Hasta siempre, Marco Aurelio Carballo

Para muchos, Marco Aurelio Carballo fue su maestro de periodismo, su guía en el quehacer que nunca agobia, el del ejercicio de la libertad de expresión y de la literatura, desde sus días gloriosos de Excelsior, de corresponsal europeo para unomásuno o de la publicación de sus novelas, prolongadas en los talleres de narrativa, que hasta hace un año impartió en la tierra que lo vio nacer en 1942, Tapachula, así como en otras ciudades del país.

Siempre fue leal a su Tapachula, a Soconusco, a Chiapas, que siempre trajo pegadas a la piel, a sus sentidos, en el amor, en la querencia que le acompañó y marcó su vida.

Hoy, duele decirlo, pero nuestro amigo, paisano y admirado colega, ha dejado de estar entre nosotros, al iniciar este sábado 1 de agosto, el viaje sin retorno, al fallecer en su casa de Coyoacán, en la ciudad de México, al lado de su esposa Patricia Zama y de sus hijos Mario y Bruno.

Todavía hace un año conviví con Marco Aurelio, en nuestro pueblo, cuando haciendo un gran esfuerzo, acudió a su cita mensual con el grupo de alumnos a los que impartía sus conocimientos literarios, auspiciado por el Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas (CONECULTA), en la Casa de la Cultura que dirige Norma Arellano Peñuelas.

Ahí estaría Paty, muy pendiente de él. Como todo un guerrero invencible, a pesar de la adversidad en lo que sería el último capítulo de su vida, después de que en Centro Médico Nacional fuese operado para extraerle un tumor cancerígeno que se había alojado en su cerebro.

Me permití auxiliarlo en sus clases, cuando lo observaba agotado, interviniendo para ampliar sus explicaciones y así dar tiempo a que recuperara sus energías.

Sería la última vez que vería a ese extraordinario ser humano y profesional del periodismo y de los pasajes literarios, que tuvo el vigor suficiente para decir adiós a sus lugares preferidos en la ciudad más importante de la Frontera Sur, que tanto añoraba, de tal forma que caminando pudo estar en su “Rincón de Marco Aurelio”, en la “Mesa Redonda”, una cervecería con más de seis décadas de existencia, donde impuso la moda de presentar sus libros y tomar una agua de horchata en “Los Morritos” o cenar garnachas en “Las Juchitas”.

Una gran foto del periodista y escritor adorna la pared principal del tradicional negocio de corte familiar, famoso por sus botanas caseras, ahora dirigido por Paco, el heredero de la dinastía Solares, lo mismo que la placa alusiva a su primera novela “Polvos Ardientes de la Segunda Calle”, editada en 1990, en la que el nombre del autor de este espacio figura junto con los de Sami David David y Gerardo Pensamiento Maldonado, como constancia fiel de la amistad y de su primera incursión en la literatura.

Ahí también el diploma de reconocimiento a la trayectoria profesional de Carballo, firmado por el director General del CONECULTA, Juan Carlos Cal y Mayor Franco y Oscar Palacios, el coordinador de Enseñanza, en noviembre de 2013, durante el Festival Internacional Fray Matías de Córdova, que por cierto me pediría nuestro amigo que lo colocara en el lugar de sus “mecatazos”, “La Mesa Redonda”, lo cual se hizo en una ceremonia especial encabezada por la directora Norma Arellano Peñuelas y el presidente de la Asociación de Prensa, Radio y Televisión de la Costa de Chiapas (APRYTCCH), Roberto de los Santos Cruz.

Con Marco Aurelio Carballo me unía una entrañable amistad de casi cuatro décadas, iniciada desde aquellos días en que siendo reportero de El UNIVERSAL. Lo conocí gracias a la mediación del también extraordinario periodista tapachulteco Rodolfo “El Negro” Guzmán García, entonces reportero de Excelsior.

Ahí tendría el gusto de tratar por primera vez al paisano, que ya por esos días era uno de los pilares del “Periódico de la Vida Nacional”, precisamente en la redacción ubicada en el tercer piso del edificio marcado con el número 18, de la avenida Paseo de la Reforma. Todo un personaje, lo mismo que Rodolfo, quien meses atrás había salido de las filas de “El Mejor Diario de México”, donde en la segunda parte de 1974 me tendió la mano para que ingresara como reportero suplente, cuando cursaba el tercer año de la carrera de Periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Ellos partirían de Excelsior en julio de 1976, que para entonces se había posicionado como “La Catedral del Periodismo de Latinoamérica”. Arribaría en septiembre y ahí lograría los mayores éxitos de mi carrera profesional como periodista, al formar parte del equipo de “Asuntos Especiales”, que me permitió estar presente como enviado especial en los lugares donde se generaron las principales noticias del último cuarto del siglo XX, en el mundo.

Una relación amistosa que se prolongaría y fortalecería con el tiempo, especialmente con Marco Aurelio, que luego de su retiro de Excelsior, se sumaría al equipo de 33 reporteros que seguirían al subdirector Manuel Becerra Acosta, para fundar el matutino unomásuno, del cual sería jefe de Información y posteriormente corresponsal en Madrid, España, mientras que otro grupo seguiría al director Julio Scherer García para crear la revista Proceso.

Su vocación literaria lo llevaría a escribir cinco libros de relatos y las novelas Polvos ardientes de la Segunda Calle (1990), Crónica de novela (1992), Mujeriego (1996), Vida real del artista inútil (1999), Muñequita de barrio (1999), Diario de un amor intenso (2000), Morir de periodismo (2008) y Ultimas Noticias (2010) Combinación del esfuerzo con la actividad periodística en las páginas de la emblemática revista Siempre! del Distrito Federal, así como Punto y aparte, de Xalapa, Veracruz, además de “El Búho y Gente Sur”.

Lo invitaría a publicar sus afamadas Turbocrónicas, en 2004, al asumir en agosto el mando de Diario del Sur, en Tapachula, las cuales se difundirían igualmente en El Heraldo de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez.

Su gran talento como comunicador y literato le llevaría a ser multi laureado con el Premio Nacional de Periodismo en el género Entrevista en 1997 y en 1998, el Premio Nacional de Periodismo José Pagés Llergo. Asimismo, en 1994, el Premio Chiapas de Literatura Rosario Castellanos, y el de Novela Luis Arturo Ramos, en 1910.

Después de su visita de hace un año a Tapachula, le llamé a Marco Aurelio a su casa de la ciudad de México, para informarle que su deseo de colocar su diploma en “La Mesa Redonda” de sus recuerdos de “mecatazos” idos, que ahora nunca más repetirán en su rincón donde tantas veces compartimos y conversamos de los temas del momento, una vez que decidí arraigarme en el lugar del que partí al terminar mi preparatoria en la gloriosa “Miguel Alemán Valdéz”, en 1970.

La charla distante, pero cercana en la confianza con Paty Zama, su esposa, quien en medio de su angustia y tristeza se sentía confiada también de que pronto se recuperaría “El Príncipe Lacandón”, como alguna vez lo denominara la brillante colega oaxaqueña, pionera de los noticieros del Núcleo Radio Mil, Perla Xóchitl Orozco.

Pero no ocurriría así, no obstante la gran voluntad y tesón de Carballo por vencer la terrible enfermedad del cáncer que laceraba su organismo cada vez más.

El 18 de julio último, recibiría la invitación personal de mi querido amigo y paisano, para estar presente en la reunión que su esposa, Rafael Cardona Sandoval, René Avilés Fabila y Fernando Macías, organizaron para celebrar en el salón Terraza del hotel Geneve, de la Zona Rosa del Distrito Federal, “50 años de amistad y trabajo periodístico y literario de Marco Aurelio Carballo”, el jueves 23 de julio, a las 11 de la mañana.

Lamenté mucho no poder asistir. Ese día, Marco Aurelio tampoco pudo desplazarse al encuentro, por lo que se habilitó una video conferencia mediante la cual recibió el testimonio de afecto y reconocimiento, a su calidad como gran ser humano y profesional del periodismo y la literatura.

Rostros de una alegría de los ahí presentes, que se combinó con la tristeza de ver al amigo de muchas décadas en condiciones de salud complejas, muy distantes a las mantenidas por aquel personaje histórico de más de un metro 80 de estatura, ahora de complexión demasiado delgada y con dificultad al hablar.

Carballo cumplió y sus amigos también. Ahí estuvo Sami David David, distinguido político de Acapetahua, ex diputado federal, senador y candidato a la Gubernatura de Chiapas, lo mismo que los antiguos compañeros de las redacciones de Excelsior y unomásuno, de la revista Siempre, su directora Beatriz Pagés Rebollar, Elías Chávez, Francisco Cárdenas Cruz, Roberto Vizcaíno, Guillermo Mora Tavares, Federico Gómez Pombo, Fernando Belmont, David Siller, Mónica Lavín, Raymundo Riva Palacio, Miguel Reyes Razo, Humberto Musacchio, Pedro Valtierra, Aarón Sánchez, Salvador Estrada y Alberto Carbot.

Ahí estarían los colegas ahora convertidos en reconocidos comunicadores oficiales, Abelardo Martín –compañero de viaje en el recorrido de las nucleoeléctricas de Francia-, coordinador de Comunicación Social de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA); Víctor Avilés, vocero de la Secretaría de Energía (SENER); René Hernández Cueto, de la Procuraduría General de la República (PGR); Ignacio Durán, de Petróleos Mexicanos (PEMEX), además de Perla Xóchit Orozco y Wendy Coss, entre otras amistades.

La sonrisa y la paz interna cobrarían vigor en Marco Aurelio después del homenaje. Sin embargo, nueve días después, su vida llegaría a su etapa final, al ser ultimada por el terrible cáncer que los especialistas del Centro Médico Nacional Siglo XXI jamás pudieron vencer.

Hablaría con su esposa al mediodía de este domingo 2 de agosto, para expresarle mi tristeza por la muerte de mi amigo Carballo. La escuché serena, en medio del gran pesar que le embargaba. El

cuerpo sin vida de Marco Aurelio había sido velado en una funeraria de las calles de Miguel Angel de Quevedo, en Coyoacán, con la presencia de una gran cantidad de periodistas y escritores que con sus palabras de aliento le hicieron menos difícil el momento al igual que a sus hijos Bruno y Mario.

La voluntad de este gran orgullo de Tapachula y de Chiapas, fue de que sus restos fueran incinerados y que sus cenizas pudieran quedar en el Distrito Federal, cerca de su familia o en su ciudad natal. Una decisión que junto con sus dos hijos valorará en los próximos meses.

Pierde el periodismo nacional a uno de sus mejores maestros en el manejo de la nota informativa, la entrevista, la crónica, el reportaje y el artículo de opinión. También al pionero que abrió paso en los más importantes medios de comunicación impresos, a las nuevas generaciones de periodistas chiapanecos, así como ejemplo de los nuevos literatos de la entidad.

Vivió hasta el último momento de su vida, siempre con la frente en alto, con gran dignidad, honestidad y profesionalismo, que le hicieron merecedor del respeto hacia su persona y su familia.

Honor a quien honor merece. Hasta siempre, Marco Aurelio Carballo, ahora en tu nueva responsabilidad de corresponsal viajero en el infinito.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y2013.