¿Por qué la esposa de don Cornífero se hallaba en la cama si el reloj marcaba ya la una de la tarde? El señor, viajante de comercio, había regresado sin aviso de un prolongado periplo, y se amoscó al ver así a su cónyuge, tendida en el no tendido lecho y en un estado de agitación nerviosa que no podía disimular. Don Cornífero hizo lo que cualquier marido en su caso habría hecho: abrió la puerta del clóset. En su interior estaba un individuo en cueros, quiero decir nudo, corito, descalzo de los pies a la cabeza. “¿Quién es usted?” -le preguntó el esposo hecho una furia. Era imposible que el interrogado sacara su tarjeta de presentación. Estaba, como dice el vulgarismo, en pelota. Respondió, sin embargo: “Soy el exterminador de termitas”. “¿Exterminador de termitas? -se atufó don Cornífero-. ¿Así, sin ropa?”. El individuo fingió revisarse y dijo luego: “Caramba. El problema es más grave de lo que yo creía”. “Este hogar es católico”. Así rezaba en tiempos ya pasados el letrero que muchos ponían en la ventana de su casa para evitar la visita de misioneros evangélicos. Alguien con buen sentido del humor puso su propio cartel: “Este hogar es caótico”. Así, caótico, se ve el nuevo gobierno. Caos en lo del aeropuerto de Texcoco; caos en lo de Taibo II; caos en lo del ajuste de salarios, en lo de los súper delegados o virreyes, en lo de la reducción del precio de la gasolina. Cuando AMLO era candidato actuaba como Presidente; llegó incluso a ceñir una apócrifa y espuria banda presidencial. Ahora que es Presidente actúa como candidato, según lo mostró en su discurso de toma de posesión, abundante en promesas, parco en explicaciones para fundar su cumplimiento. Aún los mayores críticos de López Obrador tendrán -tendremos- que reconocer que es el mandatario más cercano a la gente en la historia de este país. Cada vez que sale es aplaudido, como cuando subió hace días al avión comercial que lo llevaría a Veracruz. Los pasajeros rompieron a aplaudir al verlo actuar con espíritu republicano, sin el boato y costosísima parafernalia que acompañaba a los anteriores mandatarios. Pero esa humildad que en público demuestra, y que evidencia una sincera, auténtica intención de austeridad y honestidad personales, contrasta con la prepotencia de expresiones suyas tales como ésa de “me canso ganso”, o la de “he tomado las riendas del poder”. Ya no anda en campaña AMLO. Ahora es Presidente de la República. Se debe a México y a los mexicanos, a todos, incluso a quienes no le dimos nuestro voto. Le toca ahora gobernar con tino, prudencia y buen juicio a fin de hacer el bien a la Nación y no causarle daño. En “la soledad de su despacho” López Obrador encontrará mejores formas de trabajar por el país que en largos discursos de plaza pública o en palabras y acciones tendientes a acrecentar su popularidad. “¿Cuáles son las tres partes del cuerpo de la mujer que, según las estadísticas, el hombre besa primero antes de proceder a realizar el acto del amor?”. El concursante en el programa de preguntas y respuestas vaciló. “Los labios” -aventuró inseguro. “Muy bien” -confirmó el conductor del programa. “El cuello” -prosiguió dudoso. “¡Correcto! -exclamó el otro-. Y ahora, por el gran premio de los 64 pesos (también ahí había llegado la austeridad), díganos cuál es la tercera parte del cuerpo de la mujer que el hombre besa antes del acto del amor”. El concursante había llevado consigo a un asesor francés, pues ya se sabe que los franceses tienen fama de dominar las artes amatorias. Se volvió hacia él para pedirle ayuda. Le dijo el hombre: “A mí no me preguntes, mon ami. Yo ya me equivoqué en las primeras dos respuestas”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE

-Cuéntame un cuento, mamá.

-Si te lo cuento ¿me prometes que te dormirás?

-Sí, mamá. Te lo prometo.

Ella sabe muchos cuentos. Los escuchó de niña en labios de su madre. Sabe el de Blanca Nieves, claro; el de la Cenicienta, Pulgarcito y la Bella Durmiente. Sabe también el de Aladino y la lámpara maravillosa, el de Sinbad el marino y el de Alí Babá y los 40 ladrones. Y otros menos sabidos sabe: el del sastrecillo valiente, el de la niña de los fósforos, el de Riquet el del jopo.

Esta noche le cuenta el del patito feo. Lo termina con la antigua fórmula: “Y colorín colorado, el cuento se ha acabado; el que no se levante se queda pegado”.

El anciano se ha dormido ya. Porque no era un niño el que pedía un cuento; era un pobre hombre con la razón nublada por la edad. Creía que su esposa era su mamá, y cada noche quería que le contara un cuento. Y ella, amorosa, se lo contaba con ternuras de madre para su hijo.

Esto que hoy he relatado no es cuento; es verdadera historia.

La vida tiene historias que parecen cuentos.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA

“. Se venderá el avión presidencial en Estados Unidos.”.

Sobre esto no es de dudar

-desde ahora puedo preverlo-

que quienes van a venderlo

lo van a malbaratar.