Juego deslegitimador de Trump; inminente derrota

Muy al estilo de los políticos de la oposición en México, el candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump, recurre de antemano a la descalificación de la estructura y sistema electoral, que dará su veredicto el próximo martes 8 de noviembre, de la contienda más controvertida en la historia de la Unión Americana.

Golpe mediático que pegó donde sí duele, al adelantar al término del tercer debate celebrado en la Universidad de Nevada, en Las Vegas, el pasado miércoles 19 de octubre, con su rival la demócrata Hillary Rodham Clinton, que no reconocerá los resultados del proceso, ahora con el agregado posterior de que lo hará siempre y cuando resulte ganador, como si la democracia estadounidense pueda estar sujeta s su capricho personal.

Una posibilidad que ya desde ahora se observa imposible para el hombre de negocios, considerando que las proyecciones del Colegio Electoral, el responsable real y final de la designación del nuevo presidente, dan ya una ventaja de 352 votos de la ex primera dama sobre los 183 del magnate habilitado de político por el Partido Republicano.

Definición de un total de 538 electores nominados por los partidos políticos, de los cuales basta con obtener 270 a favor para hacer válido el triunfo de un aspirante, tomando en cuenta que esta cantidad equivale a 435 en la Cámara de Representantes, 100 en el Senado y tres más por el Distrito de Columbia. Una elección indirecta, en la que estado de la Unión tiene un voto por cada legislador de las Cámaras baja y alta del Poder Legislativo.

Los miembros del Colegio Electoral están obligados a respetar las tendencias de sus representados, mismas que hasta ahora a 17 días del sufragio general, se inclinan a favor de la exsenadora por Nueva York, lo cual mantiene en actitud desafiante a Donald Trump, ante su inminente derrota en las urnas que se da como un hecho, si las elecciones fuesen ahora.

Hasta el 18 de octubre la votación anticipada por correo o directa, en más de 30 estados de la Unión Americana, acumulaba dos millones 100 mil electores. Se estima que el día de la elección acudirán a las urnas 45 millones de ciudadanos.

Un estilo tradicional que identifica a los demócratas que han favorecido a Hillary en Carolina del Norte y Florida, mientras que Trump se mantiene firme en Iowa y Ohio.

Del total de los aproximadamente 56 millones de hispanos que viven en Estados Unidos, según la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Electos, 27.3 millones tienen derecho al voto. Sin embargo, solamente 16.2 millones de han integrado al registro electoral, de los cuales se tiene la certeza de que 13.1 millones acudirán a sufragar, evidenciando una apatía que no ha sido posible superar. Aun así, la gran mayoría lo hará por Clinton, en repudio a la conducta discriminatoria hacia ellos, realizada durante su campaña por el empresario republicano.

Trump se sabe perdido, pues las evidencias adelantadas y los mismos pronósticos generales, anuncian una derrota contundente, y de ahí su radical discurso de no aceptación anticipada de la elección, que ha tenido una rápida respuesta del presidente Demócrata, Barack Obama, al afirmar que con su negativa ayuda a los enemigos de los Estados Unidos.

En medio de su impotencia y desesperación al sentir cada vez más la cercanía de su derrota oficial, el magnate se ha atrevido a manifestar que “las elecciones están arregladas” por Clinton y por la prensa estadounidense, por lo que el mandatario le ha respondido que “cuando se trata de sembrar las semillas de la duda en la mente de la gente sobre la legitimidad de nuestras elecciones, eso socava nuestra democracia. Entonces se hace el trabajo de nuestros adversarios, porque nuestra democracia depende de que la gente sepa que su voto importa”.

Obama sabe que frente a la condición tambaleante del abanderado de la causa Republicana, no se le debe dar ninguna oportunidad de recuperación. Ofensiva en la que su esposa Michel, adquiere mayor trascendencia, al combatir su posición de no aceptar los resultados del sufragio cercano, calificándolo como un hombre completamente carente de esperanza que degrada a las mujeres y a los inmigrantes.

Mensaje durante un mitin en Phoenix, Arizona, territorio eminentemente Republicano, en el que no dudaría en asegurar que quienes hablan, como Trump, de que las elecciones están amañadas, están tratando de convencer a la ciudadanía de que se queden en casa y eviten votar. No se puede intentar mantener en suspenso la democracia estadounidense, ya que demasiada gente ha luchado, se ha manifestado y ha muerto por esta democracia, diría.

Es la guerra electoral, de los discursos al más alto nivel para mantener la fortaleza de Hillary Rodham Clinton, y mantener la hegemonía del Partido Republicano en el mando de la nación más poderosa del mundo.

Frente común contra las declaraciones de Trump en el sentido de que las elecciones podrían ser manipuladas, en la que resulta relevante la respuesta de Loretta Lynch, la titular de la Fiscalía General de Estados Unidos, quien advierte que no existen razones para creer que hubiera un riesgo real, preciando que el Departamento de Justicia trabaja en forma estrecha con estados del país, para verificar que sus sistemas electorales sean seguros, incluso ante el riesgo de ataques cibernéticos.

En su intención de pasar a la historia política de la Unión Americana, con un estilo que avergüenza a quienes lo postularon desde la cúpula del Partido Republicano, Trump pasa por encima de las reglas cívicas y de respeto elementales al resultado final de una contienda Presidencial.

Cobra vigencia la carta que el entonces presidente George H. W. Bush, al perder la contienda frente a Bill Clinton, dejaría con fecha de 20 de enero de 1993 sobre el escritorio de la Oficina Oval, reconociendo el triunfo Demócrata, en el que expresa: “Querido Bill. Cuando entré a esta oficina hoy, percibí la misma sensación de asombro y respeto que hace cuatro años. Sé que tu sentirás lo mismo. Te deseo una gran felicidad en este lugar. Nunca sentí la soledad que muchos presidentes han descrito”.

No faltaría en el breve texto la advertencia y el sano consejo al sucesor: “Habrá tiempos muy difíciles, que serán aún más complicados debido a la crítica que tú no sentirás como justa. No soy muy bueno dando consejos, pero no dejes que los críticos te desanimen o te saquen del camino. Tú serás nuestro presidente cuando leas esta nota. Te deseo bien. Le deseo bien a tu familia. Tu éxito es ahora el éxito de nuestro país. Tienes todo mi apoyo. George”.

Civilidad del ahora ex Jefe de la Casa Blanca, que a 23 años de distancia tanto Republicanos como Demócratas, reconocen como un acto de dignidad y prudencia de Bush, que ahora Trump ha empezado a quebrantar en un último intento por atraer votantes a su favor.

No obstante lo que no se deja de reconocer, porque está evidenciado en los resultados mediáticos, es que la nominación y participación de Donald Trump como candidato del Partido Republicano, provocaría un despertar del ciudadano común en la actividad política dentro de la Unión Americana, lo cual no acontecía desde 1980, en la contienda entre Ronald Reagan y James (Jimmy) Carter.

Las bravuconerías y desplantes del magnate inmobiliario, pero sobre todo el surgimiento en toda la historia democrática norteamericana, de la primera mujer aspirante a la Presidencia, serían fundamentales para que el primer debate sostenido el pasado 26 de septiembre, alcanzara el récord de audiencia televisiva (84 millones), ubicándolo como el más visto, después del realizado hace 36 años (80.6 millones).

Nielsen, la principal agencia de investigación de audiencias televisivas en la Unión Americana desde 1976, revelaría que la transmisión televisiva más vista hasta ahora, ha sido la del Superbowl en 2015, con 106.2 millones, ubicando al evento electoral de septiembre, como el tercero más visto en los últimos 40 años. El debate del 19 de octubre, lo verían 71.6 millones, convirtiéndose en el quinto programa más visto en la televisión de los Estados Unidos.

Tercer y último debate en Las Vegas, en el que se hablaría de migración, economía, política exterior, seguridad nacional y control de armas. Oportunidad que no desperdiciaría Trump para calificar a Hillary de “repugnante”, luego de que la aspirante demócrata lo volviera a exhibir como evasor de impuestos durante varios años, al declararse en bancarrota.

Demostración de una rivalidad cada vez más evidente, al no darse la mano por segunda ocasión en el inicio del encuentro, en el que la exsecretaria de Estado expresaría sentirse horrorizada por tener enfrente a un adversario que no cree en el sistema electoral estadounidense.

Mal le iría al aspirante Republicano cuando la demócrata le recordaría a Trump sus elogios en numerosas ocasiones al líder ruso, Vladimir Putin, acusándolo de representar un riesgo para los Estados Unidos, pues de ganar la elección se convertiría en una marioneta en la Casa Blanca del presidente de Rusia.

Con mucho en contra y poco a favor, el representante Republicano sería blanco fácil cuando Clinton le recriminara “su comportamiento indecente hacia las mujeres”, que el magnate negaría y argumentaría que su adversaria y equipo de campaña estaban detrás de las acusaciones que poco convencieron, dada la acumulación de pruebas concentradas en su contra.

Trump no se escaparía tampoco de ser calificado por Hillary, como el “más peligroso candidato a la Presidencia en la historia moderna de Estados Unidos”, que por cierto insistiría en su proyecto de construir un muro en la frontera, con cargo a México, “para detener las drogas y a los hombres malos. Estados Unidos se queda con la droga y México con el dinero. A todos los capos de la droga los vamos a expulsar”.

La exintegrante del Gabinete del

presidente Barack Obama, no dudaría en denunciar los intentos de su contrincante republicano, de querer separar familias de hispanos al deportar a padres inmigrantes con hijos nacidos en la Unión Americana, así como de haber contratado a indocumentados para construir sus edificios.

Días de recta final de las campañas de los candidatos del sistema bipartidista estadounidense, que afianza la carrera de la aspirante del Partido Demócrata para ocupar la Oficina Oval de la Casa Blanca.

Hillary Rodham Clinton tiene todavía esa convicción, que de haber aceptado la invitación del presidente Enrique Peña Nieto a dialogar, le hubiese reportado seguramente más simpatías entre la comunidad de migrantes mexicanos con derecho a voto.

Pero el apresuramiento al darle prioridad a la visita de Trump, sin asegurar la suya, en el proyecto de Los Pinos, ha molestado con razón a la candidata demócrata, que ha encontrado sobre la marcha, aliados muy importantes y con gran arraigo popular, en las figuras de Vicente Fernández, de los integrantes de Los Tigres del Norte y Angélica María, entre otros, que encabezarían un concierto por la tarde-noche del tercer debate, en un espacio aledaño, a donde acudió para agradecerles su apoyo.

Hay confianza en el mundo hispano, de que Hillary Rodham Clinton ganará la elección, y que ya como líder de la nación más poderosa del planeta cumplirá su palabra de buscar el beneficio para los 56 millones que han emigrado a la Unión Americana, para alcanzar mejores niveles de bienestar.

Así sea.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013, Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.