Crece migración por miseria, hambre y violencia

El mundo se convulsiona cada vez más por la miseria, el hambre y la violencia generadas por una despiadada globalización de la economía, que se revierte en forma de crecientes migraciones desbordadas hacia las grandes potencias, como Estados Unidos, que la lidera.

Centroamérica y México son en la región de influencia, los países que más padecen el embate del capitalismo salvaje empobrecedor, que avanza sin misericordia explotando laboralmente a una clase trabajadora, que por diez horas de trabajo en una maquiladora gana el equivalente a 100 pesos diarios, mientras en la Unión  Americana el mínimo es de 15 dólares la hora.

Grave desempleo en la principal industria “nacional”, Petróleos Mexicanos, que mantiene en la zozobra a sus técnicos y profesionales, al continuar la política de desempleo en las Regiones de Campeche y Tabasco, cuyos números suman miles y mantienen en bancarrota la actividad económica de la isla de Ciudad del Carmen y las demás poblaciones de influencia en ambas entidades.

Ante la falta de oportunidades de empleo al disminuir la explotación de hidrocarburos, aceptan condicionados salarios al 50 por ciento, mientras que los grandes consorcios petroleros estadounidenses beneficiados por la Reforma Energética, han empezado a traer a sus especialistas con remuneraciones insultantes para sus iguales mexicanos que tienen la misma capacidad, pero por necesidad aceptan migajas.

Exodo de miles al otro lado del río Bravo y del “Muro de la Ignominia”, al cancelarse las posibilidades de una vida digna que habían alcanzado y que pierden ante la nueva normatividad advera para el interés de la mayoría de 120 millones de mexicanos, que siguen creyendo ser dueños absolutos de una riqueza que sigue entregándose al gran inversionista foráneo.

Chiapas no es la excepción, pues frente al abandono gubernamental a las actividades productivas del campo, persiste el deterioro de la economía familiar en las economías rurales, donde aumenta la hambruna y los casos de desnutrición hasta de tercer grado, incrementándose el número de comunidades serranas costeras, sin jóvenes, que dejan atrás todo para salir a buscar el sustento, principalmente en Estados Unidos, donde los que han podido ingresar y trabajar, representan un importante factor que permite paliar la problemática del abandono, por las divisas que generan.

Situación agravada en 2017, por el incontenible flujo de indocumentados de 52 nacionalidades, que sin ningún tipo de control, sobre todo sanitario, incursionaron desde Guatemala al territorio nacional, en la Frontera Sur de México, bajo la coordinación de bandas internacionales dedicadas al tráfico ilícito de seres humanos.

No existe al concluir el sexenio, ni siquiera la intención de establecer mecanismos de seguimiento migratorio por parte del Instituto Nacional de Migración de la Secretaría de Gobernación, lo cual hace viable la permanencia de los grandes negocios de agentes y jefes con las mafias de la trata de personas, sea por los puentes fronterizo de Talismán, Ciudad Hidalgo (pasan caminando también por el cauce del río Suchiate), en la planicie costera, o en la zona montañosa, en Frontera Comalapa y Mazapa de Madero, para seguir por la ruta de las presas hidroeléctricas.

Más hacia el altiplano en Ciudad Cuauhtémoc, y sobre el caudalosos río Usumacinta, por Frontera Corosal, en ruta a Palenque y de ahí a Villahermosa o sobre el mismo afluente, hasta la tabasqueña Tenosique, donde abordan el tren.

Nada ni nadie los detiene, pero debido a las mayores dificultades para ingresar a territorio estadounidense, miles han decidido no seguir avanzando y optado por quedarse en los distintos estados de México, con el inconveniente de sus habitantes, de ignorar si realmente estos indocumentados son en parte integrantes de organizaciones delictivas, como las Maras Salvatrucha 13 y Barrio 18, comúnmente identificables por sus tatuajes en la piel, aunque esta estrategia ha empezado a cambiar para no ser detectados por las autoridades.

Una realidad que debería preocupar a las autoridades federales, al propiciar esta presencia migratoria irregular, condiciones de riesgo para la seguridad nacional, que siguen siendo pasadas por alto, que por lo pronto en la región limítrofe con Guatemala, inciden de manera importante en la elevación de los índices delictivos que van desde el robo a  transeúntes, casas habitación, extorsiones, asesinatos, lesiones, secuestros y violaciones sexuales.

Minorías que lamentablemente deforman la actitud de la gran mayoría de quienes se han visto obligado a huir de sus países y que se combinan en muchas partes del planeta con refugiados, que fueron tema central de la celebración el 1 de enero, de la 51 Jornada Mundial de la Paz, en la que el mensaje central fue del papa Francisco, al recordar a los más de 250 millones de migrantes, de los que 22 y medio millones tiene el rango de asilados (mujeres, niños, jóvenes y ancianos), que por lo general buscan un lugar donde vivir en paz y que están presentes en su recuerdo y oración.   

Para encontrar esa meta, explicaría, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar sus vidas a través de un viaje que, en la mayoría de los casos, es largo y peligroso; están dispuestos a soportar el cansancio y el sufrimiento, a afrontar las alambradas y los muros que se alzan para alejarlos de su destino.

A todos ellos diría el Sumo Pontífice: “Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental”.

El papa venido del fin del mundo (Argentina), hablaría de la perspectiva del tema y advertiría que los datos de que dispone la comunidad internacional, indican que las migraciones globales seguirán marcando nuestro futuro. Algunos las consideran una amenaza, comentaría e invitaría a contemplarlas con una mirada llena de confianza, como una oportunidad para construir un futuro de paz.

Recordaría el jefe del Estado Vaticano, que su antecesor Juan Pablo II, incluyó el número creciente de desplazados entre las consecuencias de una interminable y horrenda serie de guerras, conflictos, genocidios y limpiezas étnicas que habían marcado el siglo XX.

Acorde a su estilo pleno de franqueza, el Vicario de Roma manifestaría al mundo, que en el nuevo siglo no se ha producido aún un cambio profundo de sentido: los conflictos armados y otras formas de violencia organizada siguen provocando el desplazamiento de la población dentro y fuera de las fronteras nacionales.

Una evaluación plena en el inicio de 2018, en la que destacaría que  las personas también migran por otras razones, ante todo por el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la “desesperación” de un futuro imposible de construir.

Se ponen en camino, explicaría, para reunirse con sus familias, para encontrar mejores oportunidades de trabajo o de educación: quien no puede disfrutar de estos derechos, no puede vivir en paz. Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental.

El jefe de la Iglesia Católica Mundial, se mostraría convencido de que la mayoría emigra siguiendo un procedimiento regulado, mientras que otros se ven forzados a tomar otras vías, sobre todo a causa de la desesperación, cuando su patria no les ofrece seguridad y oportunidades, y toda vía legal parece imposible, bloqueada o demasiado lenta.

Sin mencionar su nombre, pero evidenciando el destino de su mensaje, se referiría al Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, caracterizado por su conducta racista antiinmigrante: “Los que fomentan el miedo hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la paz siembran violencia, discriminación racial y xenofobia, que son fuente de gran preocupación para todos aquellos que se toman en serio la protección de cada ser humano”.

Observando a los migrantes y a los refugiados, esta mirada sabe descubrir que no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen, subrayaría a su favor.

Externaría su gran optimismo, al confiar en que durante 2018, la ONU lleve a la definición y aprobación por parte de sus Estados miembros, dos pactos mundiales, uno para una migración segura, ordenada y regulada, y otro, sobre refugiados.

Advertiría el papa Francisco, que es importante que ambos estén inspirados por la compasión, la visión de futuro y la valentía, con el fin de aprovechar cualquier ocasión que permita avanzar en la construcción de la paz: sólo así el necesario realismo de la política internacional no se verá derrotado por el cinismo y la globalización de la indiferencia.

Planteamiento del Sumo Pontífice, para que el diálogo y la coordinación constituyen, en efecto, una necesidad y un deber específicos de la comunidad internacional. Más allá de las fronteras nacionales, es posible que países menos ricos puedan acoger a un mayor número de refugiados, o acogerles mejor, si la cooperación internacional les garantiza la disponibilidad de los fondos necesarios.

Llamado del sucesor de Pedro, a los gobernantes involucrados en esta problemática, a ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes, a lugares donde les espera la persecución y la violencia, como actualmente pretende el presidente Trump en Estados Unidos, así como equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos humanos fundamentales.

Jornada Mundial por la Paz, que daría margen al Sumo Pontífice, para que se garantice la dignidad inviolable de

los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación, en particular de las mujeres y niños expuestos a situaciones de riesgo y de abusos que llegan a convertirles en esclavos.

Bueno consejos dirigidos a apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y refugiados, como garantizar a los niños y jóvenes el acceso a todos los niveles de educación, para sacar al máximo provecho de sus capacidades, cultivando un espíritu de diálogo en vez de clausura y enfrentamiento.

Sin duda, un problema por demás complejo a nivel mundial, en el que Estados Unidos y sus aliados, tiene mucho de responsabilidad, al mantener permanentemente focos de diversidad intensidad bélica y de explotación en el planeta, que hoy se les revierte.

 No obstante, la sana intención del papa Francisco de encontrar caminos de solución pacífica, choca con los intereses que defienden cada uno de estos líderes en la Unión Europea y en la Unión Americana.

Lo preocupante en nuestra región, es que en los próximos meses, Donald Trump radicalizará con un estilo terrorista, su políticas anti inmigrantes que de no frenarse, desencadenaran mayores conflictos sociales en México y Centroamérica, por su creciente odio racial.

 

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.