Eufemismos del doctor Rojas

Los videos son elocuentes y explícitos. Y el principal protagonista, Francisco Rojas Toledo, está confeso. Él mismo admitió, con sus propias palabras, haber recibido los fajos de billetes que aparecen en las imágenes difundidas en forma profusa en redes sociales y en medios de comunicación impresos y electrónicos.

La primera vez, en junio pasado, confesó en una videograbación haber aceptado 120 mil pesos (sic) del empresario poblano Francisco Martínez y que estaban destinados a brigadas médicas.

Ayer jueves, horas después de haber sido publicado el segundo video en el periódico Reforma, él mismo volvió a admitir, ahora en su cuenta personal de Facebook, que sí había recibido el dinero -no especificó cuánto- pero que también era una “donación”.

En el video reciente él pregunta cuánto va a recibir de dinero y su interlocutor, cuyo rostro no se alcanza a ver nunca, dice en forma clara que “uno 400”. No es necesario ser matemático para saber que es “un millón cuatrocientos mil pesos” a lo que se refiere esa expresión.

Está confeso de haber recibido el dinero y, a confesión de parte, relevo de pruebas. Es una herramienta legal irrebatible en manos de los abogados.

No importa que cantidad de dinero haya recibido don Paco Rojas. No importa para qué lo haya destinado o lo esté destinando.

Sí importa que haya una clara intención de devolver ese dinero con obras públicas cuando el receptor esté desempeñándose como presidente municipal un hecho que, según él, ya lo tenía en sus manos.

Eso es lo que verdaderamente importa. Sí importa que en ambos casos, el propio Rojas Toledo, haya aceptado recibir el dinero en la clandestinidad.

A gritos, él siempre ha pedido transparencia a los actos de sus adversarios políticos. ¿Por qué él no recibió públicamente dichas donaciones ni dejó claramente especificado para qué las iba a usar?

Las Asociaciones Civiles y las Fundaciones están autorizadas legalmente a recibir donaciones, pero siempre y cuando sus fines sean transparentados y, casi siempre también, estén asentados en convenios por escrito.

Afirma el doctor Rojas, en sus video-aclaratorios, que esas grabaciones son del año pasado y que no constituyen un delito porque él no era funcionario público en ese entonces.

Haber, haber, haber. Primero, ¿el dinero no vale en manos de quienes no son funcionarios públicos, doctor Rojas?

Segundo, ¡claro que la entrega de esos fajos de dinero no constituye un delito, en tanto se compruebe que es lícito, pero si alguien quisiera investigarlo por recursos de procedencia ilícita, vaya que estaría en tremendo lío, porque habría que dejar en claro quién le entregó el dinero, de dónde procedía ese dinero y para qué fines iba a ser usado!

¡Nadie lo está acusando a usted de un delito, doctor Rojas¡ ¡Lo están exhibiendo¡ ¡Están exhibiendo una actitud suya! ¡Una actitud que, por cierto, está reprobada unánimemente por la sociedad mexicana, que es peor a que fuera un delito!

¡Para un personaje de la vida pública, el juicio emitido, a través de una percepción social, resulta ser peor que haber sido juzgado en un tribunal ordinario!

Otra cosa. No se olvide doctor Rojas, que la mitad de los electores tuxtlecos no votó por usted y los intentos de defensas que usted hace de su persona han de resultar ofensivas para esa mitad de tuxtlecos, por la forma en que usted está tratando de disimular los hechos exhibidos en forma explícita en los videos multicitados.

Pero hay otra parte de los tuxtlecos, también hay que recordarlo, en edad de votar, que no sufragó ese domingo, que forman un bloque de abstencionismo, pero que hoy están muy atentos a los fajos de billetes, que usted recibió, cuyo destino usted no ha aclarado en forma satisfactoria al día de hoy.

Han de resultar ofensivos para los tuxtlecos sus intentos de aclarar los motivos que tuvo para haber recibido el dinero.

El doctor Rojas asegura que no era funcionario público al momento de recibir el dinero. Pero sí era confeso pretendiente de la presidencia municipal de Tuxtla Gutiérrez por segunda vez. Y si él ya tenía en mente ser candidato a alcalde -por cierto, aunque fuera por otro partido, se supo antes-, ahí encaja perfectamente un pretendido conflicto de intereses. Encaja perfectamente la idea de obtener dinero de empresarios para que después, una vez en el cargo, devolviera ese favor en obras públicas.

El doctor Rojas usa eufemismos, trata de disfrazar los hechos ya consumados frente a millones de mexicanos y busca otro pretexto fácil: culpar al gobierno de la exhibida hecha en la esfera nacional.

El hecho está consumado. El benefactor del dinero está confeso. Los hechos están inmersos en un proceso electoral idóneo para el surgimiento de intereses, como los ahí mostrados.

El ex candidato del PAN a la alcaldía tuxtleca se desgarra las vestiduras acusando a sus adversarios de deshonestos ¿él qué tan honesto es? Ahí quedan para el escrutinio público dos videos. Uno, grabado en un restaurante tuxtleco, mostrando una caja de zapatos con fajos de billetes, en manos del doctor Rojas. Otro, en un hotel también tuxtleco, mostrando un millón 400 mil pesos en una maleta de viaje, también en manos del doctor Rojas. Y en los dos, la expresión clave para comprender la escena: “obra pública”.

No había yo abordado ese tema en forma tan directa como lo estoy haciendo ahora en este espacio, porque yo creo que usted, doctor Rojas, es un buen hombre.

Pero esa es solo una faceta del ser humano. Hay otros valores, sobre todo entre quienes se desempeñan en actividades públicas, como usted lo está haciendo ahora, como la “congruencia” y la “honestidad”. Y éstas dos, desafortunadamente para usted doctor Rojas, son banderas que no pueden ser enarboladas por su persona en forma orgullosa en este momento.

alexmoguels@hotmail.com