Noche nupcial. Con elegante ademán de galán del cine el recién casado dejó caer la bata que una tía le confeccionó para la ocasión, de popelina anaranjada con bordados de corazoncitos rojos. Su flamante mujercita lo vio y declaró seguidamente: “Mi mamá me dijo que esta noche me darías una sorpresa muy grande. La verdad, no me parece nada grande”. Dulcibella, joven soltera, le comentó a su amiga Susiflor: “Ya no tomo la píldora. Les temo a los efectos colaterales”. “Yo la sigo tomando -manifestó Susiflor-. Les temo más a los efecto frontales”. Después de oír su sentencia el reo llamó por teléfono a su mujer y le informó con acento pesaroso: «El juez me echó 50 años”. “No le hagas caso -lo tranquilizó la señora-. Cuando mucho te ves de 35”. La mamá de Pepito le preguntó con voz melosa: “¿De quén es este niñito pechocho?». Respondió enojado el chiquillo: «¡No me vayas a salir ahora con que no sabes quién es mi padre!». Babalucas le dio a su amigo un par de muletas. «¿Y esto?» -preguntó extrañado el amigo. “Son para tu hija -explicó el badulaque-. Me dijeron que dio un mal paso”. Tratar de detener con un muro el flujo de migrantes hacia Estados Unidos será inútil empeño, comparable a intentar detener las cataratas del Niágara con un tapón de sidra. Las caravanas del hambre son incontenibles, y quienes huyen de la miseria o la violencia se abrirán paso de una manera u otra para llegar a donde hay trabajo bien remunerado y seguridad para ellos y para sus familias. En ese contexto nuestro país afronta un riesgo grande. Se halla situado entre la extrema riqueza de los Estados Unidos y la pobreza extrema de casi todos los países de América Central. Los migrantes que no logren cruzar la frontera norteamericana se quedarán aquí y aumentarán el número de pobres que ya de por sí hay. Serán víctima, como ellos, de todos los males que derivan de la falta de empleo. Podrán ser reclutados por los grupos criminales. Sólo un programa de vastos alcances concebido por algún estadista como Roosevelt o Kennedy, con sentido político y humanitario y visión de largo alcance, ayudaría a los países pobres -México entre ellos- a mejorar las condiciones de vida de sus habitantes de modo que no tuvieran necesidad de abandonar sus lugares de origen para ir a buscar el pan y la paz en otra parte. Ciertamente Trump no tiene esa calidad ni desde el punto de vista de la política ni desde el ángulo de la humanidad. Así, el problema de la migración habrá de empeorar en los próximos años, y sus mayores consecuencias recaerán sobre nuestro país. Decir eso no es catastrofismo. Es realismo. Doña Frigidia le contó a su vecina: “Anoche mi marido halló por fin el modo de satisfacerme”. Inquirió la vecina, curiosa: “¿Cómo le hizo?”. Contestó doña Frigidia: “Se fue a dormir a otro cuarto”. Ya conocemos a Capronio: es un sujeto ruin y desconsiderado. En la playa le dijo a su esposa: “Pídele a tu mamá que se meta al mar antes que nosotros, para que espante a los tiburones”. Don Algón le preguntó al dependiente de la tienda: “¿Por qué es tan caro este abrigo?». Le explicó el hombre: «Porque es de lana virgen». Pidió don Algón: «Enséñeme uno más barato, no importa que sea de borregas prostitutas”. “¡Recórcholis! -exclamó el muchacho, que por haber sido criado por sus abuelos usaba expresiones arcaizantes-. ¡Qué frías tengo las manos!”. Su novia, tierna y amorosa, le sugirió: “Ponlas entre mis muslos. Así se te calentarán”. Aceptó el mancebo la grata sugerencia. Puso sus manos en aquel cálido sitio y, en efecto, bien pronto se le calentaron. “¡Recórcholis! -volvió a exclamar-. ¡Qué fría tengo la nariz!”. FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

-¡Qué invernal nos salió esta primavera!

Así dice don Abundio el del Potrero.

En efecto, estos días han sido de viento y de neblina, fríos.

Cuando el clima estaba así los de mi generación decíamos antes:

-La tarde está motelera.

Ahora decimos a lo más:

-La tarde está tequilera.

Ha cambiado el tiempo, y con el tiempo hemos cambiado nosotros. Ya nada es como antes. Dijo un señor:

-Yo conocí París. ¡Qué recuerdos guardo de aquella época!

Le preguntó un muchacho:

-¿Cuándo París todavía era París?

-No -suspiró con tristeza el señor-. Cuando yo todavía era yo.

Pese a todo a mí me gustan estos días nebulosos. Me ayudan a disipar las nieblas del olvido y a hacer que la memoria traiga al presente cosas del pasado.

Los días de sol son para hacer recuerdos.

Los días de neblina son para recordarlos.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Un juez exonera a Trump.”.

Me da pena comentarlo

porque no se oye muy bien,

mas diré que a mí también

me gustaría exonerarlo.