Hospitales también son objetivos militares

El conflicto que se desató hace más de un año en el este de Ucrania ha dado el golpe de gracia a un sistema sanitario ya de por si frágil.

Con muchísimas dificultades, los hospitales militares y civiles de la recién proclamada República Popular de Donetsk atienden a los nuevos pacientes que la guerra está generando.

No son sólo los puentes, las casas y los mercados: los hospitales también son objetivo de las armas. A menudo los hospitales de Donetsk y alrededor son víctimas de bombardeos, proyectiles y granadas del ejército ucraniano.

Bronislav Cepreu es el director del hospital militar más importante de Donetsk, la ciudad más grande de la región minera del Donbass. El edificio, en el centro de la ciudad rebelde, está a salvo de los ataques enemigos.

Aquí transportan a los heridos más graves, provenientes de los frentes de batalla más conflictivos como Spartak y Marinka.

En los hospitales se respira un ambiente enrarecido, sobre todo en los militares. Por las ventanas, protegidas por sacos blancos de arena que las cubren por completo, entra muy poca luz.

El personal sanitario se queja de este clima opresivo, con la esperanza de que tarde o temprano quiten los sacos. Al comienzo de la rebelión se había luchado mucho en la ciudad, también en el centro, algo que ahora es remoto.

En esta zona de Donetsk, bañada por el gran río Kalmius, son las bombas que se oyen a lo lejos y la sirena del toque de queda, que suena todas las noches a las 11 en punto, lo que recuerda que hay una guerra en curso.

Por los largos pasillos del hospital no se oye ni una mosca. Reina un silencio surrealista, interrumpido de vez en cuando por el lamento suave de algún herido.

Los numerosos dibujos hechos por los hijos de los soldados y colgados en las paredes no consiguen transmitir serenidad al ambiente.

Por si fuera poco con la realidad, la mayoría de los dibujos representan escenas de guerra, victorias contra los enemigos “fascistas” -así es como los separatistas pro-rusos llaman a los nacionalistas ucranianos- y conquistas heroicas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Los niños tampoco escapan a la propaganda de los rebeldes.

“No tengo datos sobre la situación de todos los hospitales militares de la República Popular de Donetsk”, señala el doctor Cepreu.

Insiste en destacar una cosa: “Por suerte, recibimos la ayuda de médicos voluntarios de otros países. Muchos son rusos que se toman vacaciones de su trabajo y vienen aquí a ayudarnos. Inmediatamente se ponen a nuestra completa disposición, nos preguntan qué pueden hacer y cómo pueden ser útiles”.

“Vienen aquí por un período que oscila entre las dos semanas y un mes, según sus compromisos. También hemos tenido un médico de Bulgaria”, puntualiza.

Kuzma tiene 43 años y los ojos perdidos perpetuamente en el vacío. Es uno de los pacientes con traumas psicológicos que ha mencionado el director Cepreu.

Antes de la guerra trabajaba como obrero metalúrgico en una fábrica en Donetsk y desde el 22 de marzo está en el segundo piso del hospital militar, departamento de ortopedia.

“Todo empezó cuando vi morir a esa gente en Odessa. Fue entonces cuando decidí tomar las armas y luchar por la libertad del Donbass.

Es la segunda vez que resulto herido: el tanque en el que estaba, robado al ejército ucraniano, saltó por los aires por una mina”, recuerda.

El Hospital Civil 21, en el barrio periférico de Oktyabrsky, está a sólo 500 metros del aeropuerto internacional de Donetsk. O, mejor dicho, de lo que queda de él.

Desde hace unos meses el aeropuerto está bajo el control de las fuerzas separatistas, pero a un coste gravísimo: su completa destrucción.

Durante la llamada Batalla del Perímetro del Aeropuerto, en el Hospital 21 llovía de todo. La estructura, sobre todo en las partes altas, sufrió daños graves, pero muy pocos en comparación con lo que pasó con los edificios de alrededor.

En Oktyabrsky apenas sopla un poco de viento se extienden por el aire las cenizas de los restos que hasta no hace mucho tiempo eran las casas de los habitantes del lugar.

A pesar de que ha habido algunos avances leves gracias al Protocolo de Minsk, en el Donbass se sigue luchando y, guste o no, el ejército ucraniano ataca también instalaciones civiles, como el Hospital 21.

Oktyabrsky es una zona conflictiva. Al atardecer, cuando comienza el fuego de verdad, sus calles se vuelven casi intransitables. Si bien en el centro de Donetsk el toque de queda empieza a las once, aquí es aconsejable respetarlo desde al menos cinco horas antes.

En el Hospital 21 casi todas las ventanas tienen cristales rotos y tratan de tapar los agujeros con trozos de plástico polvoriento; los quirófanos no se pueden esterilizar como es debido ya que entra aire por todas partes, y los equipamientos médicos -los que milagrosamente funcionan- han sido blanco de proyectiles y están en un estado lamentable.

A diferencia del hospital militar, aquí los sacos de arena escasean. “Se necesitarían mucho más aquí y no en el centro de la ciudad, donde todo está más tranquilo. Aquí todo cae a pedazos. Apenas arreglamos un cristal o tapamos un agujero en la pared, lo destruyen otra vez”, cuenta Alexey Alekseyenko, el jefe de cirugía.