#MeToo, ética, arte y Testosterona

Vértigo es la palabra que define lo que provoca Twitter a partir de los #MeTooMx. Cuánto dolor y rabia se vierte en las redes. Cuánta violencia, abuso y agresión acumulada la que lleva a miles de mujeres a gritar sus denuncias. Qué fuerte el suicidio de Armando Vega Gil ante una acusación en su contra que lo deja “hecho polvo” y “sin futuro”. En cuestión de horas, tantas vidas a la intemperie, tanta gente lastimada. ¿Es posible aprender algo de todo esto? Busco ayuda.

En un libro:

Encuentro una definición imprescindible: “La ética no es un reloj suizo cuyo movimiento jamás se perturba. Es una creación permanente, un equilibro siempre presto a romperse, un temblor que nos invita en todo instante a la inquietud del cuestionamiento y a la búsqueda de la buena respuesta” (Théo Klein). Está en Estudios sobre ética de la investigación y violencia de género en México (UAM, Obra Abierta Ediciones, María Guadalupe Huacuz Elía y Verónica Rodríguez Cabrera, coordinadoras).

En su introducción, Huacuz y Rodríguez advierten que el problema de la violencia y particularmente la violencia de género en contra de las mujeres es uno de los conflictos sociales más lacerantes en la historia del México contemporáneo. Invitan a mirar el asunto en el contexto actual de nuestro país: deterioro del tejido social y comunitario, degradación de las redes y solidaridades sociales, y desarticulación entre individuo, especie y sociedad. Proponen abordar el tema con perspectiva interdisciplinaria, no totalizadora, con una mirada que oscile entre el micro y el macrosistema, que no sólo denuncie la violencia de hombres contra mujeres sino las relaciones estructurales que las reproducen al infinito (la burocracia institucional, por ejemplo). Su propuesta consiste en “alejarnos de la visión dicotómica y victimizante que insiste en centrar el problema sólo en la ‘maldad de los hombres’ y en la ‘bondad’ incuestionable de las ‘víctimas perfectas’ porque esa visión es un obstáculo para entender la complejidad de la problemática e impide la capacidad de agencia de las mujeres”.

En Testosterona:

La obra de Sabina Berman, profunda, inquietante y divertida, que dirige Ana Francis Mor en el Foro la Gruta del Centro Cultural Helénico, parece ubicarse dentro de esa propuesta. Lejos del simplismo de buenas y malos, nos sumerge en una microestructura donde presenciamos la lucha por el poder en un periódico y el papel que juegan el amor, el sexo, la ética, la manipulación, el ego y las redes sociales en un tú a tú entre el director del medio (Álvaro Guerrero) y la subdirectora (Gabriela de la Garza). Para escalar profesionalmente, ¿es necesario reproducir masculinidades? ¿untarse testosterona? ¿elegir entre la maternidad y la carrera? ¿basta la inteligencia?… Le pregunto a Sabina si, como me parece, cambió el final con respecto a la puesta en escena de 2014. “No, los que cambiamos fuimos nosotros”, afirma.

En Metrónomos:

La nueva escultura cinética de Rafael Lozano-Hemmer en el Museo Memoria y Tolerancia ofrece un acercamiento visual al ritmo y la frecuencia con que se cometen crímenes contra la humanidad, es decir, a la macroestructura de las violencias. Lo hace a través de la instalación de ocho horcas invertidas cada una de las cuales representa alguna violación a los derechos humanos. Una de las piezas más activas es la que se mueve cada que hay una violación sexual en el mundo: 1027 veces por hora. El arte, para el autor, es una herramienta para relacionarnos de una manera más humana con los datos.

Lo decía Richard Buckminster Fuller: “El arte es un mecanismo óptimo para representar sueños, preocupaciones y deseos cuando las palabras no alcanzan (…) es una estrategia para hacer visible lo invisible, para dar voz a lo innombrable.”

La antropología social, el teatro y el arte, en este caso, nos dan elementos para hacer conciencia alrededor de aquello que nos rebasa por el vértigo.

adriana.neneka@gmail.com