Lord Feebledick sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers, en coición adulterina con Wellh Ung, el toroso mancebo encargado de la cría de faisanes. Sin perder su flema británica milord le preguntó a la pecatriz: “¿Por qué haces esto, esposa?». Respondió milady: «Por dinero». «¿Cómo por dinero?” -se esandalizó lord Feebledick perdiendo su flema británica. “Sí -confirmó lady Loosebloomers-. Le tengo que pagar”. En mi católica niñez me vi obligado a leer publicaciones religiosas que por fortuna no me causaron daño permanente. ( Al menos eso creo). La primera se llamaba “El mensajero del Corazón de Jesús”. Tendría yo 10 años cuando esa revista publicó un artículo sobre Emilio Salgari, uno de mis autores favoritos. Su trágica muerte -el escritor se quitó la vida con una navaja de afeitar- fue castigo de Dios, decía el tal artículo, por haber envenenado la mente de los niños y los jóvenes con sus fantasiosas novelas de aventuras. Sin mengua del respeto debido al Corazón de Jesús dejé de leer a su cruel mensajero, y seguí leyendo a Salgari. Ésa fue quizá la primera protesta de mi vida. Otras dos publicaciones debía yo leer por fuerza: “Vida del alma” y “El parroquial”. En ellas venía la clasificación de las películas que se iban a exhibir en los cines de la localidad. Las marcadas con la letra A eran “Buenas para todos”. (Hasta donde recuerdo sólo dos filmes merecieron dicha calificación en toda la historia de esas hojas semanarias). Las señaladas con la letra B eran “Para mayores, con reservas”. Y las que cargaban como sambenito la vitanda letra C estaban “Prohibidas por la moral cristiana”. Todas las películas de Tin Tan caían automáticamente en ese rubro. Los muchachillos hacíamos nuestra propia clasificación: las películas A eran aburridas; las B eran buenas, y las C colosales. La cuarta publicación la recuerdo con cariño. Era una revistita llamada “Chiquitín”, respuesta de la prensa católica al popularísimo “Pepín”, leído cada semana por cientos de miles de lectores y cuyo contenido no era aprobado por la clerecía. En la actualidad, entiendo, la publicación periódica más importante del catolicismo en México es el semanario «Desde la fe». Ciertamente no hay ahora una intelectualidad católica tan elevada y recia como la que hubo en los tiempos de los hermanos Méndez Plancarte, Alfonso Junco, el padre Garibay, Alfredo Placencia y muchos otros, entre ellos el mismo Arzobispo Primado en aquella época, don Luis María Martínez, teólogo, filósofo, literato y poeta de calidad excepcional. Sin embargo el mencionado semanario es hoy por hoy la voz oficial de la Iglesia, y debería llegar a todos los católicos de México, no sólo a los que viven en la capital. He oído comentarios favorables en relación con su nuevo formato, y me alegró saber que en la revista apareció un artículo de la señora Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del Presidente López Obrador. Inteligente dama, deja siempre en todas partes una gratísima impresión no sólo por su cultura, sino sobre todo por su amabilidad y don de gentes. El hecho de haber dado un texto suyo a esa publicación católica habla de su pluralismo y libertad intelectual. Discreta, sencilla, mesurada, la maestra Gutiérrez Müller está resultando ser una excelente Primera Dama cuyo acierto inicial fue haber declinado el título de Primera Dama. Su actitud y desempeño están redundando ya en bueno frutos para México. El novio de la Venus de Milo le dijo: «Pero, mi vida, ¿cómo quieres que pida tu mano?”. El hombre del censo era escueto al preguntar. “Nombre de su marido”. “Carmelino Patané». «Oficio». «Fabricante». «¿Hijos?». «No. Muebles». FIN.

Mirador

Dime, mujer, cómo te llamas.

Yo te llamo amor.

Te llamo vida.

Te llamo a veces Dios.

Pero esos nombres, lo sé, no son tu nombre.

Tanta presencia tuya llevo en mí que se me vuelve ausencia.

Olvido tu nombre de tanto recordarlo.

Sé que te llamas como la Señora.

Sé que cuando te llamo nace la luz.

Sé que las letras de tu nombre son la música.

Pero temo que si lo pronuncio toda la belleza del mundo acudirá, y la tierra, los cielos y los mares quedarán vacíos de belleza.

Dime tu nombre, amada, e iré hacia ti. Dímelo e iré hacia mí.

Dime, mujer, cómo te llamas. Así sabré cómo me llamo yo.

Dime quién eres. Así sabré quién soy.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA

“. Seguirá la falta de gasolina.”.

Como polvos de este lodo

-y lo estamos viendo ya-

a esa escasez seguirá

otra escasez: la de todo.