El Quijote en el Soconusco

Tapachula es la tierra prometida

que florece en tus costas fascinantes

y fue una estrella que quedó encendida

en el sueño dorado de Cervantes.

Canto de amor a Chiapas

Armando Duvalier

En efecto, Miguel Cervantes de Saavedra solicitó la gubernatura del Soconusco, en una carta fechada el 21 de mayo de 1590, en la que Cervantes solicitaba al rey un “oficio vaco” en las Indias, cuyo original se halla en el Archivo General de Indias de Sevilla (Patronato, 253, R04), y en la que después de hacer una autobiográfica probanza de sus méritos como soldado:

“Pide y suplica cuanto puede a V.M. sea servido de hacerle merced de un officio en las Indias, de los tres o cuatro que al presente están vaccos, que es uno la contaduría del Nuevo Reino de Granada; o la gobernación de la provincia de Soconusco, en Guatimala; o contador de las galeras de Cartagena; o corregidor de la ciudad de La Paz; que con cualquiera de estos oficios que V.M. le haga merced, las rescibirá, porque es hombre hábil y suficiente y benemérito para que V.M. le haga merced, porque su deseo es continuar siempre en el servicio de V.M., y acabar su vida como lo han hecho sus antepasados, que en ello rescibirá muy gran bien y merced”.

El Consejo de Indias le contestó negándole la petición y haciéndole la recomendación de que consiguiera otro empleo en la propia España.

Esa posibilidad de que las peripecias del Quijote de la Mancha se hubieran desarrollado en tierras chiapanecas, fue recreado ficcionalmente por Antonio García de León en el texto “La verdadera historia un tal Miguel de Cervantes, gobernador del Soconusco” (La Jornada, 12 octubre 1992), y por el poeta y narrador Roberto López Moreno en el libro “Manco, loco, ¡Arde!” (1991), así que en ambas obras se ofrece la oportunidad de que el Quijote camine por Huixtla, Cacahuatán, Tuxtla Chico y Tapachula, aturdido por el calor del trópico o por el exceso de chocolate.

En el discurso literario de López Moreno, existe una riqueza paratextual que permite dimensionar el carácter de ruptura que pone en manifiesto en el conjunto de la obra estética de este autor, signada por la búsqueda y la propuesta, antesalas para que se configuré como una de las propuestas más solidas de la vanguardia en lengua española en la actualidad.

Los chiapanecos tenemos una deuda con Antonio García de León, autor del libro “Resistencia y utopía (memorial de agravios y crónica de revueltas y profecías acaecidas en la provincia de Chiapas durante los últimos quinientos años de su historia)”, quien generosamente escribió un libro decisivo sobre la historia de Chiapas.

Considerando si Miguel Cervantes hubiera sido gobernador del Soconusco, otra opción, sería que tal vez que el Quijote de la Mancha no se hubiera escrito, y que Cervantes alienado por la corrupción mexicana se hubiera dedicado a la política.

Enoch Cancino Casahonda, no se resistió la tentación de escribir sobre el Quijote, hombre informado pero siempre con un sentido de humor muy preciso, así que parte desde la solicitud cargo de Gobernador del Soconusco, porque en ese tiempo España estaba fascinada con la bebida llamada así, Soconusco, que se tomaba en la corte, en la alta sociedad y sobre todo en el seno del clero.

El nombre de chocolate, del náhuatl, chocotl, lodo, y atl, agua (agua lodosa) se le aplicó más tarde y desplazó definitivamente al nombre original de Soconusco. Era pues, toda una leyenda la riqueza de la lejana provincia y Cervantes quería salir de una vez por todas de su lamentable y mísera condición pecuniaria.

Estos sufrimientos lo llevaron a padecer prisión en varias ocasiones por deudas; y a tener innumerables desdichas en su matrimonio con doña Catalina Salazar. Para salvar de la miseria a su hija natural, Isabel tuvo una pequeña dote de la Duquesa de Pastrana para que aquella profesara en el convento de las monjas trinitarias, donde a la postre falleció Cervantes. Incluso por su condición de pobre, estuvo involucrado en un homicidio oscuro en sus detalles.

Cervantes escribió parte de su obra inmortal en la cárcel de Argamasilla y la concibió antes en su prisión Argelina, siendo prisionero de los turcos. La primera parte de Las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, fue escrita en 1605 y la segunda en 1615, un año antes de su muerte en 1616, en que también muriera nada menos que el príncipe de las letras inglesas, William Shakespeare.

Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá de Henares en 1547 y falleció en Madrid en la fecha antes mencionada. Fue alcabalero en Andalucía y agente proveedor de La Armada Invencible. Escritor mal comprendido de su tiempo y marido desengañado e infeliz en el hogar.

Fue modesto protegido del Conde de Lemus, quien le otorgó un mecenazgo a medias, y a este noble dedicó su última novela publicada póstumamente por su viuda, Los trabajos de Persiles y Segismunda firmada en Madrid el 19 de abril de 1616, cuatro días antes de su muerte.

Cultivó la poesía, pero sobre todo la novela en todos los géneros de su tiempo, la pastoril como la galatea, la novela corta a la italiana como en sus Doce novelas ejemplares; la filosófica, la de costumbres, la picaresca como en El coloquio de los perros, Rinconete y cortadillo, y la bizantina con raptos, viajes, naufragios y aventuras mil.

El Quijote es una auténtica suma del arte novelístico del Renacimiento español; todas las tendencias se dan cita en este texto que tenía la inspiración de Erasmo; novela de caballería en su concepción inicial.

Sin ser la excelencia de su obra literaria, los ocho entremeses que escribió son posiblemente lo más representado en los escenarios del mundo. Recordemos el Festival Cervantino de Guanajuato, en que son materia obligada. Yo recuerdo que en tiempos del licenciado Torres Landa nos fue presentado un retablillo en una casa colonial iluminada con hachones, El viejo celoso, que nos impresionó vivamente.

Platicando hace algún tiempo con mi amigo, el doctor Alberto de la Torriente, nos hacíamos la pregunta ¿qué hubiera pensado y escrito Cervantes del Soconusco, si se hubiera hecho realidad su deseo de gobernarlo? Nunca imaginó en su Retablo de las maravillas una tierra así.

El trópico exuberante y rotundo lo hubiera cautivado. Tal vez los mosquitos y el calor lo hubieran vuelto loco como a Don Quijote.

Quién sabe qué hubiera sucedido; pero lo más probable es que no hubiera escrito El Quijote. Siendo ya hombre próspero y bien chocolateado hubiera caído en la indolencia. El trópico nos hace soñar sin necesidad de escribir nada.

Pero quizá, quizá... el caballero de la triste figura no hubiera nacido en un lugar de La Mancha, sino en un cacaotal de Tuxtla Chico”.