Diabetes: Hoy, más muertos que en la Revolución

El pasado viernes 26 de mayo, tuve bajo mi responsabilidad dictar la Conferencia Magistral del XXIII Curso del Colegio de Medicina Interna de la Costa de Chiapas, en el auditorio del Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Autónoma de Chiapas, en Tapachula, la ciudad más importante de la Frontera Sur de México.

Una distinción que mucho agradezco a su presidente, Oscar Alfaro Camas, porque a pesar de no ser parte del gremio de los médicos internistas de la Región que abarca desde Suchiate hasta Arriaga, me invitó a participar.

Por ello, lo primero que dije a los especialistas ahí reunidos, es que seguramente a alguno de ellos les había sorprendido que un periodista les hablara sobre un tema que dominan científicamente en su totalidad, adjudicándome el correspondiente al “Panorama Nacional de Diabetes y Obesidad”.

Los entiendo, les manifesté con todo el respeto que siempre me han merecido los médicos, al tiempo que me permití comentarles que a lo  largo de casi 43 años de ejercicio profesional del periodismo he estado en contacto con su mundo, 30 de ellos en medios impresos y electrónicos de la Ciudad de México, y de ahí a muchas partes del mundo, como enviado especial e incluso como director de un periódico de circulación nacional, El Sol de México, en que he tenido el honor de conocer y entrevistar a los más grandes personajes de la historia de la medicina en nuestro país, en el último cuarto del siglo XX.

Fue precisamente en mi etapa como reportero del diario EXCELSIOR, en la capital nacional, cuando tuve ese gran privilegio que me sigue llenando de satisfacción y orgullo como comunicador. Cité a los grandes maestros como el chiapaneco Manuel Velasco Suárez, fundador y director del Instituto Nacional de Neurología; Ignacio Chávez Sánchez, creador y director del Instituto Nacional de Cardiología; Salvador Zubirán Anchondo, precursor y director del Instituto Nacional de Nutrición; Romeo Rodríguez Suárez, director del Instituto Nacional de Salud Hospital Infantil de México y Roberto Ahued Ahued, director del Instituto Nacional de Neurología.

Días aquellos de cobertura informativa para el Periódico de la Vida Nacional, como responsable de la Fuente del Sector Salud, que incluía la búsqueda de la noticia dentro de las diversas áreas de la Secretaría de Salubridad y Asistencia (SSA); Instituto Mexicano del Seguro Social y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE).

Aparecería de pronto la primera diapositiva en las pantallas del auditorio del CEA-UNACH, que provocaría de nuevo el desconcierto reflejado en sus rostros de los distinguidos médicos asistentes y ponentes que me habían antecedido.

Se trataba de una imagen de una carreta jalada por un par de bueyes, sobre la que se apilaban incontables los restos de hombres vestidos a la usanza campirana, muy humildes, con sus sombreros sobre ellos, mientras a los lados caminaban sus mujeres de la mano con su tristeza y agobio.

En la parte superior de la foto en blanco y negro, un texto en el que se leía. “A lo largo de su historia, México ha tenido episodios trágicos de guerras entre hermanos, como el de la Revolución de 1910”.

Inmediatamente aclaré que no pretendía darles ninguna clase de historia, mientras les solicitaba un momento de su paciencia para continuar, por lo que pasamos a la siguiente proyección en la que se observaban los cuerpos inermes de un grupo de campesinos revolucionarios con la leyenda: “Un movimiento social iniciado por el pueblo, para dar fin a la dictadura de más de tres décadas, encabezada por el caudillo oaxaqueño, general Porfirio Díaz”.      

Mayor sorpresa en el momento en que apareció la diapositiva que mostraba un altar de muertos con calaveras de los difuntos de hace 117 años, en la que se subrayaba: “Una insurrección que saldría triunfante, pero que tendría un saldo final de un millón de muertos”.

Hasta aquí la referencia fundamental para mi exposición de esta noche, precisé a mis oyentes, mientras leía el texto complementario: “Un siglo después, la tragedia sigue rondando con crudeza a los mexicanos, ahora no por una lucha armada, sino por enfermedades incurables”.

Explicaría que a partir de ese momento daría paso al análisis del tema asignado, citando de inmediato al doctor José Narro Robles, secretario de Salud Federal, que apenas dos días antes de mi participación, había dado a conocer en su Conferencia Magistral ante los asistentes del Congreso Internacional de Obesidad y Diabetes, organizado por la Escuela Médico Militar de la Secretaría de la Defensa Nacional, al celebrar su centenario de fundación, que esta peligrosa enfermedad había sido la causante de que del año 2000 a 2015, en México fallecieran un millón 100 mil personas.

Más muertos que en la Revolución Mexicana, sería su afirmación, en la que abundaría que “en este siglo hemos acumulado más muertes por diabetes que en la Revolución Mexicana, la cual se ha convertido en la principal causa de años de vida ajustados por discapacidad y la tercera causa de años de vida perdidos por muerte prematura”.

Advertiría a los médicos militares y civiles, que el sobrepeso y la obesidad son un problema serio y una de las mayores amenazas para la salud que tenemos en este momento”.

Proyectaría en la siguiente fase, a dos mujeres indígenas bastante gorditas, mientras caminaban sin pena alguna por una calle de su comunidad, apoyado en un mensaje que establecía: “El sobrepeso y la obesidad favorecen la diabetes y otras enfermedades de alto riesgo para la salud, por el excesivo consumo de refrescos y alimentos”.

Siguiente planteamiento en un recuadro en el que me permití asegurar que, “México vive hoy una nueva forma de guerra, en la que la población ya no se enfrenta a balazos como en 1910, sino a una ofensiva comercial que impunemente daña la salud y la economía de 120 millones de mexicanos, así como las cada vez más endebles finanzas de las instituciones del Sector Salud, en el borde de la incapacidad para responder a las demandas de más enfermos de Diabetes”.

Exposición de las estadísticas actualizadas de la Organización Mundial de la Salud, que dan a nuestro país el primer lugar internacional por el consumo de refrescos, con 163.3 litros anuales por persona, seguido de Estados Unidos con 118.1; Chile, 116.2; Brasil, 89.1; Colombia, 65.3 y Perú, 55.7.

Por demás preocupante, la diapositiva en la que se veía a dos niños con síntomas evidentes de desnutrición, compartiendo una botella de plástico con capacidad de dos litros, ya casi terminados, de Coca Cola, complementada por otra en que se ve, hasta cerrando los ojos, a una indígena adicta ya a este producto de origen estadounidense.  

Ahí escribí también: “El aislamiento ancestral de las etnias mexicanas, quebrantado por las transnacionales refresqueras. A ellos les podrá faltar un litro de leche por lo inaccesible de sus pueblos, pero nunca una Coca Cola”.

Penetración sin límites, que hace de Chiapas uno de los ejemplos más evidentes de la presencia publicitaria de grandes dimensiones, como la que se observa en un gran anuncio espectacular de Coca Cola, a la entrada del pueblo de Zinacantán, adornado por el traje típico, para generar la “identidad”,

En la siguiente imagen, la foto donde en primer plano están cajas de esta marca llenas del producto y apiladas para atender la demanda, mientras que al fondo está un grupo de niños y adultos del pueblo de San Juan Chamula, confirmando el grave incremento de consumo de “gaseosas” en la Región de Los Altos de Chiapas.

Asombro entre los médicos internistas al enterarse del reporte expuesto por el ponente: “Más de tres mil millones de litros de refrescos, la venta en 2015 en México. Coca Cola domina el mercado desde hace 92 años en que inicia actividades en el territorio nacional y actualmente tiene el control de 73.5 por ciento; Pepsi, el 15.9; Big Cola, el 3.3, y 7.3 empresas pequeñas”.

Más impacto, con los niños obesos del siglo XXI, que en el pasado constituían la imagen de bebés sanos. Ahí el comentario: “Antes, cuando un niño estaba gordito, era la mejor forma de creer que estaba sano. Hoy es señal de obesidad y riesgo para la salud, al consumir productos que contienen substancias no necesariamente nutritivas y si en cambio llenas de conservadores y hormonas que alteran su organismo”.

Observación de que son ellos los objetivos prioritarios de la comida chatarra en nuestro país y en el mundo, que ha derivado en la obesidad de jóvenes y adultos. Resultado de la estrategia comercial de crear nuevas generaciones consumistas, al inducirlos a ser candidatos a graves enfermedades como la diabetes.  

De niño a adulto, el objetivo consumado en territorio nacional, para crear mexicanos obesos, debido en mucho a la falta de conciencia y apatía de la población ante el grave riesgo en que incurren, aunado a la irresponsable omisión complaciente de las autoridades del Sector Salud, que actualmente se refleja en que más de cuatro y medio millones de niños padezcan sobre peso y obesidad, en tanto 72 por ciento de la mujeres se encuentran en condición de “gorditas”, mientras que 67 por ciento de los hombres enfrentan la misma circunstancia.

El drama del consumo de alimentos que no nutren y solo engordan a niños y adolescentes escolares, que junto con sus mayores son víctimas de la publicidad engañosa que incita a la ingesta sin medida de hamburguesas, como se ofertan a “buenos precios” en Burger King o McDonalds, además de aquellos que se venden a las salidas de las escuelas o en general, en las vías públicas, con la complicidad de las Secretarías de Salud y la de Educación Pública federales y estales.

Reporte, de que pese a la prohibición de venta de refrescos embotellados y comida chatarra en los centros educativos, son los mismos alumnos los que de contrabando meten

en sus mochilas la Coca Cola, Pepsi u otros, no solamente para consumirlos, sino para venderlos a sus compañeros, creando así un mercado negro hasta ahora no atacado por las autoridades.

Conclusión de que estos factores, son de suma importancia dentro del Panorama nacional de la Obesidad y Diabetes, nada halagador para quienes siguen creyendo que la salud se mide por el peso, conformando un México Lindo y Gordito.

Todo ello, en un país, el nuestro, en el que las acciones emprendidas para frenar la afectación irreversible de la salud de la población, como el pago de impuesto de un peso por cada litro refresco y de más carga fiscal a la comida chatarra, no han resultado efectivas, y que tampoco han hecho mella en las exageradas ganancias de las empresas transnacionales.

Un México, donde la prioridad del gobierno hasta ahora no ha sido la atención de la salud de sus habitantes, sino el fortalecimiento de los intereses de la macroeconomía representada por las grandes capitales de origen extranjero que aquí operan.

Agravamiento del problema de la diabetes, llamada también “la muerte silenciosa”, que al complicarse daña órganos básicos para el buen funcionamiento del organismo humano, que ahora mantiene en condiciones de alta vulnerabilidad las finanzas de las instituciones del Sector Salud, en las que sobresale el Instituto Mexicano del Seguro Social, en una coyuntura favorable para su desmantelamiento, por la excesiva e injustificada subrogación de servicios a empresas privadas.

Un tema lleno de complejidades, que seguiremos analizando, no sin antes reiterar a los integrantes del Colegio de Medicina Interna de la Costa de Chiapas, su generosa invitación para dirigirme a ellos.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 del Senado de la República y de Comunicadores por la Unidad A.C.