La salud de los presidentes

En recientes fechas volvió a debate el tema de si debemos los ciudadanos conocer o no la salud física y mental de los candidatos a la presidencia de México y de los presidentes en funciones.

El asunto parece sencillo. Que la Ley de Transparencia obligue a los aspirantes a la presidencia a que informen a la sociedad, con documentos oficiales en mano, cuál es el real estado de su salud para tener la certeza científica, a través del certificado de un especialista en medicina, de que están o no aptos para dirigir los destinos de un país.

El tema saltó a la palestra por un video difundido ahora, pero grabado en otros tiempos, donde se alcanza a ver a Andrés Manuel López Obrador a punto de desvanecerse en público con micrófono en mano y arriba de una tarima en un mitin. Una mujer que tiene a su lado logra sostenerlo en brazos, en forma repentina y breve, porque el tabasqueño se recupera rápido y continúa pronunciado su discurso como si nada hubiera pasado antes.

Pero reavivar esa exigencia no tiene que ver sólo con la salud de Andrés Manuel, quien es el candidato de más edad en la contienda presidencial de este 2018.

Tendría que ver también con los demás aspirantes al mismo cargo y a quienes estén desempeñando esa alta encomienda e incluso a los gobernadores de las 32 entidades federativas del país, aspirantes y en funciones.

En ese contexto, estarían en las mismas circunstancias los demás candidatos, José Antonio Meade de la coalición “Todos por México” y Ricardo Anaya de “México al Frente”, en razón a que no hay edades específicas para enfermarse de gravedad, cuyo proceso de recuperación pudiera ser lento en su caso, ni tampoco para morirse de manera repentina de un infarto. Así que, todos parejos.

Antecedentes del caso

Ya hay varios antecedentes en México de exigencias del mismo tipo. Pero ninguna de las propuestas ha tenido la suficiente fuerza para prosperar.

La priista Dulce María Sauri Riancho quien ha ocupado muchos cargos públicos de importancia, desde gobernadora de su estado natal Yucatán, hasta dirigente nacional de su partido y otros, presentó en el sexenio 2000-2006, una iniciativa de reformas a la Ley Federal de Transparencia para conocer el estado de salud del presidente de la República y otros funcionarios, cuando trascendió que el entonces mandatario Vicente Fox tomaba antidepresivos.

En época más reciente, Ricardo Monreal presentó otro documento parecido, pero se quedó atorado en el Senado de la República.

El tema no es menor. Ocho presidentes de Estados Unidos de Norteamérica murieron en el ejercicio de su encargo. Cuatro de ellos fueron asesinados, pero cuatro más fallecieron cuando estaban en funciones por causa de enfermedades y, por tanto, ningún jefe de Estado en ninguna parte del mundo podrá estar exento de padecer enfermedades mortales sin saberlo o que, aun sabiéndolo, no quieran informarlo a sus ciudadanos.

Contexto de privacidad

El tema abriría un nuevo frente de discusión: que toda persona tiene el derecho humano a guardar en privacidad alguna enfermedad que padezca.

Sin embargo, los mandatarios federales y estatales o quienes pretendan ocupar alguno de esos cargos deberían estar exentos de esa privacidad en razón a la imprescindible característica de que hay, en el caso de México, más de 120 millones de personas que dependen de sus decisiones y voluntades políticas.

Ingrid Brena Sesma nos da una cátedra de lo que es intimidad, privacidad y confidencialidad en el ámbito de los individuos de algunas sociedades del mundo, entre ellas la mexicana misma.

“La palabra intimidad proviene del latín “int us”, que proporciona la idea de algo interior, lo recóndito, lo profundo del ser y, por lo mismo, lo oculto a (sic) los ojos de los demás.

“Frecuentemente oímos mencionar el derecho a la intimidad, pero no debemos confundirnos pensando en que tenemos un derecho a la intimidad, ésta nos es dada por la naturaleza, no se requiere del derecho para que exista.

“Tal es el caso de nuestros pensamientos o sentimientos no expresados, los cuales forman parte de nuestra intimidad y no necesitamos que el derecho nos autorice a pensar o sentir.

“Si bien tenemos intimidad que nos fue dada, debemos protegerla de la intrusión de los demás. Tenemos pues un derecho a la protección de nuestra intimidad o como el derecho anglosajón ha expresado con claridad al “rigth of privacy”, o sea el derecho a la privacidad, a mantener en privado nuestra intimidad, aquello que no queremos que sea conocido por los demás.

“No es fácil de determinar los contornos de la intimidad, ni señalar su importancia de manera global, pues cada región geográfica o cultural del planeta tiene su propio acercamiento a esta.

“Ruth Macklin considera que son las sociedades occidentales —en las cuales predomina el liberalismo individual— las que otorgan importancia a la privacidad como valor generalmente asumido. En estas sociedades, al igual que la libertad individual, la privacidad personal ocupa una posición alta en la jerarquía de valores, lo cual no ocurre en los grupos sociales orientales como el de China a los que no preocupa la privacidad”, nos dice Sesma en Boletín Mexicano de Derecho Comparado.

Quienes vayan a reavivar la propuesta legislativa sobre la salud de los candidatos presidenciales tendrán que justificar muy bien la esencia de la norma.

De boca en boca

La política chiapaneca está al rojo vivo. Las especulaciones van y vienen. Que si uno traicionó al otro. Que si altas esferas del poder ya negociaron con el candidato presidencial puntero para garantizar una transición tersa. Que si la intención es judicializar la elección estatal en Chiapas para luego anularla y provocar una elección extraordinaria para después del 1 de julio próximo. Etcétera, etcétera, etcétera. Moraleja: después de las cosas vistas en el pasado reciente, todo puede pasar.

alexmoguels@hotmail.com