Jacobo Zabludovsky, Maestro del periodismo

Conocí al Maestro del periodismo de la televisión mexicana, Jacobo Zabludovsky, por medio de sus reporteros, buenos amigos y colegas con los que coincidí trabajando dentro y fuera del país, en mis años de integrante del Equipo de Asuntos Especiales de EXCELSIOR, El Periódico de la Vida Nacional, de 1976 a 1983.

En junio 1978, en Panamá, con Joaquín López Dóriga y Ricardo Rocha Reynaga, de los programas “24 Horas” del canal 2 de Telesistema Mexicano y “En Contacto Directo”, del canal 5 de la misma empresa.

Días en que los tres nos encontrábamos en la cintura del continente americano, como enviados especiales, para cubrir la información de la Ratificación de los Tratados Torrijos-Carter, que obligaría a Estados Unidos a devolver a los panameños en 1999, el territorio que comprendía la Zona del Canal de Panamá, junto con la administración de esta importante vía de comunicación marítima, que une a los Océanos Atlántico y Pacífico.

Ahí sabría del profesionalismo de don Jacobo, en el manejo de sus reporteros, a quienes exigía el desempeño de un alto nivel de profesionalismo en todas sus actividades, lo cual le permitiría construir el noticiero más importante de habla hispana.

Recuerdo que los tres coincidimos, en el Salón Oficial del aeropuerto de Tocumen, un día antes de la ceremonia a la que asistirían el Presidente estadounidense, James Carter, así como sus homólogos de todo el Continente Americano, entre ellos el de México, José López Portillo y Rodrigo Carazo, de costa Rica. Ahí nos encontramos y charlamos con el gobernante centroamericano, quien accedió a concedernos una entrevista en su Casa de Descanso, de Farallón, una vez que concluyera el evento e iríamos en calidad de invitados.

Ricardo Rocha Reynaga convencería al hombre fuerte de Panamá, para que le concediera una breve conversación de diez minutos, la cual grabaría en video, mientras según la promesa, se daría el encuentro con mayor disponibilidad de tiempo. Finalmente, se llevaría la exclusiva, ya que después de aguardar tres días, Torrijos mandaría a avisar a nuestro hotel, que la reunión no se realizaría, pues saldría del país.

Zabludovsky incluiría la entrevista de Ricardo en el noticiero 24 Horas, con lo cual nos ganaría la nota a mi y a Joaquín.

Un año después, estaría en una de tantas vueltas a Centroamérica, donde la noticia brotaba lo mismo en Guatemala, Honduras y El Salvador. Esta vez en Nicaragua, para cubrir los últimos días de la Dinastía Somoza, que el 19 de julio de 1979 sería sustituida por un gobierno revolucionario, representado por la guerrilla.

Después de recibir los mensajes cifrados en la ciudad de México, de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación (FSLN), me traslade a Tegucigalpa, donde por cierto entrevisté al Presidente general Policarpo García. Ahí, se me hizo saber al tercer día de mi estancia, que “la tía se encontraba muy grave” y que debía partir por la mañana del día siguiente a San José, Costa Rica.

Así lo hice y mientras el avión se dirigía a la capital tica, el comandante de la nave nos informaba a los pasajeros, que a las siete de la mañana, guerrilleros sandinistas habían tomado por asalto el puerto fronterizo de Peñas Blancas, en la frontera con Costa Rica, con lo cual se había iniciado la ofensiva final, para derrocar al dictador Somoza Debayle.

Una vez desembarcado en la terminal aérea de San Juan Santamaría, siempre acompañado por el compañero fotógrafo de EXCELSIOR, Eduardo Zepeda, rentamos un automóvil y nos dirigimos a la línea fronteriza con Nicaragua, donde, efectivamente, el control de las garitas estaba en manos de los insurgentes del Frente Sur, a quienes entrevistamos. Al día siguiente nuestra información e imágenes con los dirigentes guerrilleros, estarían en la portada del entonces periódico mexicano más influyente de América Latina.

De regreso a San José, encontraría en el hotel a la amiga y excelente reportera de “24 Horas”, Ana Cristina Peláez, que apenas había llegado de México, con quien de inmediato pactamos hacer equipo. Desde ahí, contacté telefónicamente a Luis Pallais Debayle, líder del Congreso nicaragüense y primo del Presidente Somoza Debayle, quien se encontraba en Managua, y le pedí su apoyo para entrevistar al todavía hombre fuerte de aquella nación centroamericana.

A Luis lo había conocido en 1977, por medio del entonces embajador de México en Managua, Ricardo Galán, después de un incidente con el periódico Novedades, propiedad de la familia Somoza, en el que el primo del dictador tenía gran injerencia y que esa mañana del encuentro con él, había publicado una foto mía, con un pie de grabado en el que me acusaba de ser “un periodista que calumnia al país”.

Como un acto de desagravio, Pallais me ofreció una comida en el club Naútico Militar, a la orilla de Lago Xiloa, en las afuera de la capital, donde se dio el primer contacto y la relación que dos años después aprovechaba, pues al día siguiente de mi solicitud me contestó: “Gallo listo. Toma avión San José a San Salvador y aborda la última aeronave que entrará a Nicaragua”. Le dije que compartiría la información con Telesistema Mexicano, lo cual aceptó.

Fue así, como efectivamente, entramos al espacio aéreo nicaragüense, en el último avión de La Nica, la aerolínea gubernamental, pues a partir de ahí, nadie más lo haría en vuelo comercial.

El jefe de Ana Cristina, Jacobo Zabludovsky, estaba enterado de los movimientos de su reportera estrella. Así es que al día siguiente de nuestra llegada, decidimos recorrer las zonas bombardeadas por la Fuerza Aérea Somocista, entre ellas donde alguna vez se editó el antigobiernista diario “La Prensa”, cuyas instalaciones estaban destruidas.

Cuando nos encontrábamos en su interior, exactamente en lo que fue la Redacción, apareció un grupo de soldados que hicieron disparos al aire y nos obligaron, con gritos amenazantes, a abandonar el lugar, lo cual hicimos, prácticamente corriendo.

Minutos después, a bordo de nuestro vehículo que por todos los costados traía el letrero de “Prensa Internacional”, nos topamos con un retén del Ejército. Nos bajaron, pidieron nuestras identificaciones y luego le ordenaron a Ana Cristina que pasara hasta el fondo de lo que había sido un supermercado, riéndose y en tono amenazante, el jefe, dirigiéndose a la reportera mexicana, diría: “Esta güerita me gusta. Pónganmela por allá para divertirme un poco”.

Fue entonces cuando lo interrumpí y le informé al oficial que éramos periodistas invitados por el Presidente Anastasio Somoza Debayle y que si tenía duda, llamara al líder del Congreso, quien respaldaría mi afirmación. Al comunicarse al Hotel Intercontinental y a la habitación de Luis Pallais, éste les confirmó que estábamos en Nicaragua para entrevistar al Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas nicaragüense, por lo que le ordenaba fuese atento con nosotros.

Al día siguiente, EXCELSIOR publicaría mi nota en primera plana, en la que daba detalles del incidente y esa misma mañana Jacobo Zabludovsky se comunicó con su enviada especial para preguntarle cómo se encontraba y si consideraba conveniente continuar en Nicaragua.

Me percaté, del respeto y preocupación que como jefe, el conductor del noticiero televisivo más influyente de México, mantenía hacia los miembros de su equipo de trabajo, lo cual daba testimonio de su gran sentido humano con quienes exponían su vida para proporcionar el insumo principal de su programa: La noticia.

Le pedí a Ana Cristina que aguantara unos días más, ya que Luis Pallais me aseguraba que la entrevista con Anastasio Somoza Debayle se realizaría en cualquier momento.

Así, fue. Cuatro días antes de que el dictador abandonara el país rumbo a Miami, Florida, nos reunimos con él en su oficina subterránea del Bunker de Managua, dentro de las instalaciones militares localizadas a un lado del hotel Intercontinental.

Nos encontramos a un Somoza, en principio amable, dentro de la tensión extrema que vivía, pero que se tornaría inestable y agresiva, sólo con escuchar el sonido de ráfaga de la cámara Nikon, de mi compañero fotógrafo Eduardo Zepeda, pues ya sentía la angustia del poder que se le escapaba de las manos, ante el avance de los contingentes guerrilleros hacia la capital donde él se encontraba.

Seríamos los únicos periodistas extranjeros, que en los días finales de la dictadura somocista, tendríamos la oportunidad de conversar con el heredero de la Dinastía que gobernara dictatorialmente durante más de cuatro décadas al explotado y empobrecido pueblo de Nicaragua.

Esa noche de la exclusiva que como enviado de EXCELSIOR compartí a mi colega y amiga periodista de Telesistema Mexicano, se transmitiría en “24 Horas”, con un Jacobo Zabludovsky gustoso de que su noticiero tuviera la entrevista que al día siguiente El Periódico de la Vida Nacional publicaría como nota principal.

Anécdotas que hoy cobran nuevamente vida, cuando se ha dado a conocer al mundo, este jueves 2 de julio, el fallecimiento, a los 87 años de edad, del pionero de los noticieros de la televisión mexicana y creador del principal programa de información en nuestro país, de trascendencia internacional, que posteriormente incluiría al sistema ECO, que impactaría también a nivel mundial.

Toda una generación de comunicadores profesionales de este medio electrónico, con cuyos integrantes coincidiríamos en el ejercicio periodístico, como con el amigo y colega, el excelente reportero Abraham Zabludovsky, cuando viajamos en el mismo avión, que con escala en Nueva York, nos llevaría a Washington, para cubrir la información del atentado al Presidente Ronald Reagan, en 1981.

Antes, en 1979, de nuevo con Joaquín López Doriga, el reencuentro en el aeropuerto Nueva York, donde hice escala en el viaje a Roma, para de ahí juntos partir a cubrir el funeral de Juan Pablo I y el ascenso de Juan

Pablo II.

Ha muerto Don Jacobo, el periodista y jefe de mis colegas y amigos, pero sobre todo el gran ser humano que los formó profesionalmente, bajo las reglas estrictas y disciplina que caracterizaban su quehacer periodístico, que ahora recuerdan y agradecen.

Vaya mi solidaridad hacia ellos, especialmente a su hijo, el amigo Abraham Zabludovsky y su familia, por la pérdida del ser querido, que ha dejado honda huella imborrable en la mente de varias generaciones de mexicanos, que por casi tres décadas lo vieron dando las noticias todas las noches, desde sus estudios en Televicentro.

Quienes fueron sus alumnos en la carrera de Periodismo, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, seguramente que este jueves lo recordaron impartiendo sus vastos conocimientos en las aulas de Ciudad Universitaria.

Muy poco el espacio de En Redondo, para contar la grandeza de la historia profesional de Don Jacobo Zabludovsky, el maestro, pero sobre todo el amigo de quienes compartieron con él la experiencia diaria del quehacer más interesante del mundo.

Descanse en paz.

*Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013