Trump, el rostro del Fuego y la Furia

Michael Wolff, un periodista estadounidense de medios impresos, de 64 años, que ha colaborado con The Guardian, Hollywood Reporter y Vanity Fair, es el autor de “Fire and Fury: Inside the Trump With House (Fuego y Furia: Dentro de la Casa Blanca de Trump), en circulación desde este viernes 5 de enero, pese a los intentos de prohibición del Presidente de la potencia número uno del mundo.

Toda una bomba editorial, pero sobre todo política, basada en las intimidades y debilidades confidenciales del magnate inmobiliario y su familia, escrito con la asesoría de Steve Bannon,  el ex poderoso estratega de la campaña de Donald Trump, al que sirve como Presidente y es cesado por rivalidades con influyentes miembros del Gabinete.

Publicación en la cercanía del 20 de enero, en que se cumple el primer año de la polémica y estrafalaria gestión del hombre, que según el libro, no pensaba ser Presidente, ni quería serlo y que una vez encumbrado, ante sus impulsos y arbitrariedades constantes, gente más responsable de su confianza, se ve obligada a esconderle el maletín nuclear, al que ha hecho referencia para responder las bravuconadas del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un.

Documento para la historia, en el que se afirma que Donald es exactamente lo que parece, al ser el tipo que dice las cosas que piensa e incluso que dice las cosas sin pensarlas.

Lo que pareciera ser la venganza de Bannon, el ex influyente asesor de Trump, Steve Bannon, de 63 años, mano derecha del republicano desde agosto de 2016, hasta agosto 18 de 2017, quien un día después de ser echado del Olimpo de Washington, declararía que “ahora soy libre y tengo mis manos de vuelta en mis armas”, advirtiendo que “la Presidencia por la que luchamos y ganamos, ha terminado”, ha enfurecido al líder político más poderoso de la tierra.

Una visión de la cúpula del poder dentro de la Residencia Oficial Presidencial, organizada por Michael Wolff, en la que afirma que se trata de un gobierno consumido por luchas intestinas, sin prioridades claras y dominado por una personalidad extravagante y caprichosa, que encuentra en sus instintos su mejor consejero.

Texto en el que se conjugan 200 testimonios de personas cercanas a Trump, acumulados en los últimos 18 meses, que incluyó una breve conversación  con el mismo Donald, quien ahora lo niega, y que al sumarse han puesto en guardia al mandatario, cuyos abogados trataron de evitar que la casa editora HenryHolt&Company, lo sacara a la venta el martes 9 de enero, bajo la amenaza de que de no desistir, sería denunciada por publicar un libelo, lo cual obligó a esta empresa a adelantar su comercialización el viernes 5.

El nuevo gran éxito editorial mundial, resulta toda una polémica al revolver las corrientes de poder, en torno a un Presidente convencido de actuar en forma prepotente y arbitraria, sustentado en la omnipotencia, a pesar de no haber sido elegido democráticamente, sino por los designios de las grandes Corporaciones que dominan los votos en el Congreso estadounidense.

Descripción del líder de la Unión Americana, como caótico y bufón que gobierna por impulsos, que aún no toma muy en serio las dimensiones de una posición de inmensos privilegios, más allá de los que ya tenía como el magnate del escándalo, pues nunca pensó que ganaría a su contendiente, la demócrata Hillary Clinton.  

Contenido del documento en el que se precisa que cuando conoció los resultados de los comicios, Donald Trump “se quedó helado como un fantasma. Un estupor del que, una vez investido presidente, pareció seguir preso; no procesaba información, no leía y ni siquiera ojeaba los informes”.

Relato que se atribuye a Donald, el hijo mayor, de los momentos del inicio de la era posterior a Barack Obama: “Melania, la esposa, lloraba y Trump, se quedó helado como un fantasma. Acababa de saberlo. Era el próximo presidente de Estados Unidos. No se lo creía. No se lo esperaba. Hasta el último día había dado por segura la derrota. Ese 8 de noviembre, de hecho, su equipo se había concentrado en los cuarteles generales contento porque consideraba que iban a perder por menos de 6 puntos”.

Y el propio Trump, se añade en la publicación, en días anteriores, había expresado a su amigo, el presidente de la cadena Fox, Roger Ailes, su convicción de que haber llegado hasta ahí era ya un triunfo que le abría las puertas de la fama, aunque se le cerrasen las de la Casa Blanca. Pero todo cambió esa noche.

Perplejo, su consejero de campaña Steve Bannon lo vio transformarse. Primero escéptico, luego horrorizado, y finalmente iluminado: “Donald Trump se convirtió en el hombre que consideraba que merecía ser y era perfectamente capaz de ser, el presidente de Estados Unidos”.

Nadie mejor que Bannon, su ex mano derecha, para contar a Wolff los detalles de la vida íntima de Trump, como inquilino de la Casa Blanca. Por eso su malestar profundo al enterarse que en una parte del libro se le describe en esos primeros días, como un “niño grande” que reclamaba al servicio de su habitación, en la que dormía y sigue estando solo por las noches, el que tocaran su cepillo de dientes, temeroso de sufrir un envenenamiento.

El Donald mortal, que en el inicio de su gestión se quedaba paralizado ante asuntos complejos y tenía que recurrir a Bannon, como su principal asesor, para atenderlos y dar una respuesta.

Steve, el cerebro del documento de letra impresa que ha empezado a romper record de ventas dentro y fuera de Estados Unidos, revelaría que “no fue el día más feliz de la vida de Donald Trump. Estaba molesto por el boicot de los famosos y disgustado por haber tenido que dormir en el Area de Huéspedes de la Casa Blanca, en vez del Hotel Trump. Su esposa Melania fue víctima de su mal humor y estuvo al borde las lágrimas”.

Y lo que el magnate nunca se imaginó de hacerse públicas sus debilidades y excentricidades en la intimidad familiar, ocurriría con la publicación de la obra del periodista Michael Wolff: “A Trump no le gustó la Casa Blanca y desde el inicio refugió en su habitación, una pieza separada de Melania. Era la primera vez desde Kennedy que un matrimonio presidencial no dormía en el mismo cuarto.

“Inmediatamente pidió dos televisores más y una cerradura para la puerta, algo que el equipo de seguridad desaconsejó. Ya instalado, no tardó en abroncar al servicio de limpieza por retirar del suelo sus camisas. Si mi camisa está en el suelo es porque quiero que esté en el suelo”. Y rápidamente, les impuso nuevas reglas: él se abriría la cama y decidiría cuándo quería que le limpiaran las sábanas, y nadie podía tocar nada de su habitación”.

El hermetismo siempre bien controlado para evitar fugas de información de la vivienda número uno del país del norte, dejaría de serlo, para dar paso a los detalles proporcionados por el mismo equipo de colaboradores, desde el interior de la Casa Blanca.

Solamente los miembros del equipo cercano podrían hacerlo: “En los primeros meses, nadie dominaba la Casa Blanca y sus más cercanos colaboradores se odiaban. Tres eran los que competían y despachaban directamente con el mandatario. El jefe de gabinete, Reince Priebus; el estratega jefe, Steve Bannon, y el yerno, Jared Kushner. Los dos primeros eran especialmente despreciados por Trump. Un día llegó a comentar en voz alta los defectos de su círculo íntimo: Bannon era desleal (sin mencionar que vestía como una mierda); Priebus, un débil (sin mencionar que era bajito, un enano); Kushner, un adulador”.

Era el principio de la guerra de los golpes bajos, que harían que no obstante la extrema cercanía con el jefe de la Oficina Oval, Steve Bannon  permaneciera en el ánimo de Trum hasta mediados de agosto. Solamente siete meses en el Olimpo estadounidense.

La pluma de Wolff  tomaría datos relevantes: “Trump no sabía a quién elegir para los principales puestos. Y sus manías no le ayudaban. Cuando le recomendaron al diplomático John Bolton como consejero de Seguridad Nacional, lo rechazó por su bigote. Es un problema. Para Trump no puede formar parte del equipo con ese bigote”, comentaría Bannon.

Tampoco, agregaría, mejoró su criterio para la selección del jefe de gabinete, un puesto de enorme poder y que hace las veces de primer ministro. El primer impulso del presidente fue escoger a su yerno, sin ninguna experiencia política y cuyo principal valor era ser el marido de su hija Ivanka.

Pero eso no le importó a Trump. Exteriorizó su deseo y nadie se atrevió a refutarlo. Tuvo que ser alguien venido de fuera quien diera la voz de alerta. La columnista conservadora Ann Coulter se llevó un día al presidente aparte: Nadie te lo está diciendo, pero no puedes. Simplemente no puedes contratar a tus hijos. Sin embargo, la recomendación de la experimentada comunicadora únicamente funcionó a medias.

El nepotismo del Presidente es subrayado en el libro: “El poder de Ivanka y su esposo, Jared Kushner, es inmenso en la Casa Blanca. En los primeros meses igualaba al del entonces jefe de gabinete, Reince Priebus. Tenían hilo directo con el presidente y, pese a las advertencias, habían logrado ser contratados como asesores. Ivanka había ayudado a su padre no sólo en asuntos de negocios, sino también maritales. Era algo transaccional.

“Desde esa cercanía, trataba a su padre con desapego, se reía de él e incluso hacía burlas sobre su peinado. Mientras el resto del gabinete callaba, ella recordaba que esa composición capilar era una forma de tapar una superficie central absolutamente lisa mediante el artificio de peinar el cabello de los laterales hacia el centro y después atrás.

“Pese a las bromas, a nadie se le escapaba que era la emperatriz y que aspiraba a ser la primera presidenta de Estados Unidos. Ivanka y Kushner, habían llegado a un acuerdo serio: Si en algún momento en el futuro se presentaba la oportunidad, ella sería la candidata a la

presidencia. La primera mujer presidenta, se emocionaba Ivanka, no sería Hillary Clinton, sino Ivanka Trump”.

La incompetencia de Trump como Presidente, es señalada por Katie Walsh, otra de las fuentes de información, la ex subjefa del Gabinete, al afirmar que el mandatario “no destacaba por sus conocimiento ni por su sangre fría. Es como un niño cuyos deseos había que adivinar e incapaz de disciplinarse, pues en la Casa Blanca no sabía poner orden ni prioridades”.

 Denme tres cosas en las que el presidente quiera centrarse. ¿Cuáles son las tres prioridades?, preguntaría Walsh a Kushner pocos días antes de abandonar el cargo en marzo pasado. Su exasperación tenía un motivo: “El presidente no avanzaba. No procesaba la información en un sentido convencional. No leía nada. Ni siquiera ojeaba. Para muchos no era más que un semianalfabeto. Confiaba en su propia experiencia, aunque fuera irrelevante, más que en nadie más. A menudo se mostraba confiado, pero igualmente se le veía paralizado, presa de sus peligrosas inseguridades. Respondía instintivamente, arremetiendo y actuando según sus tripas”.

“Fuego y Furia: Dentro de la Casa Blanca de Trump”, apenas empieza. Una historia de la que aún faltan por incluir muchos capítulos generados en menos de un año, del Presidente más polémico en la vida estadounidense, que sigue y continuará siendo el “coco” de México.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013, Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.