Resurge la Guerra Fría, en Jerusalén

De nada han valido las condenas en el mundo, contra el acto de provocación de Donald Trump, de trasladar de manera simbólica, desde la capital israelí, Tel Aviv, este lunes 14 de mayo, la embajada de Estados Unidos a la capital mundial de la religiosidad: Jerusalén.

Y aunque el edificio que alojará la sede diplomática será concluido en los siguientes seis años, y por lo pronto se ocupan de manera provisional las instalaciones de su Consulado, el repudio generalizado del mundo árabe se ha manifestado en la frontera de Gaza, donde tropas de Israel, han disparados sus armas contra por lo menos 40 mil palestinos, con saldo de 160 muertos y más de dos mil heridos.

Violencia que subraya el poderío militar judío, precisamente en la víspera de la ceremonia de apertura, que coincidentemente conmemora el 70 aniversario de la creación del Estado hebreo, con el respaldo de Estados Unidos, mientras el pueblo palestino recuerda la fecha como  el Día del Nakba (desastre), que le ha implicado siete décadas de exilio y pérdida de territorios.

Resurgimiento de la Guerra Fría por el conflicto de las grandes potencias, Estados Unidos y Rusia, que toman como rehenes a Palestina, Irán, Yemen, Libia, Iraq, Líbano y la candente y cada vez más explosiva Siria, en un conflicto con injerencia radical de Israel contra todo lo árabe, bajo el argumento de la amenaza potencial a su territorio.

Es el Medio Oriente, donde el problema sirio, en el que dirimen bélicamente territorio, como si fuese propio, tanto estadounidenses como  rusos, a los que se agrega Irán, representando actualmente la más grave amenaza para la paz y la seguridad en esa Región del mundo, con repercusión latente para el resto del planeta.

Preocupación por los últimos acontecimientos en Siria, caracterizados por enfrentamientos en los que se han utilizado misiles, que ha obligado al secretario de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Gutierres, a reconocer ante la reunión urgente del Consejo de Seguridad, convocada por Rusia, el domingo 13 de mayo, que “la guerra fría ha vuelto y lo hace con venganza”.

Todo conduce a esa definición, una vez que en los últimos días, al acercarse el festejo de la fundación de Israel y de la expulsión de los palestinos de sus territorios, no obstante el compromiso de la ONU de formar el Estado de Palestina, Donald Trump ordenaría bombardear Siria, por el supuesto uso de armas químicas de su gobierno, contra la población civil, aunado a la ruptura del pacto nuclear con Irán, que desemboca el domingo último, con la masacre cometida por Israel contra el pueblo árabe, que protestaba por el desplazamiento de Tel Aviv a Jerusalén, de la embajada estadounidense.

Ocurre, cuando todo mundo pensaba que tal decisión solamente había sido una simple promesa electoral, la cual ha convertido en realidad, sin importar los riesgos que representa, considerando que desde el pasado 30 de marzo, el pueblo palestino ha iniciado lo que ha denominado la “Gran Marcha del Retorno”, con masivas manifestaciones en el límite de la Franja de Gaza con Israel, cada vez con mayor saldo rojo del lado árabe.

Un dato muy significativo de la prudencia que han tenido los diferentes presidentes estadounidenses Bill Clinton, George Bush y Barack Obama (demócratas y republicano), había sido el no trasladar a Jerusalén la embajada de los Estados Unidos asentada en la capital judía, Tel Aviv, yendo en contra de la aprobación de esta decisión, por parte del Congreso, en 1995, argumentando los riesgos inherentes para la seguridad nacional, ante posibles acciones terroristas como respuesta, dada la importancia de esta ciudad catalogada como centro religioso mundial y de alta prioridad para la cristiandad y los musulmanes.

Haciendo caso omiso a las advertencias de sus antecesores y en comunión con el líder israelí, Benjamín Netanyahu, declararía en un video mensaje transmitido durante la ceremonia de traslado, que “este es un paso largamente postergado que permitirá avanzar en el proceso y trabajar en la consecución del pacto. Israel es una nación soberana con el derecho, como cualquier otra nación soberana, de determinar su propia capital”.

Con esta acción, Estados Unidos desacata nuevamente el ordenamiento de la ONU, en cuanto al derecho de los palestinos de formar un segundo Estado, con derechos comunes sobre la ciudad de Jerusalén, que sería respetada en todos sentidos, dada su importancia religiosa.

Coyuntura histórica desventajosa para el mundo árabe, desde la misma fundación del Estado de Israel hace 70 años, que se vuelve coyuntural para lanzar su voz al mundo del recuerdo latente del desastre (Nakba), provocado por los judíos, que refiere la expulsión masiva de palestinos, favorecido entonces por la dominación británica, como un acto deliberado y sistemático de un Estado de mayoría hebrea en Palestina, que antes de 1948 era mayoritariamente árabe, dando margen a una limpieza étnica.

En 1947, luego del genocidio nazi de los judíos de Europa, la nueva Organización de las Naciones Unidas, aprobaría un plan para dividir el mandato de Palestina, en un Estado judío árabe. Se asigna el 55 por ciento del territorio a la propuesta de Estado Judío, no obstante que los hebreos emigrados a la Región a finales del siglo XIX, apenas representaban el 33 por ciento y poseían el siete por ciento de la tierra privada en Palestina.

Acuerdo internacional que subrayaba el respeto a los derechos de los palestinos, que ni ayer ni ahora han sido respetados. Las cifras del atropello, se convertirían inicialmente entre 750 mil y un millón de palestinos expulsados y refugiados por los paramilitares sionistas, que serían relevados en esa tarea durante la creación del Estado de Israel, de 1947 a 1949, que el 15 de mayo de 1948 declara al mundo su independencia, con el respaldo militar y financiero de Estados Unidos.

El despojo de tierras se hizo evidente, en tanto más de 400 ciudades y pueblos fueron destruidos por las fuerzas israelíes, los cuales serían repoblados por judíos entre 1948 y 1950. La mayoría de los centros de población palestina, que incluirían casas, negocios, lugares de culto, fueron demolidos para impedir el retorno de sus propietarios, que se verían obligados a desplazarse para convertirse en refugiados.

Las pérdidas monetarias ascenderían hasta en 200 mil millones de dólares.    

Hoy, en el final de la segunda década del siglo XXI, poco más de siete millones de seres humanos, conforman el número de refugiados y desplazados palestinos. Los sobrevivientes del Nakba y sus descendientes, se ubican en Cisjordania, Líbano, Jordania y Siria, ante la resistencia de Israel, de permitirles la formación del Estado de Palestina, en territorios apoderados por la vía de las armas y la violencia.

En el interior del país judío, viven más de un millón 600 mil palestinos, a los que en buen número (150 mil), se les ha concedido la ciudadanía israelí, pero que son discriminados en sus antiguos dominios territoriales, por leyes que no los reconocen como judíos.         

La imposición de la voluntad de Trump, de desplazara la sede diplomática estadounidense a Jerusalén, ha sido desaprobada por el Pentágono y el Departamento de Estado, que le han alertado con claridad de que podría tener efectos contraproducentes para la seguridad de las tropas y de los ciudadanos estadounidenses asentados en países islámicos.

Jerusalén, conocida también como la Ciudad Vieja, tiene entre sus lugares sagrados el Muro de las Lamentaciones y la Basílica del Santo Sepulcro, que comparten espacio con la Explanada de las Mezquitas, considerado como el tercer recinto más sagrado para los musulmanes, después de La Meca y Medina.

Precisamente, es en la parte oriental histórica de la ciudad, ocupada arbitrariamente por los judíos desde 1980, a pesar de la condena del Consejo de Seguridad de la ONU, que consideró tal apropiamiento como una violación del derecho internacional, donde los palestinos proyectan convertir en capital de su nuevo Estado autorizado desde hace siete décadas por la Organización de las Naciones Unidas.

Una disputa que había motivado la decisión, para evitar un mayor conflicto, de ubicar las embajadas extranjeras en Tel Aviv, que ahora se quebranta con la imposición de Donald Trump, que junto con Benjamín Netanyahu, echan abajo los avances en el logro de la paz en Medio Oriente, como se había demostrado en las nuevas relaciones diplomáticas con Jordania, Egipto, las 22 naciones de la Liga Arabe, los 57 Estados de la Organización de la Conferencia Islámica que representa a mil 500 millones de musulmanes.

Una actitud amistosa que ha empezado a cambiar, luego de la agresión militar israelí a los palestinos, en los últimos día, con elevado saldo de muertos y heridos.   

Voz desde las alturas del Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York, en la que su secretario general, el portugués Antonio Gutierres, llama a las potencias y a los países árabes involucrados en el enfrentamiento con Israel, que se actúe con responsabilidad ante la actual crisis, porque el momento es peligroso y la solución militar al conflicto no debe ser la solución.

Petición a Rusia y Estados Unidos, a que establezcan mecanismos y salvaguardas que permitan evitar el riesgo de una escalada bélica y que la situación se salga de control.

Advertencia del máximo líder de la ONU, en cuanto a que el grado de crispación y de división actual éntrelos miembros permanentes del Consejo de Seguridad, puede llevar a una auténtica escalada militar. Es nuestro deber común ponerle un coto.

La reunión del pasado fin de semana, se realizaría en la sede de la ONU, a petición de Rusia. Ahí, su embajador Vassily Nebenzia, lamentaría que Gutierres no se hubiera pronunciado cobre las amenazas de intervención militar en Siria, lo cual considera una clara violación a los principios

de la organización mundial.

Denuncia de Moscú, en el sentido de que ataque químico del pasado sábado en la ciudad siria de Duma, es un montaje, que constituye un pretexto para deponer militarmente al gobierno de Damasco de Bashar al-Ásad, como objetivo de principio para derrumbar al Mdio Oriente, provocando un conflicto tras otro.

De nuevo, la Guerra Fría, en la que los árabes siguen poniendo los muertos y los estadounidenses e israelíes, las balas, mientras las dos potencias compiten mostrando su músculo bélico y la disputa de territorios claves.

Allá la inestabilidad y aquí la efervescencia de las campañas presidenciales, que esta mitad de semana reducirían la participación de aspirantes, al renunciar Margarita Zavala de Calderón Hinojosa.

Repunte de Meade, con una estrategia más contundente que ha empezado a convencer al electorado, aproximándose en el puntaje al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, que se mantiene autoconvencido de que la Residencia Oficial de Los Pinos y el Palacio nacional, son ya desde ahora suyos, sin importarle el desconcierto que provoca entre el electorado por su conducta de permanente contradicción, que le hace aparecer como un irresponsable ante los grandes retos del país.

Mientras, en Chiapas las tareas proselitistas de los candidatos en contienda, continúan por la vasta geografía chiapaneca, haciendo cada uno su mejor esfuerzo, en espera de cautivar a la ciudadanía que se manifiesta cada vez más cansada de oír promesas que hace seis años motivaron esperanza, sin que se hicieran realidad.

Premio nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.