Visita papal y sus expectativas

Ha habido seis visitas papales a México en el pasado reciente, pero la del Papa Francisco es la que está generando más polémica. Pero en esta ocasión la discusión sobre un tema tan importante como el referido no está siendo llevada por los integrantes de la cúpula intelectual ni de las cúpulas políticas de México sino por ciertos sectores de las masas que carecen de información y criterios válidos para ello.

Esas masas tienen ahora en redes sociales un espacio para expresar sus puntos de vista, muchos de ellos que rayan en la risa y la incongruencia, por decir lo menos.

Los comentarios más reiterados van en el sentido de que el Papa Francisco viene para distraer a los mexicanos de tantos problemas que están padeciendo, otros revelan que el gobierno mexicano impuso la agenda de discursos y de los lugares que va a visitar el máximo jerarca católico en el mundo, terceros critican que el gobierno federal y de los estados correspondientes van a gastar millonarias cantidades de dinero en la referida visita, etcétera, etcétera, etcétera. Los señalamientos en ese punto tienen su nido en las redes sociales cuyos actores se creen conocedores de todo y de todos, pero se repiten en charlas informales.

Todos los comentarios en ese sentido rayan en lo absurdo y muestran claramente una desinformación total sobre el tema de quienes los expresan.

Es completamente absurdo pensar siquiera que un Papa, cualquiera que sea, vaya a permitir que algún presidente de alguna nación del mundo le imponga agendas de temas a tratar en los discursos o de sitios a visitar.

El propio Jorge Mario Bergoglio se ha visto en la necesidad de declarar, algo que ningún otro papa había hecho en forma personal, que él no viene a resolver los problemas de México y que tampoco viene a ocultar la realidad que viven los mexicanos, y hasta esbozó una sonrisa cuando pronunció esa frase porque seguramente pasó por su memoria que los habitantes de este país sabemos perfectamente cuáles son sus problemas porque los están padeciendo a diario. De manera tal, ha de haber dicho el Papa, que nadie tendría que venir a mostrarles o a ocultarles, según fuera el caso, una realidad tan palpable para quienes radicamos aquí.

La del Papa es una visita más como cualquiera otra que ha hecho el Sumo Pontífice en distintas partes del mundo y sus discursos, como es obvio, rondan en torno a los grandes problemas del momento en forma global y los más sentidos en los sitios que visita. Pero han de ser generales las observaciones que él haga porque su investidura de Jefe de Estado así lo exige.

Nada de radicalismos y tampoco enjuiciamientos críticos contra los gobernantes de las naciones que él visita porque ha de respetar la soberanía de las naciones y porque, además, de nada serviría una reprimenda pública de él hacia alguien en particular.

En fin. Uno puede ver varias razones en la visita papal. Viene como Jefe de Estado y como jerarca católico, y esto último porque son católicos ocho de cada diez mexicanos y entre ellos ha de hacer su labor pastoral. No hay que ver moros con tranchete. La realidad de la visita papal está a la vista de todos y sus motivaciones son las mismas que hubo con las visitas de Juan Pablo II y con Benedicto XVI.

Durante los 26 años al frente de la iglesia católica, Juan Pablo II hizo 105 giras en distintos países de las cuales cinco fueron realizadas en México en finales del siglo pasado.

El 26 de enero de 1979 Juan Pablo II besó por primera vez tierra mexicana y su principal motivo para venir fue inaugurar los trabajos de la Tercera Reunión de La Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla. Durante 6 días, miles, millones de personas se volcaron en las calles para ver a Juan Pablo II en diversas ciudades del país. Se reunió tanto con el entonces presidente José López Portillo como con campesinos, niños, intelectuales y sacerdotes.

Durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, el 6 de mayo de 1990 Karol Wojtila regresó a su tierra “siempre fiel” para beatificar al indio Juan Diego y estuvo en la Basílica de Guadalupe.

En agosto de 1993, Juan Pablo II hizo una visita relámpago a México para reunirse con grupos indígenas de América Latina en Mérida, Yucatán. Fue recibido de nuevo por el presidente Carlos Salinas y por primera vez un mandatario mexicano se dirigió hacia la cabeza de la iglesia católica como Su Santidad como una señal hacia el inminente restablecimiento de la relación diplomática entre nuestro país y la iglesia que ocurrió precisamente en el salinismo.

Su cuarto viaje fue en enero de 1999 y el encargado de recibirlo fue el presidente Ernesto Zedillo. Juan Pablo II llegó en ese entonces por primera vez en calidad de Jefe de Estado pues ya se habían restablecido las relaciones oficiales. Estuvo en el estadio Azteca.

Tres años antes de su muerte vino por última vez, como a despedirse de México. Fue el 31 de julio del 2002.

Ofició la ceremonia de canonización del indio Juan Diego y lo ungió como el primer indígena elevado a los altares y el número 464 en su pontificado.

En esta ocasión, por primera vez en la historia de México, un presidente de la república -Vicente Fox- se declaró católico y besó el anillo pastoral del Papa a su arribo a la terminal aérea capitalina.

El Papa Benedicto XVI realizó su primera visita apostólica a México del 23 al 25 de marzo de 2012 y estuvo en las ciudades de Guanajuato, León y Silao.

Esa visita fue en marzo de 2012 y el entonces presidente Felipe Calderón sostuvo con él una reunión oficial. Ambos mandatarios coincidieron en señalar que se debía lograr un tratado internacional para frenar el tráfico de armas y también dialogaron sobre diversos desafíos que enfrentaba el mundo.

La de Francisco es, pues, una visita más como cualquiera otra que él ha realizado en otras partes del mundo.

alexmoguels@hotmail.com