A sus noventa años

Era de esperarse la lista de invitados especiales, no era para menos. Fecha importante. En primera fila: el ex presidente del PRI, Manlio Fabio Beltrones y el ex secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, además de Enrique Ochoa, Claudia Ruiz Massieu, Aurelio Nuño y Vanessa Rubio, entre otros. Y gobernadores de 15 Estados.

Ochenta y nueve años de edad celebró ayer domingo el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Nadie hubiese pensado, allá por el año 2000, que ese instituto político iba a traspasar tremendas crisis y barreras de la alternancia, ganada por el Partido Acción Nacional (PAN), exactamente a principios del presente milenio.

Muchos llegaron a pensar que ese había sido el final de un partido que se había mantenido setenta años en el poder de manera ininterrumpida. Un partido que había aglutinado, en tiempo y en forma, los postulados de la Revolución Mexicana, que había sufrido trances, bretes y aprietos en su niñez y adolescencia, que también había pasado por periodos de pequeñas transformaciones y que había llegado a su consolidación allá por los cuarentas, cincuentas, sesentas y setentas.

Las inevitables imperfecciones humanas llevaron al PRI a sufrir una fuerte crisis de credibilidad allá por finales de los ochentas, cuando en 1988 su entonces candidato Carlos Salinas de Gortari estuvo a punto de perder la presidencia nacional con alguien de la izquierda, aún vivo hoy Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Ahí empezó a reagruparse la oposición, se volvió más actuante y una parte de la sociedad mexicana empezó un periodo de transformación que terminó siendo lento.

La evolución tecnológica y la consolidación de los medios de comunicación impresos y electrónicos les dieron más autocontrol y más libertad de expresión.

Aunque muy lentamente, fue avanzando, construyéndose poco a poco la oposición, representada principalmente en la llamada derecha del PAN y la izquierda en el PRD. Otros partidos pequeños nunca trascendieron en ese sentido.

Vinieron las llamadas concertaciones, que luego fueron llamadas “concertacesiones”. Porque eran triunfos electorales pactados.

“Mira, yo dejaré que ganes en tal o cual Estado, pero no me hagas ruido en las demás entidades ni en la elección presidencial”. Así ganó el PAN sus primeras gubernaturas, o al menos algunas de ellas.

Eso fue después de 1988. La izquierda estaba bastante radical, no se podía negociar con ella. Había que negociar con la derecha, el PAN.

Y sí funcionó por algún tiempo.

Luego vino una sacudida política y social de México a nivel internacional: la madrugada del 1 de enero de 1994 el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a la postre conocido mundialmente con sus siglas de EZLN, irrumpió en el escenario, tomó cuatro municipios chiapanecos, declaró la guerra al Ejército Mexicano y, en días posteriores, su fuerza política, intangible, pero fuerza al fin, tiró al entonces gobernador Elmar Seltzer y al titular de Gobernación.

El 23 de marzo de ese mismo año fue asesinado el candidato presidencial tricolor Luis Donaldo Colosio y meses después, el 28 de septiembre, fue asesinado también el secretario general del PRI José Francisco Ruiz Massieu.

Todo 1994 estuvo agitado y en él ocurrieron sucesos inéditos. Ernesto Zedillo sustituyó a Colosio, y hubo elecciones generales con la más alta participación ciudadana hasta entonces. La enorme sorpresa: a pesar que el EZLN le había declarado la guerra al gobierno priista de aquella fecha y con enormes reclamos en su contra, volvió a ganar el tricolor con amplios márgenes frente a sus opositores.

Sin embargo y a todos esos sucesos, la democracia dirigida, que había tenido éxito con las “concertacesiones”, dejó de funcionar y la primera sorpresa fuerte fue en la capital de la República Mexicana.

En 1997 ganó en elecciones constitucionales y en forma arrolladora, Cuauhtémoc Cárdenas, la entonces jefatura de gobierno del Distrito Federal. La capital del país. El semillero de votos. La cuna de la gente pensante ya no era del otrora invencible tricolor.

En ese mismo año, el partido de Calles también perdió la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados. Empezaron a funcionar los contrapesos.

Con esos dos sucesos, la pérdida del Distrito Federal y la mayoría de la Cámara de legisladores, germinó una semilla que dio a luz la alternancia, tres años después, en el año 2000, con el triunfo del panista Vicente Fox Quesada.

El PRI aguantó presión. En los primeros años hubo algunos sobresaltos pero poco a poco se recompuso como oposición y empezó a reconstruirse, replantearse y, de esa manera, volvió a triunfar en las elecciones generales del año 2012.

Y ahí está “vivito y coleando”. Dando la lucha. Así llegó ayer a sus 89 años de vida institucional.

Meade, el único orador

Y vino el discurso oficial, el único de ayer en la sede nacional priista, pronunciado por el candidato presidencial José Antonio Meade, con varios conceptos que destacar.

Uno de ellos fue el de la autocrítica, el de aceptar que el PRI ha cometido errores, pero que también ha hecho muchísimas cosas bien que han contribuido a que esta gran nación esté de pie.

Durante su discurso, el aspirante presidencial afirmó que, de la mano del PRI, buscará ganar los comicios del próximo 1 de julio y aseguró que no permitirá que haya un retroceso al México de caudillos ni a uno de mesías.

“El partido es heredero de un legado de sensibilidad y dedicación. El partido y Plutarco Elías Calles cambiaron a caudillos por instituciones; consolidaron la paz social. No vamos a permitir que regrese un México de caudillos ni de mesías”, manifestó.

Frente a cientos de militantes y simpatizantes priistas, afirmó que ganará para la construcción de un mejor país en el que los corruptos sean castigados y los delincuentes no sean perdonados porque han dañado mucho a los mexicanos.

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