“Háblame de sexo”. Así le dijo a su papá la niña adolescente. Tosió el señor, turbado, y respondió: “Ve con tu mamá”. “No -rechazó la muchachita-. No quiero saber tanto”. Empédocles Etílez y sus compañeros de parranda tuvieron en medio de la borrachera una ocurrencia que les pareció genial: irían a cantar una serenata al pie de la ventana de Zafiria, la única sexoservidora que en el pueblo había. Se proponían entonar a cuatro voces, en homenaje a la odalisca municipal, la sentida canción “Virgen de media noche”, éxito de Daniel Santos. Ya iban a subir al coche cuando surgió un inconveniente: Etílez mostraba estar en el último grado de la beodez, tanto que a duras penas podía mantenerse en pie. Le dijo entonces uno de sus contlapaches: “Tú maneja, Empédocles. Andas demasiado ebrio para cantar». La clase de Biología trataba esa mañana acerca de los ovíparos. “Juanito -pidió la profesora-, pasa al pizarrón y dibuja un huevo”. El niño tomó el gis y en gesto inconsciente metió la otra mano en el bolsillo del pantalón. Desde el fondo de salón gritó Pepito: “¡Va a copiar!”. La nueva Reforma Educativa -entiendo que es la número 1,049- implica un grave retroceso en la tarea educativa. Atenta contra el interés de los niños y los jóvenes, y por tanto es amenaza para el futuro del país. Suprimir la evaluación de los maestros es dejar en manos de los líderes las plazas magisteriales en vez de otorgarlas, como se estaba haciendo ya, según los méritos de los aspirantes. He aquí una nueva concesión del gobierno populista al populismo. He aquí otro golpe a la educación. He aquí un nuevo daño que la mala política hace a México. Babalucas puso una sala de masajes. Fracasó. Era de autoservicio. El capitán del barco avistó a dos náufragos, hombre y mujer jóvenes, que hacían señas desesperadas desde la playa de una isla. Fue en una lancha a rescatarlos, y en el tronco de una palmera vio cinco marcas hechas con cuchillo. “¿Ya tienen aquí cinco años? -preguntó asombrado. “No -respondió el hombre-. Apenas llegamos ayer”. Una encuestadora le preguntó a Libidio: “¿Le gustan las mujeres con muslos gruesos o con muslos delgados?”. Contestó él sin vacilar: “Más bien me gusta lo intermedio”. La mamá de Susiflor le dijo: “El camino para llegar al corazón de un hombre pasa por su estómago”. Acotó Susiflor: “No creo que pase tan arriba”. La enamorada chica le dijo a su novio: “¡Mis cabellos son tuyos, uno a uno! ¡Tuyos son mis ojos; tuyos mis labios! ¡Mi corazón es tuyo! ¡Tuyos son todos mis pensamientos!”. Protestó él: “¡Cómo eres mala! ¡Te estás reservando lo mejor!”. Un amigo del esposo de Uglicia, mujer más fea que un coche por abajo, le preguntó: “¿Qué harías si encontraras a tu señora en brazos de otro hombre?”. Respondió el otro: “Llamaría al manicomio para avisar que un loco se les había escapado”. Sin saber cómo Tirilita se encontró en el cuarto 210 del Motel Kamawa. Ahí la condujo, si no con engaños sí con astucias, su novio Pitorrango. En menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco el avieso galán ya tenía en el lecho del placer a la candorosa joven, a la que primero despojó de la ropa que vestía y luego de la impoluta gala de su doncellez. Volvió en sí la muchacha de aquel deliquio que la obnubiló, y al ver perdida su pureza rompió a llorar desconsoladamente. “No te aflijas, mi cielo -la consoló el seductor-. Mañana mismo iré a tu casa; hablaré con tus padres y pediré tu mano en matrimonio. Repararé mi falta». «Está bien -respondió Tirilita al tiempo que se enjugaba las profusas lágrimas-. Entonces repara también las fuerzas y hazme esto mismo otra vez». FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Llegó el número uno y me dijo sin más:

-Soy el número uno.

Le respondí:

-Lo felicito. Y le presentaré otro número uno. Así serán el 11.

Contestó:

-Aparte de mí no hay ningún otro número uno.

-Hay muchos -repliqué-. A más de usted y del 11 están el 111, el 1111, el 11111, y así sucesivamente.

-Pero el primer número uno soy yo -insistió airado.

-Todos son el primero y todos son el último -repuse-. Dicho de otra manera: todos son el mismo. Todos son el número uno.

Se alejó mascullando no sé qué.

Yo me quedé pensando que todos los hombres son como el número uno: todos creen ser el número uno.

Y desde cierto punto de vista todos lo son.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Altas temperaturas en todo el país.”.

El calor llegó a destiempo,

más de uno lo refiere.

¡Y para colmo hay quien quiere

vender la cerveza a tiempo!