Reconocimiento de la cultura de los chiapanecas en el “Día Internacional de las Lenguas Maternas 2016”

En el marco de los festejos por el Día Internacional de las Lenguas Maternas, que se llevará a cabo el próximo 21 de febrero, Teochiapan: Señorío de los Chiapa, el H. Ayuntamiento de Acala y el Comité Conmemorativo del Bicentenario del Natalicio del General Ángel Albino Corzo Castillejos, realizaremos un acto conmemorando la cultura de los chiapanecas.

Dentro de las actividades que se realizarán está la presentación del libro: “Hombres de la flor” de Lauro Alberto Victoria Coello, que yo presentaré. Además de una charla sobre la lengua de la cultura de los Chiapanecas dictada por el Ing. Mario Aguilar Penagos (Premio Chiapas en Ciencias). Además este año y como ya se ha venido realizando en otros municipios, se instalará en Acala el Comité Municipal Conmemorativo por el Bicentenario del Natalicio del General Ángel Albino Corzo.

Chiapa de Corzo es el pueblo más longevo de América, no el más antiguo, ya que existen otros de mayor antigüedad, pero la diferencia sustancial es que Chiapa permanece vivo, con 3200 años de existencia. En él han habitado dos etnias, la primera e inaugural de afiliación Olmeca (1220 A.C. – 1300 D.C.) y posteriormente con la llegada de los chiapanecas de adscripción Mangue (1300 D.C.), como consecuencia hay un grave error al consignarla como fundada por los españoles en 1528, en todo caso la nominación debería ser “legitimada”, ya que la población contaba con 1200 años aproximados de existencia antes de la llegada de los hispanos.

En reiteradas ocasiones he escrito sobre los chiapanecas, de las hipótesis de su origen y migración, y de su influencia etnolingüística que abarca la depresión central de Chiapas, entre otros tópicos de igual importancia.

Mario Aguilar Penagos, mi padre, ha realizado trabajos sobre la lengua chiapaneca y el habla formal de la gente de Chiapa de Corzo, durante más de cincuenta años de estudios constantes en la materia, esta dedicación le fue reconocida al otorgarle el “Premio Chiapas en Ciencias”, labor que se traduce en significativos trabajos: “El Diccionario de la Lengua Chiapaneca”, “Estructura Gramatical de la Lengua Chiapaneca”, “Diccionario de arcaísmos” (Una forma de hablar y pensar en Chiapa de Corzo) y “Método de la enseñanza de la lengua chiapaneca”, entre otros trabajos de igual importancia. En ellos, aborda el rescate de la Lengua chiapaneca; la estructura y ordenación de la misma, y en la exposición metodológica del habla formal vigente en Chiapa de Corzo, y una propuesta didáctica para su enseñanza. Vertiente preferente de los estudios efectuadas por él, es hacer notar que estas realizaciones materiales del pensamiento humano rescatan el valioso legado cultural dejado por los chiapanecas, que casi fue destruido y borrado por el celo misionero de la conquista española, cuyos estudios merecen ser tomados en cuenta y considerarlos para el resto de los idiomas que viven en la geografía humana de nuestro Chiapas.

Con orgullo pongo en manifiesto que nací en Chiapa de Corzo, y que mi origen es chiapaneca desde inmemoriales generaciones, no existe una mínima gota de sangre que niegue mi heredad. Desde esta pertenecia y propiedad cultural, propongo que sea reconsiderada la rica cultura que “los chiapanecas” dejaron como herencia a nuestra Entidad, y con ello un merecido reconocimiento a su extinta lengua y todo lo que abarca la influencia etnolingüística, ya que existe un gran desconocimiento público, de la indeleble cultura “chiapaneca” que se manifiesta con fuerte matiz aún en los municipios de Chiapa de Corzo, Villa de Acala, Chiapilla, Villaflores, Suchiapa, Totolapa, La Concordia, Jaltenango, entre otros pueblos de la depresión central de Chiapas.

Como bien apunta el historiador Carlos Navarrete: “La historia de los chiapanecas es todavía un problema”. Faltan estudios que profundicen, y quizá, trabajos de antropología que indaguen sobre las relaciones con otros grupos de su época. La cultura de los chiapanecas sigue viva, y puede contemplarse en las manifestaciones culturales, como son sus danzas y toponímias, por ejemplo mi apellido Nandayapa significa en lengua chiapaneca “Río verde”.

El nombre de nuestro estado, Chiapas, tiene sus raíces de esa rica cultura. El nombre de Chiapas proviene de la palabra Chiapan o Tepechiapan, forma en que se designaba a la antigua población indígena de los chiapanecas, y cuyo significado es “ Cerro de la chía” o “Agua debajo del Cerro”. Los conquistadores, al fundar dos ciudades en la región, Chiapa de los indios (hoy Chiapa de Corzo) y Chiapa de los españoles (hoy San Cristóbal de Las Casas), adoptaron para ambas el nombre de Provincia de los Chiapas. Pero su historia es aún más antigua.

Los primeros pobladores sedentarios dentro del territorio, dedicados a la recolección y la caza, se fueron asentando entre los años 30 mil y 14 mil a.C. en lo que hoy es el centro del estado chiapaneco. Existen pinturas rupestres en la cueva de Santa Martha con más de 9 siglos de antigüedad. Se considera que hacia 7500 a .C. se inicia la agricultura.

Hacia el 600 al 900 d.C. estas civilizaciones llegan a su máximo esplendor en el mundo maya. Se inician los problemas internos, la explosión demográfica, los conflictos entre nobles y militares, las revoluciones internas, y todo da pauta a un periodo de declive y grandes migraciones hacia Yucatán. Para el año 1200 d .C el colapso es inevitable y las ciudades son abandonadas.

Con las desintegración del imperio maya se constituyen diferentes señoríos, como el de los tzotziles asentados en los centros de Chamula y Zinacantán, o el de los tsetsales en Copanaguastla y el de los Mames en Zaculeu.

Estos y otros grupos herederos, continúan vigentes y son parte de la sociedad chiapaneca de los tiempos modernos. A fines del siglo XV los aztecas dominaron estas tierras, imponiendo tributos en especie y dejando nombres en náhuatl de lugares, animales y vegetales en toda la región.

A la llegada de los primeros españoles en 1518, se le denominaba a la comarca “El Gran Quiche”, Juan de Grijalva se adentró en la primera expedición por el río que hoy lleva su nombre. Gonzálo de Sandoval inició la conquista en 1522, al fundar la Villa del Espíritu Santo cerca del río Coatzacoálcos. Pero hasta en 1523 que Hernán Cortes envía a Pedro de Alvarado, Luis Marín y Diego de Mazariegos en declaración total de la conquista. Se inicia así un intento de sujeción que jamás ha podido ser concretado contra los indígenas de Chiapas.

Una de las cualidades que ha trascendido a lo largo de la historia de los Chiapanecas, es su ímpetu de guerreros. Carlos Navarrete resalta este atributo, que ha llegado hasta nosotros como una leyenda, y para demostrarlo se apoya en las palabras de Ximénez, diciendo: “desbarataron a Moctezuma y jamás sirvieron a nadie […] nación que nunca pudo sujetar Moctezuma, antes hacían grandes hostilidades en sus vasallos; y así viven engañados los que piensan que éstos fueron precedidos de los que traían los tributos de Nicaragua a Moctezuma y de allí se quedaron para tener descanso en el descanso”.

Por su parte Anne M. Chapman en “Los Nicarao y los Chorotega según las fuentes históricas”, señala: “los Nicarao eran los recién llegados que habían migrado desde el sur de México, probablemente unos setecientos años antes de la conquista, mientras que los Chorotega habían arribado antes también del sur de México”.

Con esta otra interpretación de las migraciones, se infiere que los Chiapanecas son los Nicarao y los Chorotega. En el cuidadoso y pormenorizado estudio de Anne M. Chapman, puede apreciarse la organización de estos pueblos: desde sus alimentos hasta cómo estaban divididas sus festividades durante todo el año.

Así, entre esas diversas interpretaciones de la historia de los Chiapanecas sobrevive el legado cultural de este grupo tan importante del centro del Estado.