Colosio, 25 años de impunidad

Parece que fue ayer, aquella apacible tarde de agosto de 1998, en el jardín del Hotel Los Arcos, de La Paz, Baja California, Sur, cuando con lagrimas en los ojos y sus palabras llenas de coraje e impotencia, Don Luis Colosio Fernández, me revelaría que tenía la absoluta convicción de que: “Carlos Salinas de Gortari mandó a matar a mi hijo Luis Donaldo, por no estar de acuerdo con sus ideas, que darían marcha atrás a la doctrina económica neoliberal que tanto daño había hecho al país, al iniciar a un proceso de reformas constitucionales para entregar el patrimonio de todos los mexicanos al capital extranjero”.

El padre de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), a la Presidencia de la República, asesinado a balazos la tarde del 23 de marzo de 1994, después de encabezar un mitin en la popular colonia Lomas Taurinas, de la ciudad de Tijuana, Baja California, llegaría puntual a nuestra cita, concertada por su yerno Juan de Dios Soto, esposo de su hija Laura Elena.

Días aquellos en los que dirigía temporalmente el periódico líder en la entidad, El Sudcaliforniano, como director Adjunto de Organización Editorial Mexicana. Encuentro programado, que se daba en la coyuntura de la visita de Don Luis a la ciudad porteña, frente a una taza de café.

Charla informal, con la condición de lo que ahí dijera en ese momento no sería publicado, sino hasta tiempo después, lo cual respetamos en su momento. Hablaría de su familia y sus múltiples trabajos tanto en la iniciativa privada como en la pública, en su natal Sonora, donde en Magdalena de Kino, en 1982.       

El tema del crimen de su hijo era obligado y sin ninguna prisa llegaríamos a él, después de que nos hablara de la niñez de Luis Donaldo, nacido el 10 de febrero de 1950, allá en su querido pueblo mágico de Magdalena de Kino, ubicado al norte del estado de Sonora, a 85 kilómetros al sur de la fronteriza Nogales, en la vecindad con Arizona, Estados Unidos, y a 183 kilómetros al norte de la capital Hermosillo.

Guía de una familia producto de la cultura del esfuerzo, en la que su hijo resultaría el más brillante de todos, hasta llegar a ser postulado como el abanderado del Partido Revolucionario Institucional, a la Presidencia de la República el 28 de noviembre de 1993, y que a partir de ese momento daría a conocer sus propósitos de gobierno, de ganar la contienda Presidencial.

Don Luis sabía por confidencias de su hijo, que había empezado a tener diferencias muy fuertes con el Presidente Carlos Salinas de Gortari, por lo que empezaría en su campaña a enviar mensajes en el sentido de que en su sexenio 1994-2000, llevaría a cabo una reconsideración de la política neoliberal, considerándola responsable de los problemas de pobreza y atraso del país.

Franco en todo momento en sus expresiones, ubicaría en sus añoranzas, el discurso del 6 de marzo de 1994, con motivo de la fundación del PRI, al que definiría como un rompimiento con Salinas de Gortari, cuando Colosio Murrieta propondría la reforma del poder en México, para que “exista una nueva relación entre el ciudadano y el Estado”. 

Por la noche anterior, el Primer Mandatario, asesorado por el hombre de toda su confianza, el franco español José María Córdoba Montoya, había prohibido a Luis Donaldo, que pronunciara el discurso programado para la ceremonia en la explanada del monumento a la Revolución, en la capital del país.

El político sonorense no obedeció y si en cambio se comprometió ante el priísmo de México y los mexicanos, a “reformar el poder para democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo. Sabemos que el origen de muchos de nuestros males, se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración del poder que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos, a los excesos. Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto estrictamente a los límites constitucionales de su origen republicano y democrático”.

Un mensaje que por supuesto caló hondo en el ánimo de la ciudadanía a lo largo y ancho de la república, que por fin escuchaba a un candidato del eternizado PRI en el poder, decir lo que por mucho tiempo había esperado, en cuanto dar fin a la omnipotencia del Presidente de la República que había favorecido la corrupción y la impunidad.

Carlos Salinas de Gortari, reafirmaría Don Luis, en tono de impotencia absoluta y desesperación, “es el responsable del asesinato de mi hijo Luis Donaldo, a quien traicionó y con su muerte también a México, porque él quería cambiar para bien de nuestro país”.

Diana Laura Riojas, la viuda del candidato Presidencial, no ocultaría su rechazo hacia Carlos Salinas de Gortari, hasta el día de su muerte en noviembre de ese mismo año, víctima de cáncer a los 34 años de edad, dejando en la orfandad a Luis Donaldo y Mariana, de ocho años y 19 meses, respectivamente.

En su discurso durante el funeral de su esposo, en Magdalena de Kino, Sonora, el 25 de marzo de 1994, Diana Laura afirmaría: “Las balas del odio, del rencor y de la cobardía, interrumpieron la vida de Luis Donaldo. Dieron fin a su existencia, pero no a las ideas por las que luchó. Siempre sintió un gran orgullo de ser heredero de una cultura del esfuerzo y no del privilegio.

“El quería un México más justo. Le ofendía y le lastimaba la pobreza. Creía que los abismos de desigualdad dividen a la Nación. El creyó que tenía las respuestas para esta Nación con hambre y sed de justicia. Luis Donaldo quería un futuro de paz y concordia. Quería un solo México. Sin divisiones, sin violencia, sin rencores entre hermanos. Que no echáramos por la borda lo que con tanto sacrificio hemos logrado, y un futuro claro de menor desigualdad y de más oportunidades. Por eso él quería ser Presidente de México.

A 25 años de su asesinato, las palabras acusatorias de Don Luis Colosio Fernández, en contra de Carlos Salinas de Gortari, como autor intelectual del atentado que costaría la visa a su hijo Luis Donaldo Colosio Murrieta, siguen vigentes y constituyen el mejor ejemplo de la impunidad en México.

Un crimen de Estado que se explica por sí solo, en el simple hecho por demás burdo de que los guardias presidenciales asignados por el Presidente de la República, para salvaguardar la seguridad del candidato del PRI, hayan aceptado delegar su responsabilidad a un grupo de seguridad privada de la ciudad de Tijuana, conocido entonces como “Tucanes”, para facilitar el crimen.

Durante mi experiencia de 44 años de actividad periodística profesional, iniciada en el periódico El Universal de la ciudad de México, tendría la oportunidad de observar de cerca el funcionamiento de los dispositivos de protección establecidos por el Estado Mayor Presidencial, creado por cierto por el general Presidente Lázaro Cárdenas del Río, como su Ejército personal, para evitar riesgos innecesarios con el resto de la milicia integrada en Secretaría de la Defensa Nacional.

Que recuerde, en ningún momento este grupo militar elite, incluso hasta el sexenio recién concluido del Presidente Enrique Peña Nieto, permitió que ningún grupo civil armado, tuviera acceso a los tres círculos que su logística establecía para evitar riesgos, tanto al mandatario como a candidatos al poder Ejecutivo Federal.

Extrañamente, también ese 23 de marzo de 1994, los encargados de atender a los representantes de los medios de comunicación que cubrían la información de la campaña, conminaron a la mayoría de los 83 reporteros y fotógrafos, a que se fueran a comer y a enviar sus adelantos del evento de La paz, argumentando que el mitin de Lomas Taurinas, “no valía la pena”.

Quienes hicieron caso omiso a esa recomendación por demás extraña, fueron los periodistas Jaime Arizmendi, de El Sol de México; Juan Arvizu de El Universal, y Jesús Saldaña de El Heraldo de México, que redactaban la “nota de color”, y que finalmente fueron testigos presenciales del atentado en la colonia Lomas Taurinas.

En su descripción del lugar, subrayaron el absurdo de que el mitin se haya efectuado en el lugar menos indicado, pues lo circundaba un canal de aguas negras, al que se podía llegar caminando y cruzando sobre cuatro tablones, lo que hizo difícil el auxilio a Luis Donaldo, quien falleciera de inmediato al recibir un balazo en la cabeza que le destrozó todo.

Hasta su fallecimiento el 6 de febrero de 2010, Don Luis Colosio Fernández, nunca cesaría en su lucha por esclarecer la muerte de su hijo, reiterando que la orden había salido de la Residencia Oficial de Los Pinos.

En el aniversario luctuoso del 23 de marzo de 2001, expresaría: “La justicia que él tanto buscó no le ha sido otorgada. La investigación sobre su asesinato terminó su etapa activa y queda con posibilidades de retomarse en función del surgimiento o aparición de nuevos elementos. Ahí quedan las negligencias y las omisiones que arrastró la fase inicial de las investigaciones.

“Siete largos años de pantomimas y enredos, de ineficiencias y complicidades, de indiferencia y traición, han dado paso a la incertidumbre y a la falta de credibilidad. Día tras día, el poder tejió un traje a la medida, transitando por la vía forzada del asesino solitario; pero en el camino, las inconsistencias y contradicciones nos inundan con el putrefacto olor de la sospecha.

“Nadie reclama que la opinión pública se convierta en evidencia; nadie exige que la condena emitida por el pueblo, constituya un veredicto de un tribunal de conciencia; mas allá de la especulación popular, la teoría de la conspiración, se basa en elementos al alcance del Ministerio Público: con los que cuenta hoy y los que rehuye encontrar.

“El relevo de mandos en el Poder Ejecutivo, ha puesto en este caso, ante el escrutinio del pueblo, la actuación de tres presidentes: los dos primeros contundentemente cuestionados por la opinión pública;

el último tiene ante sí la oportunidad de honrar el compromiso de procurar justicia sin distingos y con equidad”.

Oportunidad para el desahogo ante la cerrazón oficial de aquella ocasión: “En este recuento, considero necesario recordar, que la ingrata presencia de Carlos Salinas de Gortari en este mismo lugar, a pocas horas del crimen y sus múltiples declaraciones, constituyen una burla para mi familia.

“La pretendida amistad a toda prueba, la armonía y unidad de propósitos de Carlos Salinas y mi hijo -más tarde desmentidas por la carta que enviara el coordinador de campaña a Luis Donaldo- ofenden la inteligencia de los mexicanos.

“Después, el mandato de Ernesto Zedillo Ponce de León, complaciente, más comprometido con sus propios intereses, casi ausente, nos lleva a pensar que la versión del asesino solitario obedeció mas a la tranquilidad del sistema, que a satisfacer la demanda de la verdad.

“Concluido el sexenio, el pueblo de Sonora se siente engañado; la famosa frase „empeño mi palabra“, representa ahora otra mentira que agiganta el deshonor y la sanción moral de la opinión pública en su contra.

“En fin, la teoría ridícula manejada durante su gobierno y los remedos de investigación, bordados con balas sembradas, pistas falsas, ejecución de eslabones, premios a la ineptitud o compromiso en la traición, vueltas de tantos grados solo representan las vueltas que le dio el gobierno para rehuir su compromiso con la verdad.

“Pero entonces, ahora que ya se fueron quienes nos mintieron, aquellos que no supieron recoger con la frente en alto su palabra; ¿no hay autoridad a quién demandar justicia?”.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.