Don Languidio, senescente caballero, le propuso matrimonio a Pirulina, muchacha en flor de edad. Para convencerla le dijo: “Quizá el invierno esté en mis canas, pero la primavera está en mi corazón”. Preguntó la sabidora chica: “¿Y en qué estación del año está lo demás que se necesita?”. Pepito lloraba desconsoladamente. Su papá le preguntó por qué. Respondió el niño entre sollozos: “¡La maestra me castigó por algo que no hice!”. “¡Qué injusticia!” -prorrumpió el genitor. Dijo Pepito enjugándose las lágrimas: “¿Entonces no te parece mal que no haya hecho la tarea?”. El abuelo se preocupaba por su nieto, muchacho en edad de merecer. Decía: “Temo que el chico se tope con una muchacha de esas modernas que le contagie un herpes o, peor todavía, un sida. Me gustaría que se hallara una muchachita de las de antes, a la antigua, que le pegara cuando mucho unas ladillas o una gonorrea”. El adivino de feria le comentó a su novia: “Tengo dos bolas de cristal”. Ella se consternó: “Entonces nunca podremos tener hijos”. Un golfista llegó al bar de su club después de jugar nueve hoyos. Traía el pantalón todo mojado en la región de la entrepierna. “¿Qué te pasó?” -le preguntó, divertido, un compañero. Explicó el humedecido: “Hoy es el primer día que uso lentes bifocales. Cuando empecé a jugar veía todo doble: un bastón grande y uno chico; una pelota grande y una chica; un hoyo grande y uno chico. Le pegué a la pelota chica con el bastón grande y alcancé una distancia que nunca había alcanzado. Luego, al hacer un putt muy largo, dirigí la pelota chica al hoyo grande, y la metí sin dificultad. Jamás había jugado tan bien. Pero al llegar al hoyo 9 sentí la urgencia de hacer una necesidad menor. Fui atrás de un árbol, me bajé el zipper y saqué lo que tenía que sacar. Entonces miré dos: una grande y una chica. Guardé la grande, pues conozco bien la mía. Fue entonces cuando me mojé”... Expertos en cuestiones del papado comentan el reciente viaje del papa Francisco a Cuba y Estados Unidos, y concluyen que el pontífice argentino ha superado a Juan Pablo Segundo en carisma y popularidad. A mayor abundamiento, añaden, Francisco “dice cosas”. Eso significa que hace pronunciamientos puntuales y demandas concretas, sin sujetarse a los protocolos de la diplomacia ni apegarse a los usuales convencionalismos. La imagen del papa es ahora la de un hombre sencillo que es al mismo tiempo un hábil estadista capaz de modificar la historia, como hizo al procurar -y conseguir- el acercamiento de Estados Unidos y Cuba. Al margen de esas cuestiones de política internacional a mí me conmovió la capacidad de comprensión y la bondad humana que demostró el pastor de la iglesia católica al autorizar a los sacerdotes a dar la absolución a las mujeres que han abortado. Bien conocía Francisco el drama de las que por esa causa habían salido del seno de la iglesia, excomulgadas. Con verdadero espíritu cristiano, de amor y de perdón, el Papa las vuelve a admitir en la asamblea de los fieles y les da el regalo precioso de la eucaristía, que para los católicos es invaluable don, indispensable sacramento. Un papa así es verdaderamente un Santo Padre… El pretendiente fue a pedir la mano de su novia, muchacha de áspero carácter, y mandona. El padre de la chica le preguntó al galán: “Sabe usted, joven, que mi hija es mujer de muchos calzones?”. “Sorpréndeme lo que me dice usted, señor -respondió el muchacho con sincero asombro-. Yo solamente le conozco tres”. Las señoras del club de costura sostenían una animada conversación acerca de los hijos. Comentó una: “La mejor manera de hacer que un bebé crezca sano y robusto es darle el pecho. Con alimentación artificial los niños se crían débiles y enfermizos”. “¡Eso no es cierto! -protestó una señora-. Mi hijo Mamerto está fuerte y sano, y nunca supo de tomar teta sino hasta que se casó”. El marino deambulaba por el malecón, como buscando algo. Lo detuvo una chica de la vida alegre y le dijo: “Tengo 30 años, soy hermosa y acabo de regresar a mi actividad después de un mes de vacaciones. Te cobro mil pesos”. Respondió el marinero: “Yo tengo 20 años, soy guapo y acabo de pisar tierra después de un año en el mar. Te cobro 500”... FIN.

Mirador

Por Armando FUENTES AGUIRRE.

Hu-Ssong les pidió a sus discípulos que le ayudaran a quitar las piedras del sitio en donde quedaría el jardín.

Uno de ellos, el menor, se empeñaba en mover por sí solo una gran piedra, y no lo conseguía.

-Maestro -le dijo a Hu-Ssong-. No puedo mover esa piedra.

-¿Ya usaste toda tu fuerza? -le preguntó el filósofo.

-Sí, -respondió el joven-. Apliqué toda mi fuerza y no logré moverla.

-Perdona -le dijo entonces el filósofo-, pero no creo que hayas usado en verdad toda tu fuerza.

-¿Por qué dices eso, maestro? -se confundió el muchacho.

-Porque a nadie le has pedido que te ayude. Muchas veces nuestra fuerza mayor estriba en reconocer nuestra debilidad, y en tener la humildad de pedir la ayuda de otros.

El alumno entendió lo que decía Hu-Ssong. Dejó a un lado su orgullo y les pidió a sus compañeros que le ayudaran. Así, con todas sus fuerzas -la suya y la que le dieron los demás- pudo mover la piedra.

¡Hasta mañana!...

Manganitas

Por AFA.

“. Habrá autos solamente con asiento delantero.”.

Me causa satisfacción ese anuncio extraordinario.

Tendrá efecto secundario: una menor población.