Más gasolinazos, mayor riesgo para Meade

Por si le hacía falta a José Antonio Meade Kuribreña, candidato del PRI a la Presidencia de la República, quien fuera uno de sus colaboradores en la Secretaría de Hacienda, el subsecretario Miguel Messmacher Linartas, ha anunciado este miércoles 9 de mayo, como regalo gubernamental previo por el “Día de las Madres”, que no descarta más aumentos a las gasolinas y al diesel, al depender de los precios del mercado internacional y del tipo de cambio del dólar.

En los días en que los “gasolinazos” o encarecimiento gradual de los combustibles, son tema central de las corrientes políticas opositoras al gobierno de Enrique Peña Nieto y del abanderado de la causa priísta, la declaración del funcionario resulta por demás inoportuna e innecesaria, y aviva la hoguera de la inconformidad social nacional que no olvida la promesa gubernamental, de que la Reforma Energética permitiría contar con gasolinas y electricidad baratas.

Discurso que contrasta radicalmente con la realidad, al agravarse la dependencia en la importación que realiza la Paraestatal Petróleos Mexicanos, de los complejos de refinación petrolera en los Estados Unidos, donde por cierto, en lugar de aplicar la inversión aquí en el rubro de Refinerías, Pemex lo ha hecho en Houston, en asociación con una petrolera estadounidense, cuyos beneficios para el país nunca se han transparentado.

El origen de toda esta carestía que repercute en los bolsillos de la mayoría de la población nacional, está en el progresivo abandono intencional de los centros de procesamiento nuestros hidrocarburos, que en 1990 producían el 90 por ciento de las gasolinas que requería el consumo del país, para desplomarse hasta un 38.9 por ciento en 2016, como consta en las estadísticas del Sistema de Información Energética de la Secretaría de Energía.

Los datos oficiales precisan que en ese lapso de tiempo, el país abandonó la refinación del crudo, para dar paso a una etapa de pérdida de independencia energética, al importar en 1990 de Estados Unidos, un total de 53 mil 894 barriles diarios de gasolina, mientras que 26 años después aumentaría a 443 mil 164 barriles al día.

Situación por demás sospechosa en el incremento de la importación de combustibles, como consecuencia del abandono de las Refinerías propiedad de Petróleos Mexicanos, que procesarían 401 mil 919 barriles diarios en 1990, para descender peligrosamente a 291 mil 264 barriles, en 2016.

Para dar una idea complementaria de los recursos económicos que la paraestatal programó a la importación de gasolinas y diesel, en ese período de tiempo, éstos estaban sujetos al tipo de cambio promedio anual, de tal forma que en tanto en 1990 se destinaban 100 mil 862 pesos al día para la importación de Estados Unidos, en 2016 el gasto sería de ocho millones 278 mil pesos cada 24 horas.   

La alta dependencia de México de los intereses de las poderosas compañías petroleras estadounidenses, se ha reflejado en la manipulación que éstas han hecho a nivel internacional de los precios de combustibles, en la que la devaluación permanente del peso, mucho tiene que ver también en los efectos de carestía que popularmente se conoce como gasolinazos, en los que no se vislumbra una marcha descendente, sino al contrario.

Muy atrás, los tiempos en que los usuarios del servicio de comercialización de Pemex, se mantenían satisfechos por la estabilidad de los precios de la gasolina, cuando el país refinaba el petróleo y obtenía sus propios combustibles y por lo mismo tampoco estaba sujeto a los mercados internacionales y liberación de los precios, en lo interno, como actualmente se lleva a cabo. 

La liberación de precios, que ha derivado en la especulación  agregada, ha repercutido en los costos de los combustibles, junto con el del transporte para atender la red nacional, que hasta antes de la Reforma no se cargaba a la cuenta de los empresarios de las gasolineras, al ser subsidiado por la petrolera mexicana.

Y cuando se suponía que el otorgamiento de concesiones a empresas extranjeras y nacionales para operar los centros de comercialización de Pemex en el territorio nacional, contribuiría a abaratar gasolinas y diesel, por importarlas directamente de sus filiales en la Unión Americana,  hoy se sabe que las 30 firmas involucradas y en operación, entre ellas Shell, BP, Repsol, Total, ExxonMobil, Chevron, Gulf, Hidrosina, Oxxo Gas y Texaco, compran a Petróleos Mexicanos, incumpliendo su compromiso a favor de la economía nacional.

Una distribución a nivel nacional, concesionada a empresas particulares propiedad de políticos, empresarios y de líderes, entre ellos de manera preponderante Carlos Romero Deschamps, del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.

Otorgamiento confabulado en la que desde siempre han existido los “moches” con funcionarios de la paraestatal, que anteponen sus intereses a los de la empresa cada vez menos gubernamental, que lleva a situaciones por demás evidentes, como ocurre en Puerto Chiapas, donde se ha construido una Planta de Almacenamiento y Distribución para la Región fronteriza con Guatemala.

El abasto en carro tanques proviene de la Refinería ubicada en el puerto de Salina Cruz, Oaxaca, en el Istmo de Tehuantepec, mientras que las nuevas instalaciones construidas con una inversión escandalosamente disparada en su presupuesto, se ubican en las inmediaciones del muelle de la terminal portuaria del municipio de Tapachula.

Cuando se suponía que para abatir costos de manera extraordinaria, transportando por la vía marítima los combustibles, a los funcionarios de Pemex encargados de la obra asignada a una empresa de la ciudad de México, se les olvidó crear desde la zona de arribo y descarga hasta la Planta, todo lo necesario para que buques tanques vaciarán gasolinas y diesel de manera directa y controlada.

En la actualidad, el negocio de la transportación por tierra, continúa, encareciendo el precio de venta de los productos refinados en la vecina entidad oaxaqueña, ya que se primero se concentran por tierra en la planta de almacenamiento de Puerto Chiapas, y de ahí se redistribuyen a las gasolineras en los distintos municipios, con lo que las pérdidas para Pemex aumentan y las ganancias se elevan para los dueños de carros tanques.

Problema complejo con tintes de corrupción, por donde se le quiera ver, considerando su inmensidad para el desplazamiento terrestre de los combustibles desde lo que queda de las Refinerías en el país, al resto del país, como de los cargamentos provenientes de las centrales procesadoras de la Unión Americana.

Un abandono nada racional de las seis Refinerías que sobreviven en el país, bajo el argumento de que fueron construidas para procesar crudo ligero y no el pesado que en los años recientes se extrae de los yacimientos petroleros explotados por Petróleos Mexicanos, por lo que se tiene que enviar al vecino país para su transformación en gasolinas y diesel y luego ser retornadas al país con precios altos.

No sería descabellado pensar que los “moches” que las empresas de refinación estadounidenses han otorgado en el pasado y mantienen a encumbrados funcionarios de Pemex o de la Secretaría de Energía, han pesado más que el destinar recursos a la modernización, aunada a la construcción de más plantas de producción, para volver a los niveles del pasado no muy lejano, que permitieron a México ser autosuficiente en materia de refinación del petróleo.

De otra manera no se entiende la situación de extrema y peligrosa dependencia en la movilidad de la Nación, partiendo de la base de que somos un país petrolero que se ubica entre los 10 más importantes del planeta por sus reservas de hidrocarburos y que por lo mismo no debería enfrentar ningún tipo de problemas, como el de los “gasolinazos”.

El último intento de construir una Refinería en territorio nacional, ocurriría en 2008, cuando el entonces Presidente Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, anunciara su construcción en Tula, Hidalgo, cuyo proyecto fue cancelado en 2014, en el actual gobierno de Enrique Peña Nieto, en base a cuestionamientos de que saldría más costoso producir gasolina en México, que importarla.

Decisión que ha prolongado la agonía de los centros de transformación de hidrocarburos de Pemex, al grado de que en agosto de 2017, las Refinerías operaban en un rango de 38 por ciento de su capacidad total, cuando podrían hacerlo a mayor nivel, pero los poderosos intereses en juego para la compra al extranjero, hacen todavía más dramática su situación por la falta de mantenimiento y de adecuación.

Gasolinas más caras en México que en Estados Unidos, lo cual ha obligado a bajar precios en las gasolineras de los estados fronterizos del norte de la república, para evitar la adquisición en las ciudades norteamericanas.

Corrupción en la industria petrolera, que se magnifica con los robos de miles de millones de pesos de gasolinas de las redes de gasoductos provenientes del sur de Veracruz, que son saqueadas impunemente, sin que nada ni nadie desde la esfera de Pemex y del gobierno federal, haga algo por frenar los robos a toda hora del día, en los que participan los mismos empleados de la paraestatal, asociados con la delincuencia organizada, plenamente identificados, pero sin que sean detenidos y puestos en la cárcel.

Los autores materiales de tan productiva actividad ilícita, conocidos como “huachicoleros”, han sido identificados y aún así no son objeto de la acción de quienes tienen la responsabilidad de aplicar la ley. Malestar entre soldados y marinos que participan en esta lucha anti corrupción, por el hecho de que más tardan en asegurarlos, que los jueces en liberarlos a cambio de grandes beneficios económicos.

Daño económico a la paraestatal que se cuantifica y se actualiza, pero que no se ataca a fondo, como los mismos actos deshonestos de los empresarios

de gasolineras que roban al bolsillo de los usuarios de sus servicios, al vender litros incompletos de gasolinas y diesel, además de cobrar tarifas impuestas por su criterio comercial.

Contubernio a lo largo y ancho del país, de los inspectores de la Procuraduría Federal del Consumidor, al certificar el proceder deshonesto de los propietarios de los centros de comercialización, en la manipulación de sus máquinas para cometer este fraude cínico que no se corrige.

Los “gasolinazos” son hoy consecuencia de la corrupción de antes y ahora en Pemex, aunado a los vaivenes de subordinación de los precios en dólares de la refinación en Estados Unidos, principalmente, en función del tipo de cambio.

José Antonio Meade Kuribreña, pareciera estar condenado a sufrir las consecuencias de este mal que tortura la economía de los mexicanos.

Premio nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.