Algo sobre el espionaje

El hombre siempre ha espiado al hombre, desde el poder político y desde tiempos inmemoriales.

Con los precarios mecanismos de la época, los emperadores romanos ya lo hacían, desde antes de Cristo.

Y así podríamos ir revisando épocas pasadas, hasta llegar a los tiempos de Joseph Fouché, político francés que ejerció su poder durante la Revolución Francesa y el imperio napoleónico. Un personaje muy poderoso y con gran influencia en Francia durante la tormentosa política que vivió.

Fouché está considerado el fundador del espionaje moderno y el responsable de la consolidación del Ministerio de Policía de Francia, a finales del siglo XVIII.

Espiaba a todos los funcionarios de Napoleón, a los adversarios de su emperador y a Napoleón mismo. El emperador se enteró de eso y pudo mandar a eliminarlo con facilidad pero no lo hizo porque Fouché le servía más estando vivo.

Y qué me dicen de Adolfo Hitler, toda la Segunda Guerra Mundial, la llamada Guerra Fría, Estados Unidos de Norteamérica, Inglaterra, Alemania y Rusia, sólo por mencionar algunos países poderosos del orbe ya en nuestros tiempos.

Apenas hace algunos años el entonces presidente de EU Barack Obama se vio envuelto en un escándalo de ese tipo e incluso se dijo que había espiado a Enrique Peña Nieto y sus colaboradores durante las campañas de proselitismo en el 2012 y que había hecho lo mismo con la primera ministra de Alemania y con el presidente de España, entre otros.

El ex espía gringo Edward Snowden reveló detalles de esos espionajes estadounidenses: “Incluso si apagas tu teléfono celular, el gobierno de Estados Unidos puede volver a activarlo”.

Suena a brujería… ¿En verdad puede alguien encender tu teléfono sin tocarlo? No. Pero los espías del gobierno pueden hacer que tu teléfono “se haga el muerto”.

“Es un truco ingenioso. Presionas el botón de “Off”, el dispositivo vibra, y ves el usual proceso de apagado. La pantalla se queda en negro. Pero secretamente sigue encendido, con el micrófono a la escucha y la cámara grabando.

“Los espías del gobierno pueden crear su propia torre celular en miniatura. Tu teléfono se conecta automáticamente a ella. Luego, las ondas de radio de esa torre envían un comando a las antenas de tu teléfono: el chip de banda base. Eso le ordena a tu teléfono fingir apagarse y quedarse encendido.

“No obstante, hackearlo de esa forma no mantendrá tu teléfono funcionando al 100%. Los espías pueden mantener tu teléfono en modo de reposo y solo utilizar el micrófono o enviar pings para anunciar tu ubicación”.

El periódico estadounidense The New York Times reveló el reciente lunes que desde 2011, al menos tres agencias federales mexicanas han gastado casi 80 millones de dólares en programas de espionaje de una empresa de origen israelí.

Se trata, agregó, del software conocido como Pegasus que se infiltra en los teléfonos inteligentes y otros aparatos para monitorear cualquier detalle de la vida diaria de una persona por medio de su celular: llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos, contactos y calendarios.

Incluso puede utilizar el micrófono y la cámara de los teléfonos para realizar vigilancia; el teléfono de la persona vigilada se convierte en un micrófono oculto.

Sin embargo, el corresponsal en México de ese diario afirma que no tiene pruebas del espionaje que realiza el gobierno porque el famoso software usado para el hackeo no deja huella.

Su evidencia única es que tres agencias del gobierno mexicano han gastado 80 millones de dólares en comprar ese software. El gobierno mexicano desmintió de inmediato esa información.

Todos los gobiernos de las naciones con posibilidades económicas han espiado a sus ciudadanos y lo van a seguir haciendo.

No hay por qué rasgarse las vestiduras ahora con esa noticia.

Es más, tengamos la certeza que muchos gobernadores mexicanos espían a sus adversarios, a periodistas y a todas aquellas personas que les son incómodas.

No estoy justificando el acto. El problema es que las modernas tecnologías aplicadas a la comunicación –todas sus redes sociales- ya nos hacen ver de por sí totalmente transparentes frente a las autoridades.

El espionaje político seguirá existiendo para adelantarse a lo que van a hacer sus adversarios o para saber responder a tiempo a una acción. El problema es que ese espionaje sea utilizado para fines malévolos.

Sin ambulantaje seis meses

Parecía impensable que los comerciantes ambulantes habrían de salirse algún día del centro de Tuxtla Gutiérrez porque en el pasado ya se habían realizado operativos y no sólo no habían funcionado esas acciones oficiales sino que habían servido para que los vendedores se empoderaran más.

Y ahora sí funcionó la estrategia aplicada en varios frentes por el presidente municipal Fernando Castellanos Cal y Mayor la cual fue ampliamente respaldada por el gobernador Manuel Velasco Coello.

Era complicado porque había organizaciones sociales cuyos líderes optaban por hacer desmanes cada que había intentos de autoridades de limpiar las calles y eso había sucedido desde cuatro administraciones municipales anteriores, por lo menos.

Ese problema fue creciendo en forma exponencial gracias a la complicidad de las propias autoridades municipales de esos trienios quienes usaban electoralmente a esas personas, les cobraban pequeñas cantidades de dinero a diario que al mes se multiplicaban en forma muy atractiva para sus bolsillos personales, entre otras cosas.

El problema ya era insostenible para los comerciantes legalmente establecidos y para quienes necesitaban transitar por el primer cuadro de la ciudad.

Hoy las cosas cambiaron y cambiaron para bien. Así como uno critica las fallas de la administración municipal de Fernando, hoy hay que reconocer a la liberación de las calles del centro de la ciudad como un logro positivo de su administración.

alexmoguels@hotmail.com