Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, llegó al bar donde solía reunirse con sus amigotes. Iba sangrando por nariz y boca; traía los dos ojos morados y el rostro lleno de lacerias. “¿Qué te sucedió?” -le preguntó uno, consternado. Respondió con feble voz Pitongo: “Luché por el honor de una mujer”. Inquirió el otro: “¿Por eso vienes todo golpeado?”. “Sí -contestó Pitongo-. Ella defendió su honor”... Nalgarina Grandchichier, vedette de moda, les mostró a sus amigas un retrato de su nuevo novio. Era un vejete muy feo. “La foto lo favorece poco -se justificó Nalgarina-. No se le ve la cartera”... El joven náufrago y su linda compañera vieron un barco que pasaba a distancia frente a la isla desierta en que habían estado ya dos años. Hicieron señales de humo, agitaron los brazos, y llenos de júbilo advirtieron que el barco torcía el rumbo y se acercaba a la isla. ¡Los habían visto y venían a rescatarlos! El muchacho le dijo entonces a la chica: “Tardarán por lo menos media hora en llegar. ¿Qué te parece si nos echamos el del estribo?”... El marido le reclamó enojado a su mujer: “Pagaste algo con este cheque, Gastona, y el banco lo devolvió por falta de fondos”. Respondió la mujer, irritada: “¿Y yo qué culpa tengo de que al banco le falten fondos?”. Un individuo le dijo a otro en la marisquería: “Pitorro: ya van cuatro docenas de ostiones que te zampas. ¿No te parecen demasiados?”. Explicó el otro: “Es que tengo que comer por dos”. “¿Por dos?” -se extrañó el amigo. “Sí - confirmó el individuo-. Por mi mujer y por la tuya”. Una señora se quejó con otra: “Mi marido llega muy tarde todas las noches oliendo a licor corriente y a perfume barato”. “El mío hacía lo mismo -dijo la otra-, hasta que le quité la costumbre. Una noche que llegó le dije en la oscuridad: “¿Eres tú, Felisberto?’. Con eso tuvo para ya no volver tarde nunca”. “¿Por qué?” -se sorprendió la señora. Explicó la otra: “Es que él se llama Leovigildo”... El registro de la actividad turística en estos días será un indicador muy útil para determinar si las medidas que López Obrador dictó en relación con el turismo han afectado a esa importante fuente de divisas para México. Los hechos, ya se saben son muy tercos. Cierto individuo depositaba en una alcancía, cada vez que hacía el amor con su esposa, las monedas que llevaba en el bolsillo. Al cabo de cierto tiempo rompió la alcancía. Sorprendido llamó a su esposa y le dijo: “Sabanaria: yo sólo echaba en la alcancía monedas, y resulta que está llena de billetes de 500”. Explicó la señora: “No todos son tan agarrados como tú”... Cuando la mamá de Pepito dio a luz al tremebundo infante el doctor que recibió al niño lo levantó en alto y le dio una nalgada, como es de uso entre tocólogos y obstetras. Pepito levantó la cabeza y le reclamó furioso: “¿Por qué me pega, desgraciado? ¡Yo no me metí ahí!”... Doña Prudencia era muy comprensiva. En cierta ocasión se sometió a una intervención quirúrgica que la inhabilitó por unos días para hacer obra de mujer con su marido. Entonces le dio dinero -y permiso- para que fuera a sedar su concupiscencia con una sexoservidora. Al salir del departamento, sin embargo, el señor se topó con la vecina, señora de muy buen ver y de mejor tocar, y le contó el rasgo de comprensión que había tenido su esposa. Le dijo la mujer: “¿Y por qué ir con una extraña? Dame a mí el dinero y yo te proporcionaré el mismo servicio”. De regreso con su esposa el tipo le contó lo que le había pasado con su vecina, y la cantidad de dinero que le había dado. “¡Mira qué méndiga! -se enojó la señora-. ¡Cuando a ella la operaron yo nunca le cobré nada a su marido!”... FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Se reunieron dos hombres en una calle desierta de Jerusalén.

Era de noche. No había luna ni estrellas en el cielo; las tinieblas lo cubrían todo con su sombra. Soplaba un viento frío que hacía tiritar en sus ramas a las hojas de los árboles.

Solos, sin ser vistos por nadie, hablaron esos dos hombres. Muy largo tiempo hablaron, cual si los ocupara un grave asunto, como si estuviesen disponiendo algo que harían de común acuerdo.

Se diría que por fin arreglaron aquello que estaban preparando, porque uno de los hombres se despidió del otro. Dijo:

-Entonces así lo haremos, amigo Judas.

Y el otro contestó:

-Sí. Así lo haremos, Señor.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“... La falta oportuna de lluvias podría disminuir la producción agrícola...”.

Que no reciba acomodo

la Madre Naturaleza

en la nómina, es torpeza,

pues se le culpa de todo.