Llega Francisco, el Papa del cambio social

Esta noche de viernes 12 de febrero, será histórica nuevamente para México, al estar en territorio nacional el Jefe del a Iglesia Católica mundial, esta vez en la persona de Francisco, el Papa del Cambio Social, el mismo que se opone a las formas de colonialismo nuevo y viejo de las grandes potencias, que reduce a los países empobrecidos como México, a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, que engendra violencia, miseria, migraciones forzadas y todos los males que vienen de la mano.

Durante cinco días, del 12 al 17, el Sumo Pontífice entrará en contacto con una realidad cada vez más desventajosa para una nación que mayoritariamente sigue siendo católica y la segunda en importancia dentro de esta religión en el planeta.

Un México identificado mundialmente por sus escandalosos niveles de corrupción gubernamental en maridaje con un empresariado nacional e internacional, lo mismo que inmerso en la violencia generada por un crimen organizado, que horas antes de su arribo demuestra su gran poder, al desatar una masacre que inicialmente reporta 49 muertos en el penal de Topo Chico en Nuevo León.

El país que se desgrana por los contubernios gubernamentales, políticos y de negocios, plenamente demostrados en la realidad histórica, con los cárteles de las drogas, que ha llevado a los mexicanos a ser simples observadores, pero también víctimas inocentes de una guerra de baja intensidad, iniciada desde el sexenio de Vicente Fox, pasando por el mayor desencadenamiento con Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, que ha derivado en un saldo sangriento de por lo menos 80 mil muertos.

Visita oficial como Jefe del Estado Vaticano y en paralelo Apostólica, acorde a su misión pastoral, que está inmersa en su convicción de que el colonialismo sigue siendo factor determinante en las sociedades de los cinco continentes, de la negación de un derecho a un desarrollo integral, lo cual implica inequidad, la misma que genera violencia ante la cual no habrá recursos policiales, militares o de inteligencia capaces de detener.

Convicción plena manifestada desde su ascenso al liderazgo de la Santa Sede, en ciudad de El Vaticano, de convocar al mundo católico y de todas las religiones, a decir no a las viejas y nuevas formas de colonialismo y sí, en cambio, al encuentro entre pueblos y culturas, para trabajar por la paz.

Posición permanente del Sumo Pontífice, a favor de que los pueblos sean artífices de su propio destino, para transitar en paz su marcha hacia la justicia, sin tutelajes ni injerencias donde el más fuerte subordina al débil, y que su cultura, su idioma, sus procesos sociales y tradiciones religiosas sean respetados.

Jesuita de origen congregacional en Argentina, Jorge Mario Bergoglio, mantiene inquebrantable su posición como líder indiscutible y carismático de más de mil 200 millones de católicos, de que ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía y, cuando lo hacen, están las nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia, porque la paz se funda no sólo en el respeto a los derechos del hombre, sino también en los derechos de los pueblos, particularmente el derecho ala independencia.

Presencia del Vicario de Roma, en su visita que incluirá actividades pastorales en la capital del país y los estados de México, Chiapas, Michoacán en Oaxaca, en los días en que México enfrenta la ofensiva avasalladora de los poderosos intereses colonialistas de siempre, que afectan su independencia lograda con la sangre de millones de compatriotas.

Tiempo cada vez más complejo de subordinación de un gobierno federal, que junto con un Poder Legislativo incondicional desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, sigue entregando a los intereses extranjeros el patrimonio que tanto ha sido reconocido a los mexicanos en el resto del orbe, como lo son sus aún importantes industrias petrolera y de electricidad.

Señalamiento en sus casi tres años de dirigencia de la religión más importante en los cinco continentes, de que prevalecen factores que atentan contra el desarrollo humano y equitativo que coartan la soberanía de los países latinoamericanos y de otras latitudes del planeta.

El Papa Francisco ha reiterado permanentemente, que el nuevo colonialismo adopta diversas fachadas. A veces es el poder anónimo del ídolo dinero, mediante corporaciones prestamistas (Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo y Fondo Monetario Internacional), así como algunos Tratados denominados de “Libre Comercio”, y la imposición de medidas de “austeridad” que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres.

Reconocimiento del Sucesor de Pedro, de que en los últimos años, después de demasiados desencuentros, muchos países de América Latina han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos, en tanto que sus gobiernos aunaron esfuerzos para hacer respetar sus soberanía, la de cada país y la del conjunto regional como Patria Grande, por lo que ha pedido a los movimientos populares de la Región, cuiden, acrecienten y mantengan su unidad para crecer en paz y justicia.

Una lucha popular nada fácil y de ahí la importancia de la posición que desde Brasil, los obispos latinoamericanos de los que formó parte, como representante de la Iglesia Católica de Argentina, adoptaron para denunciar con total claridad en el documento de Aparecida, que las instituciones financieras y las empresas trasnacionales se fortalecen al punto de subordinar las economías locales, sobre todo debilitando a los Estados, que parecen cada vez más impotentes para llevar adelante proyectos de desarrollo al servicio de sus poblaciones.

Francisco, que en algún momento ha sido señalado por los poderosos intereses que critica, de ser un Papa comunista, no ha dado marcha atrás en sus principios solidarios a favor de los pobres del mundo, cuando ha aseverado que bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo –graves males de nuestros tiempos-, vemos que se impone a los Estados, medidas que poco tienen que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces las empeoran.

Esta situación se vive en México, dentro del esquema de sometimiento económico-financiero impuesto por Estados Unidos y sus aliados, que marcan pautas al gobierno federal para combatir sobre todo el narcotráfico en territorio nacional, sin importar los escandalosos saldos rojos que llegan a convertirse en genocidios, mientras en su espacio territorial el consumo de estupefacientes no solamente se mantiene sino que se ha acrecentado, confirmando su condición de principal consumidor en el mundo, de este criminal negocio que reporta más de 500 mil millones de dólares al año, de los cuales 50 mil millones ingresan a nuestro país de manera ilícita.

Un Papa que sin duda alguna es el hombre mejor informado del mundo, que sabe que en México el combate a la corrupción comprometido hace cuatro años, bajo acta notarial en los días de campaña por la Presidencia, es todavía promesa incumplida, lo mismo que la impunidad de quienes siguen incurriendo en escandalosos actos de deshonestidad.

Jorge Mario Bergoglio, tiene también pleno conocimiento de que el empobrecimiento incontrolable de la mayoría de la población, es resultado del desvío de los objetivos sociales de los recursos presupuestales, pero de manera preponderante por el cambio de una legislación laboral que cancela derechos alanzados y mantenidos por décadas desde fines del proceso revolucionario de 1910, encabezada por los obreros de la época y el sacrificio de más de un millón de seres humanos, por el cambio social que ahora se desmantela, en aras de una globalización y modernidad a todas luces injusta.

Ideas de un cambio social en el planeta, que llevan al Sumo Pontífice a hacerlas trascender, en cuanto a que la economía no debería ser un mecanismo de acumulación, sino la adecuada administración de la casa común, lo cual implica cuidarla celosamente y distribuir adecuadamente los bienes entre todos.

Un objetivo, plantea el Papa que vino del fin del mundo, que no debe ser el de únicamente el de asegurar la comida o un decoroso sustento, sino una economía verdaderamente comunitaria, de inspiración cristiana que garantice a los pueblos dignidad y prosperidad sin exceptuar bien alguno, incluyendo el acceso a la educación, la salud, la innovación, las manifestaciones artísticas y culturales, la comunicación, el deporte y la recreación.

Sin embargo, asegura que existe un sistema con otros objetivos, que además de acelerar irresponsablemente los ritmos de la producción e implementar métodos en la industria y la agricultura que dañan a la Madre Tierra, en aras de “productividad”, sigue negándoles a miles de millones de seres humanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales.

Certeza del Obispo de Roma, de que la distribución justa de los frutos de la tierra y el trabajo humano, no debe ser mera filantropía, sino un deber moral, que en los cristianos debe ser un mandamiento, como carga aún más fuerte, con el propósito de devolver a los pobres y a los pueblos lo que les pertenece.

Ideales que en la realidad tampoco se cumplen en el México de la mitad de la segunda década del siglo XXI, al ser despojada la Nación, de sus riquezas naturales como ocurría en la época de la conquista, cuando el oro y otros metales preciosos eran saqueados del subsuelo y llevado fuera del país, sin beneficiar a sus legítimos propietarios.

Un atropello inmisericorde del capitalismo salvaje predominante en un país, el nuestro, cuyos gobernantes han cambiado la Constitución, especialmente desde 1988, para que se consume el robo del patrimonio común de más de 120 millones de habitantes, que impotentes observan como, sin ningún

tipo de reciprocidad, por parte del reducido grupo de concesionarios legalmente sustentados, para el aprovechamiento sin límites del bien común.

El líder mundial del catolicismo que convivirá con millones de fieles durante cinco días, en los que en el último estará en Ciudad Juárez, la urbe fronteriza sembrada de miles de cruces de madera en memoria de sus mujeres muertas por la violencia fronteriza, abandera fielmente sus causas sociales mientras sigue cuestionando:

¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad?

¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza?

Y él mismo se responde: Entonces, digámoslo sin miedo, necesitamos y queremos un cambio.

Es el Papa Francisco, que recorrerá el México de las injusticias por encubrimientos que hacen imposible el apego al Derecho, como sigue ocurriendo con el secuestro y desaparición de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero, la masacre de civiles por el Ejército en Tlatlaya o los crímenes impunes de 109 periodistas mexicanos en los últimos 15 años.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013

Premio al Mérito Periodístico 2015, del Senado de la República.