“Anoche mi vida sexual cobró gran interés”. Esa declaración de Libidiano, hombre salaz, interesó mucho a su amigo Impericio, que casi no sabía nada acerca del amor carnal: jamás había puesto en práctica otra postura aparte de la del misionero, y pensaba que el sexo oral consiste en hablar de él. Le preguntó al lúbrico sujeto: “¿Qué hiciste?”. Relató Libidiano: “Llevé a mi esposa a la cama; le quité la ropa y la até de manos y de pies”. “¿Y luego? ¿Y luego?” -inquirió Impericio, ansioso. “Luego -concluyó Libidiano- me fui a la casa de una amiguita que tengo”. Verbo anticuado es “descañonar”. Si acaso será posible hallarlo en alguna zarzuela del antepasado siglo, como “El barberillo de Lavapiés”. La palabra se usaba para describir el acto de afeitar al ras el pelo de la barba. Para tal efecto el barbero introducía en la boca de su cliente una bola de madera o cristal llamada “nuez” a efecto de henchir el carrillo del afeitado y que la navaja resbalara mejor. Un señor le preguntó al barbero: “Oiga: ¿y si me trago la nuez?”. “No importa -respondió el fígaro-. Total, me la devuelve mañana, como hacen todos los que se la tragan». Digo esto porque en época electoral surgen rumores de toda clase. Podemos creerlos o podemos devolverlos, como la nuez de los antiguos rapabarbas. Aun así no incurrirá en calumnia quien diga que López Obrador está dispuesto a hacer alianza con el mismísimo demonio con tal de ganar la Presidencia. Lo ha demostrado al recibir a su lado a gente como Alberto Anaya, Elba Esther Gordillo y Napoleón Gómez Urrutia y Alberto Anaya, con otra gentualla no muy recomendable. Por eso se antoja creíble la afirmación de Ricardo Anaya en el sentido de que AMLO ha entrado en acuerdo con el PRI, y ha ofrecido amnistía -o sea impunidad- al régimen actual a cambio de que se le entregue el voto útil de los priistas y así ganar la elección presidencial. Se combinarían en ese arreglo la ambición de López Obrador y la desesperación del prigobierno, que ve sin posibilidad de triunfo a su candidato. Desde ese punto de vista la única oposición real al Gobierno y al PRI sería la del queretano, y el prigobierno vendría a ser un aliado más de López Obrador. Verosímil, en efecto, parece tal versión. No se debe olvidar que AMLO lleva en sí el gen priista, y que pactar con él es para los actuales detentadores del poder más fácil que con el panista, que se ha mostrado tan beligerante y tan dispuesto a perseguir las corrupciones del régimen, en tanto que el candidato de Morena ha ofrecido amor y paz, extendiendo perdones, amnistías y reconciliaciones a diestra y a siniestra. Para admitir o desechar este rumor tengamos muy en cuenta el origen político de López Obrador y el temor de quienes forman el régimen actual de tener que enfrentar alguna vez la consecuencia de sus actos. Goretina era la doncella más virtuosa en la localidad. De misa y comunión diarias, conmovía y edificaba a todos por su piedad y devoción. Se rumoraba que sabía de memoria el libro “Pureza y hermosura”, de monseñor Tihamér Toth. El padre Arsilio la ponía de ejemplo a las muchachas de la Congregación Celeste, y las exhortaba a imitar el pudor y recato de la casta joven. Un día, sin embargo, para sorpresa de todos, Goretina cambió de vida de repente. Salió a la calle pintada como coche y luciendo medias de malla, bolsa de chaquira y zapatos de tacón aguja. Empezó a vivir desenfrenadamente. Acudía todas las noches a los peores antros; bebía como esponja y se iba al Motel Kamagua con el primer hombre que la solicitaba. El padre Arsilio, consternado, habló con ella y le preguntó la causa de esa transformación. “Padre -explicó Goretina-. Leí mi diario y lo encontré muy aburrido. Quise darle algo de interés”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. Quienes saben oír lo que las tumbas dicen oyen esto:

“Fui el mayor propietario de tierra en la comarca. A la que heredé de mis mayores añadí las extensiones que yo mismo adquirí. No ambicionaba toda la tierra: anhelaba tener únicamente la que colindaba con la mía. Así me hice dueño de tanta tierra que ni siquiera yo sabía hasta dónde llegaba mi tierra.

“Ahora tengo nada más la que me cubre. Ahora no tengo otra tierra que aquella que yo mismo soy. Ahora entiendo que debí haber buscado lo que jamás busqué: vivir con plenitud la vida; gozar los goces del amor; ser feliz y dar felicidad a los demás.

“Ya es demasiado tarde. Miro la luz desde la sombra y quisiera comenzar de nuevo. Es imposible. Busqué la tierra, y lo único que tengo es tierra. No guardo recuerdos ni dejé recuerdos. Estoy verdaderamente muerto”.

Eso dice la tumba del cementerio de Ábrego. Los que saben oír, oigan.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Parecen verduleras los candidatos.”.

Me gustaría de veras

utilizar la expresión

pero se van -con razón-

a enojar las verduleras.