El Congreso de las pasiones

Acallan a Ruiz Massieu

Dante y el Verde: abucheos

Peñismo hereda catástrofe

La instalación sabatina del Congreso de la Unión puso de manifiesto la intensidad del reproche a las administraciones federales causantes de la crisis nacional (en especial, la que está por terminar, encabezada por Enrique Peña Nieto) y a los políticos y al estilo de política que han sido aliados y cómplices de esa postración del país./

A pesar de los continuos llamados de sus principales dirigentes (el máximo, Andrés Manuel López Obrador; los legislativos, Porfirio Muñoz Ledo en San Lázaro y Ricardo Monreal en el Senado) a mantener un clima de respeto entre adversarios políticos y a no apabullar al contrincante mediante el método del mayoriteo que largamente impuso el PRI a sus opositores, la sesión sabatina tuvo un desahogo rotundo, que tiene como explicación un hartazgo acumulado pero también deberá pasar a una fase de moderación, para dar paso a discusiones camarales más sensatas y productivas./

La explosión morena más significativa se produjo a la hora en que la dirigente de lo que queda del PRI, Claudia Ruiz Massieu Salinas de Gortari, habló a nombre de su chiquibancada (14 integrantes, de 128 senadores) y pretendió sostener la tesis de que el priismo-peñismo está dejando la mesa servida para que el obradorismo tenga grandes logros./ Justo cuando hablaba de que el PRI no es un partido de mercenarismo político, la mayoría de los diputados y senadores coreó la numeración progresiva que recuerda la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Ruiz Massieu no pudo esbozar alguna referencia o salida inteligente ante esa situación: si acaso, una especie de reelaboración de una de las frases clásicas de su tío tutelar, Carlos Salinas de Gortari: “ni los veo ni los oigo”, pues la senadora y dirigente priista solo atinó a pedir que se le reembolsaran los minutos de alocución que no había podido ejercer por el conteo del uno al 43./

Malos ratos en tribuna también pasaron el obsoleto propietario del partido Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, y el representante del oportunismo transexenal, Carlos Puente, este a nombre del Partido Verde que era peñista hasta hace pocos días y ahora es oferente en subasta de sus votos a favor del nuevo poder moreno. El derechista Partido Encuentro Social hizo vergonzosa alabanza del nuevo jefe político, López Obrador, como en tiempos del priismo clásico. Y lo que queda del Partido de la Revolución Democrática tuvo como su mejor exponente a Ricardo Gallardo Cardona, diputado potosino que libró acusaciones delictivas graves por deficiencias procesales y no por inocencia real./

El partido dominante hizo señalamientos duros, hablando de la “noche de los cínicos” y de las características desastrosas en que Morena recibe al país. El declarante, Mario Delgado, especializado más en asuntos de economía y dineros que en proclamas ideológicas, se llevó las ovaciones de la mayoría complacida y su nombre fue coreado en abono de la presunta construcción de un liderazgo (también) dorado./

Las pasiones expresadas en dicho estreno de legislatura corresponden a las que en ámbitos como las redes sociales son manifestadas de manera cotidiana. Hay una corriente, sobre todo de tuiteo, que combate sin tregua todo aquello que a su parecer contradice o critica los postulados obradoristas esenciales o coyunturales. Es explicable ese ánimo de defensa y ataque: es proporcional al largo sometimiento de opiniones de ese corte en los medios tradicionales de comunicación./

Sin embargo, es de esperarse que, conforme se vayan asentando los ánimos, el debate en las cámaras (y en medios libres, como el internet) también vaya encontrando formas y cauces menos ríspidos. Aún cuando es mucho el poder acumulado por Morena, la herencia catastrófica que deja el peñismo requerirá mucho más que coros, consignas, pancartas o discursos para ir encontrando soluciones./

En medio del barullo relacionado con el inicio de las hostilidades legislativas, Los Pinos dio un notable paso en su objetivo de ir cerrando expedientes judiciales problemáticos. Apenas unos días después de la reclasificación de un tipo delictivo en el caso del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa (lo que significa una gran ayuda a ese personaje siniestro), la Procuraduría General de la República (PGR), bajo ostentoso manejo de Peña Nieto, realizó piruetas sin justificación, lesivas al interés público, para zafar de un proceso judicial delicadísimo a Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, pieza menor, pero fundamental, en el entramado de transferencia de dinero público a campañas priistas que fue detectado en Chihuahua, durante la administración del panista Javier  Corral Jurado./

Con el mayor descaro político, jurídico y ético, la PGR, luego de “atraer” el caso, para pasar de la jurisdicción local a la federal, declaró ante un juez que no tenía manera de sustentar las acusaciones contra Gutiérrez Gutiérrez, quien era secretario adjunto a la presidencia del comité nacional priista, a cargo de Manlio Fabio Beltrones, cuando fueron enviados casi 250 millones de pesos al gobierno chihuahuense a cargo del priista César Duarte Jáquez./

Ese dinero, según diversos métodos probatorios consignados en autos judiciales por la fiscalía general del estado de Chihuahua, fue convertido en efectivo, mediante la simulación de contratos de obras y servicios, para ser entregado a campañas electorales priistas en 2015. De diversas maneras y en distinto grado, están involucrados en estas maniobras el entonces secretario de hacienda, Luis Videgaray; su sucesor, José Antonio Meade y el citado dirigente priista, Beltrones. Desde luego, como jefe político, aunque inimputable por ese tipo de hechos, el propio Peña Nieto como cumbre de la pirámide de transferencias monetarias al priismo./

Lo que debería ser un escándalo más, ha quedado en una opacidad preocupante. Como si hubiera acuerdos y negociaciones que derivan en impunidades “legalmente” acomodadas. ¡Hasta mañana!