Debate ágil y democrático

El segundo debate presidencial del reciente domingo nos mostró cuánto ha avanzado México en el terreno de las libertades políticas. Yo creo que el avance en ese sentido ha sido significante.

Los aspirantes presidenciales dicen lo que quieren, en la forma que lo desean, a la hora que lo quieren, etcétera, etcétera.

Así, de esa manera, los ciudadanos tienen la oportunidad de ver sus debilidades individuales, sus incapacidades políticas, su conocimiento o ignorancia de los temas nacionales y las formas de resolver los conflictos más representativos de la nación, sus formas de hablar, su carácter, si rápido pierden el auto control o no, entre otras cosas.

Sobre el contenido de sus exposiciones prefiero no hablar. No quiero centrarme en eso. Todas sus deficiencias estuvieron a la vista.

Y para eso son los debates. Para que los aspirantes se muestren tal cuales son y para que los ciudadanos puedan diferenciar las capacidades de unos y las debilidades de otros. Para que tengan una mejor idea de quién de ellos merece su voto, un voto razonado.

Son varias las libertades políticas que hoy son una realidad en México. Quizá la libertad de expresión sea la principal de todas las libertades ejercidas por los candidatos a la presidencia, algo impensable hasta hace algunos años.

Eso queda demostrado todos los días y en todos los discursos que ellos pronuncian a cada rato, en sus mítines, en sus declaraciones ordinarias y entrevistas otorgadas a diversos medios de comunicación.

Aquellos tiempos en que el presidente de México, el secretario de Gobernación o algún otro personaje poderoso se encrespaban, se enojaban, presionaban a dueños de medios de comunicación para retractarse de alguna información publicada o para que matizara los conceptos, creo que ya pasaron, en la generalidad.

Casi nadie lo percibe, casi nadie lo nota. Pero eso es hoy una realidad.

Yo creo que los mexicanos deberíamos tener ahora razones suficientes para sentirnos satisfechos por los avances democráticos que ha tenido México en el presente proceso electoral cuyos comicios generales, del 1 de julio próximo, están cada vez más cerca.

No es para echar las campanas al vuelo. No es para hacer festejos. Pero sí ha habido avances en ese sentido.

Lo que millones de mexicanos tuvieron la oportunidad de ver en sus pantallas chicas el domingo reciente, fue algo novedoso y útil a la sociedad.

Realmente hay que felicitar al INE, a sus consejeros electorales y a los representantes partidistas quienes han contribuido, de alguna manera, a que sean realizados esos eventos democráticos cuya única intención es que los votantes tengan oportunidad de conocer las propuestas e ideas políticas de quienes aspiran a gobernar este país en los próximos seis años.

Y, eventualmente, en el futuro inmediato, más allá de un sexenio, porque hay por ahí quién quiere transformar al sistema político y de gobierno actual. Y si llega a ganar, el 1 de julio será el punto de partida de una transformación más allá de un periodo sexenal.

Pero vuelvo al punto inicial.

El formato del debate, sus moderadores, el público participativo, la cobertura dada por las cadenas nacionales de televisión, radio y las plataformas digitales de medios impresos, así como las libertades con que se desempeñaron todos los participantes en el acto, fueron realmente novedosos, atractivos, ágiles y, pienso yo, útiles a quienes lo vieron a nivel nacional.

Ya era tiempo que eso pasara. Era impensable hace 20 o hace diez años.

En muchos países latinoamericanos es hoy impensable todavía. Hay en esos lugares mordaza a la prensa y a los periodistas. Hay aún autoritarismo político.

Nos olvidemos por un rato de los contenidos. Si algo faltó de eso, es parte del juego. Es, pues, el mecanismo ideado para detectar las incapacidades de los aspirantes presidenciales.

Los debates hechos con las características y libertades antes mencionadas nos han dado la oportunidad de detectar las debilidades, deficiencias e incapacidades de los candidatos.

Los moderadores, León Krauze y Yuriria Sierra, estuvieron a la altura de las circunstancias. La posibilidad de que los candidatos se movieran de un lado a otro y la presencia de público participativo, quitaron, eliminaron el acartonamiento de los anteriores formatos.

Les robaron en sus narices

No fue asunto menor la noticia de que hackers lograron robar, vía internet, entre 300 y 400 millones de pesos a bancos mexicanos.

Es preocupante, por decir lo menos. Si hackers, aún no identificados, lograron penetrar el complejo sistema de blindaje de los bancos que se supone es impenetrable, ¿qué podemos esperar de los mecanismos electrónicos más sencillos que usamos cotidianamente los usuarios? Inevitablemente llegamos a sentirnos vulnerables.

El Banco de México (Banxico) confirmó que, por medio de un ciberataque, hubo un robo millonario a bancos comerciales a finales de abril y los usuarios todavía estamos, a estas alturas, viviendo repercusiones al momento de hacer transferencias electrónicas.

El hackeo no fue dirigido al Sistema de Pagos Electrónicos Interbancarios (SPEI), sino a las aplicaciones o plataformas con las cuales las instituciones financieras se conectan al SPEI. Desde bancos, los ciberdelincuentes enviaron órdenes para mover dinero a cuentas falsas en otras entidades bancarias y cómplices sacaron los retiros en efectivo en docenas de sucursales. No se descarta que los hackers hayan recibido ayuda desde adentro de los bancos.

Banxico dijo que cinco grupos financieros mexicanos fueron afectados. Banorte es el único banco que ha reconocido que fue víctima del ataque.

Asimismo, hubo otras fuentes que señalaron a Citibanamex y BanBajío como algunos de los involucrados, ambas instituciones rechazaron algún hackeo a sus sistemas. Banxico también indicó que una casa de bolsa pequeña fue perjudicada.

alexmoguels@hotmail.com