada, que consta de más de 40 libros.

Por otro lado destaca que terminó de escribir esta historia luego de 20 años, debido a que comenzó como un juego personal o experimento que lo llevó a escribir el primer capítulo —que es la parte fundamental del libro—, pero luego no supo cómo continuar, se llenó de trabajo y la dejó por un tiempo.

Diez años más tarde se reencontró con este texto y ya no recordaba de qué iba el trabajo, por lo que lo leyó, pero aún no se le ocurría el desenlace. Cinco años después, cuando se propuso terminar la novela, como en un sueño se le ocurrió el segundo capítulo, que consta de una línea, lo que dio pie a seguir escribiendo.

Comenta que luego de escribir el tercer capítulo, volvió al juego o experimento que hizo en la primera parte de la novela, el cual consistía en que el no debía escribir lo que se le ocurriera, sino que el propio experimento era el que determinaría el desarrollo de historia.

La novela inicia cuando matan a dos personas y los dejan tirados en una calle oscura de una colonia periférica. Unas personas que se dedican a drogarse se acercan a los cadáveres y les roban sus objetos personales, luego los venden, pero esos mismo objetos ocasionan persecuciones que acaban con sus vidas.

Experimentos

¿A partir de cuándo empiezas con estos juegos en tu escritura?, se le pregunta. “Siempre he hecho este juego en buena medida. Cuando empecé a escribir cuentos mi idea era como contar cuentos que me gustarán a mí y cuya estructura se me ocurriera a mí, que no tomará como referente ninguna otra estructura, y entonces los cuentos empezaban a ser como míos porque no estaba imitando a Cortázar, a Poe o a ningún otro escritor.

“Lo mismo pensaba hacer en teatro cuando empecé a escribir sobre este género, y había gente que se daba cuenta de que mis obras de teatro eran casi antiteatrales, contaban como las tripas del teatro, no me interesaba el actor creando un personaje o un actor diciendo que es actor”, responde.

De igual forma, declara: “Mi búsqueda siempre es esa, no quiero como repetirme. El chiste es que no sea el mismo discursito de otra novela, que no sea la misma estructura, que no esté contado la historia que ya conté. Lo que interesa de escribir es que este sea también un rato para mí, del cual yo también disfrute”.