Guatemala, muere un dictador

Guatemala ha tenido buena vena para crear demasiadas dictaduras, resultantes de Golpes Militares o de Estado, que han desfigurado con crímenes y represiones, todos aquellos intentos de restablecer un sistema democrático, que en el siglo XXI parece volver a la estabilidad.

La muerte del general retirado Efraín Ríos Montt, el pasado domingo 1 de abril, en la capital guatemalteca, a los 91 años, mientras era sometido en 2017 a la reanudación de juicio, suspendido en 2013, como responsable del genocidio de mil 771 indígenas ixiles, en la aldea Bicalamá, en la selva del Petén, colindante con Chiapas.

Durante su permanencia en el poder como jefe de Estado, de marzo de 1982 en que derroca al general Fernando Romeo Lucas García, a agosto de 1983, en que a su vez es echado del Palacio Nacional por el general Oscar Humberto Mejía Víctores, este dictador se vería involucrado en unas 15 acciones del grupo especial denominado “kaibiles”, conocido por ser sus integrantes sanguinarios que provocaron no solamente la muerte, sino el desplazamiento forzado de 29 mil seres humanos de distintas etnias, pertenecientes a 54 comunidades.

El militar se convertiría el 10 de mayo de 2013, en el primer gobernante latinoamericano en ser condenado por la juez Yassmín Barrios, titular del Tribunal de Mayor Riesgo, de la Corte de Constitucionalidad de Guatemala, a 80 años de prisión por “genocidio y delitos de deberes contra la humanidad”.

Lo insólito ocurriría en el país centroamericano, pero 10 días después de la sentencia, la misma Corte de Constitucionalidad anularía su resolución, argumentando “fallos en el proceso judicial” y ordenaría un nuevo juicio al alto rango castrense, que había escuchado su sentencia en el recinto judicial, entonces a sus 86 años, con diagnóstico médico de  “enfermo con discapacidad mental”. 

La familia de Efraín Ríos Montt, emitiría horas después del fallecimiento, un breve comunicado, en el que precisaba que el general había dejado de existir a las seis de la mañana del domingo, en su residencia ubicada en la zona 15 de la capital nacional. “Murió en paz, con el amor de su familia, con su conciencia sana, limpia, rodeado de mucho amor, tranquilo,  y todos con la convicción de que en este país nunca hubo genocidio y fue inocente de lo que se le acusa”.

Días antes del inicio de su enjuiciamiento, el militar fue arrestado domiciliarmente, para ser acusado formalmente el 26 de enero de 2012, bajo los cargos de asesinatos de indígenas, al que también se responsabilizaba al jefe de la Inteligencia del Ejército, Mauricio Rodríguez Sánchez. Se sabía de antemano, que aunque se le encontrara culpable, el ex gobernante no pisaría en ningún momento cárcel por su presunta demencia argumentada por los abogados de su defensa.

Guatemala fue escenario de 1960 a 1996, de un conflicto armado que enlutó al país (250 mil víctimas entre muertos y desaparecidos), al cometer sus distintos gobiernos 669 matanzas, la mayoría a comunidades indígenas y campesinas, que todavía en la actualidad los familiares de las víctimas y los sobrevivientes, continúan demandando justicia, en documentos testimoniales acreditados por la Organización de las Naciones Unidas, en el Informe “Memorias del Silencio”, elaborado por su Comisión de Esclarecimiento Histórico.    

Una de las masacres realizadas por el ejército guatemalteco, en el primero de los dos años de la permanencia del general Ríos Montt, sería la de  “Las Dos Erres”, en Petén, que después de 29 años de lucha, cuatro de los jefes de “kaibiles” que coordinaron y ejecutaron los asesinatos, fueron sentenciados en agosto de 2011, responsables de la muerte de 2011 indígenas y campesinos.

En 1994, la Fundación de Antropología Forense de Guatemala y la organización Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Guatemala, encontraron y rescataron del interior de un pozo conocido como “La Vergüenza”, 162 osamentas de las víctimas del genocidio, 67 de ellas correspondientes a niños de entre siete y 12 años de edad. Los responsables, el ex teniente Carlos Carías y los soldados Manuel Pop, Reyes Collin y Daniel Martínez, fueron condenados a más de seis mil años de prisión.

Ríos Montt sería excluido de estos atentados, más no por los crímenes en contra de mil 171 indígenas Ixiles, durante su gestión de 1982 a 1983, por los que sería hallado culpable y sentenciado a 80 años de cárcel el 10 de mayo de 2013.   

Breve permanencia de un jefe de Estado de facto, de confesión evangélica, al que correspondió ser, casi un años después de haber asumido el poder por las armas, coprotagonista de un capítulo histórico de la historia religiosa de Guatemala, al recibir el 6 de marzo de 1983, en  aeropuerto de La Aurora, al Papa Juan Pablo II.

Fiel a su religión, el militar golpista había restado importancia a la visita del líder de la Iglesia Católica Mundial, al afirmar que “el Papa es un Jefe de Estado y como tal viene a Guatemala. Aquí hay libertad de cultos y pueden venir todos los que quieran”.

Posición poco diplomática, considerando que se trataba de la primera visita de un Vicario de Roma al país del istmo latinoamericano, que se suscitaba  en momentos de grave tensión política y un prolongado conflicto armado interno, en el que la santa Sede tendría a partir de ese momento, una intervención fundamental para su conclusión, 13 años después.

Minimización de la autoridad moral del Vicario de Cristo, que días antes de su arribo al país del quetzal, había ignorado la petición de indulto para seis condenados a muerte por los tribunales de fuero especial, bajo los cargos de secuestro, extorsión y terrorismo.

Las ejecuciones se llevaron a cabo el 3 de marzo de 1983, precisamente tres días antes de la llegada del jefe del Estado Vaticano a tierras guatemaltecas, lo cual motivaría un comunicado del representante Papal, el nuncio Oriano Quilici, cuya publicación en los medios locales fue prohibida, en el cual expresaría su preocupación por la ejecución que “traería posibles graves repercusiones a nivel mundial, nacional y también a nivel de la santa Sede”.

Gira pastoral del Pontífice (6 al 8 de marzo), en la que en ningún momento se referiría a su solicitud a Ríos Montt y tampoco de las ejecuciones, mientras en su mensaje a los guatemaltecos abogaría en nombre de todas las víctimas que siguen sufriendo el flagelo de la lucha entre hermanos, que se fortalezcan las fuerzas de buena voluntad para lograr la pacífica convivencia social.

Juan Pablo II regresaría a Guatemala en 1996, al finalizar el conflicto armado de 36 años. Una tercera y última visita la realizaría en 2002.    

Efraín Ríos Montt, buscó siempre el poder presidencial, primero por la vía de las urnas y al fracasar en su intento, lo haría posteriormente por medio de las armas.

Búsqueda del poder por el poder, de un general nacido en Huehuetenango, el 16 de junio de 1926, que inicia su carrera militar a la edad de 17 años, hasta obtener en 1972 el rango de general de brigada y nombrado jefe del Estado Mayor del Ejército, para después ser enviado a Washington a perfeccionar sus conocimientos castrenses.

Es así como a su regreso, pide autorización a la superioridad para retirarse temporalmente del instituto armado, para dedicarse a la política. En 1974 hace su primera incursión como candidato del Frente Nacional de Oposición, formado por los partidos de izquierda Frente Unido de la Revolución y Democracia Cristiana Guatemalteca.

Pierde el intento de asumir el mando principal del país, al ser derrotado por el general Kjell Eugenio Laugerud García.

Vuelta a las filas castrenses, sin apartarse de la idea de ser mandatario de su país, en el que permanece como parte de la cúpula, hasta el 23 de marzo de 1982, en que forma parte de un triunvirato, conformado como Junta Militar, que da golpe de Estado al general Romeo Lucas García.

En junio de ese año, disolvería la Junta y se declararía presidente de Guatemala. Los habitantes del país escucharían ese día aquella exclamación del gobernante evangélico: “Gracias Dios mío. Estoy aquí”.

Sería en ese breve espacio del ejercicio gubernamental, cuando aprovechando el conflicto armado, se cometerían los más graves atentados contra indígenas y campesinos, con el pretexto de ser cómplices de la guerrilla antigubernamental.

Puesta en práctica de una política de arrasamiento étnico, considerada como etnocidio y crímenes de lesa humanidad, en forma de ejecuciones extrajudiciales y desapariciones, condenadas por la comunidad internacional encabezada por la Organización de las Naciones Unidas.

Abusos que llevarían de nuevo a los altos mandos del Ejército, al derrocamiento de Ríos Montt, el cual se daría el 8 de agosto de 1983, esta vez a cargo del general Oscar Humberto Mejía Víctores.

Todo sería negado por el dictador en desgracia, que en 1995 decide retornar a la política, para postularse como candidato del Congreso, apoyado por el Partido Frente Republicano Guatemalteco, no logrando que su abanderado a la presidencia, Alfonso Portillo ganara y quedara en segundo lugar de las preferencias del electorado.

Pero para 1999, Portillo triunfa en su segundo intento por la primera posición de gobierno del país, con el respaldo de Efraín Ríos Montt, quien para entonces es de nuevo diputado y es nombrado líder del Poder Legislativo durante todo el cuatrienio presidencial de Alfonso.

Engolosinado por el poder, el general recibiría la inscripción en el Tribunal Supremo Electoral, ordenado por la Corte Constitucional, para que participará como aspirante en las elecciones de 2003, no obstante que la norma constitucional establecía claramente que “no podían optar a la presidencia, el caudillo ni los jefes de un golpe de Estado, revolución armada o movimiento similar que haya alterado el orden constitucional, ni quienes en consecuencia de tales hechos asuman la jefatura de gobierno”.

Yendo

en contra de la ley y por sus pistolas, el golpista Ríos Montt participa en los comicios presidenciales y queda en tercer lugar. Volvería a incursionar nuevamente en 2008, para obtener una curul como diputado. Al terminar su período en 2012, se retira de la política, y es ese mismo años cuando es sometido a juicio por genocidio que le llevó a ser sentenciado en 2013 con 80 años de cárcel, que sería revocado y reactivado en 2017, hasta su muerte, bajo arresto domiciliario.

Esa es hoy la historia del sufrido pueblo de Guatemala, donde ha muerto uno de sus tantos dictadores.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.