Crimen Organizado en la Ciudad de México

Una mañana de 2009, llegó a mi oficina de la Dirección de El Sol de México, en la capital del país, uno de los mejores fotógrafos del matutino de Organización Editorial Mexicana. Me dijo: Señor director, te traigo un regalo. Me entregaría un paquete de 100 fotografías en las que se veían un arsenal de armas y municiones de todos calibres, granadas fragmentarias y bazookas.

Aquí viene lo bueno, me dijo: Ante mis ojos, apilados “ladrillos” de cocaína, que sumaban aproximadamente más de 500 kilos.

“¡Ah caray!, dónde encontraste esto”, le cuestioné. Con la sonrisa en el rostro plena de satisfacción por lo logrado con su cámara, me contestaría: “Está en una bodega por los rumbos de Peralvillo”.

Pero, ¿cómo llegaste a ese lugar y sobre todo que te permitieran tomar tantas imágenes?, volví a preguntarle. Su respuesta rápida: No los conozco, pero sí un comandante de la Policía Judicial Federal.

De sorpresa en sorpresa.

Ahora fue el hombre de la cámara que me diría:¿Qué te parece, verdad que están buenas? ¡Son una bomba!

Sí, le respondí, pero debo consultar a nuestro presidente y director general lo que vamos a hacer. En principio, le expresé, te felicito, porque hasta ahora nadie había logrado entrar de esta manera a una parte importante del mundo del narco en el Distrito Federal.  

Gracias, agradeció, para retirarse de inmediato.       

Guardé en un sobre todas las fotografías que por supuesto eran una bomba noticiosa si se publicaban, y las metí en una gaveta de mi escritorio, que cerré con llave.

Por la tarde de aquél día de hace ya 18 años, me reuní en su oficina con don Mario Vázquez Raña, el dueño de la Corporación OEM, con quien solía evaluar la información para la edición del día siguiente, cuando se encontraba en el país, porque dada su condición de ser vicepresidente del Comité Olímpico Internacional, presidente de la Organización Deportiva Panamericana y dirigente del Comité Olímpico Mexicano, viajaba mucho por todo el mundo, lo cual aprovechaba para hacer entrevistas a los líderes de las naciones que visitaba. Alguna vez tuve la oportunidad de realizar el cuestionario del correspondiente a Islandia.

De entrada, como siempre lo hacía, me preguntó: ¿Qué tenemos de bueno hoy tocayo, para la edición de mañana de El Sol de México?

Traigo el presupuesto de la información nacional e internacional, le contesté, pero antes, le pido que vea este material gráfico de uno de nuestros fotógrafos.

En cuanto empezó a observarlas, exclamaría: Oye tocayo, de dónde sacaste esto. ¡Qué bárbaro! ¿No me digas que esto lo tenemos aquí en la capital? ¿Quién las tomó? ¿Cómo llegó ahí?

Sí don Mario, le subrayé. Esto ocurre aquí en la ciudad de México, en Tepito. Le informaría de todos los detalles de la investigación y quedaría todavía más sorprendido.

Oye, pero eso está a unas cuantas cuadras de las instalaciones de la Procuraduría General de la República, que están en Reforma y la glorieta de Peralvillo.

Así es, asentí.

¿Qué sugieres que hagamos?, me consultó.

Mi respuesta fue simple: Creo que hay que guardarlas. Como director del matutino me volvería blanco fácil, Mi carro no tiene ningún blindaje para protegerme, como el de usted que tiene cinco niveles.

Tienes razón, no tenemos porque exponer nuestras vidas ni de las nuestras familias. Tomó el sobre y lo guardó en su caja fuerte. Luego, daríamos comienzo a la evaluación, de ese y muchos días de 1999, en la que nunca volvimos a tocar el tema.

Esta anécdota de mi carrera profesional como comunicador en México, cobra vigencia casi dos décadas después, en los días en que el jefe de Gobierno de la capital del país, Miguel Angel Mancera, ha reiterado hasta la necedad de que en la ciudad que gobierna no existe ningún cártel de las drogas y menos uno que se llame Tepito.

Un discurso de protección a su imagen, hasta ahora como inminente candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), a la Presidencia de la República.

Mega ciudad en la que es un secreto a voces, además de que se vive a diario, la presencia y manifestaciones de violencia de los grupos del crimen organizado que operan desde siempre, por la disputa de territorios, sin llegar a situaciones extremas que evidencien su presencia.

Pero la gota que vino a derramar el vaso y que ha obligado al Gobierno de la República a intervenir para frenar la actividad gansteril del narcomenudeo, en diversas facultades de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México.

No obstante que desde siempre el campus universitario del sur de la capital nacional, ha sido centro de operaciones inicialmente de la venta de mariguana en la zona conocida como “Las Islas”, en el extremo de la explanada oriente de la Rectoría, y últimamente la comercialización de cocaína y pastillas sicotrópicas de última generación.

Una situación en la que la Máxima Casa de Estudios de México no constituye un hecho aislado, pues se repite, en mayor o menor escala, en todos los Centros de Educación en el territorio nacional.

Tema por demás delicado, que desde noviembre de 2015, planteaba el entonces candidato a la Rectoría, Enrique Luis Graue Wiechers, que dos años después, como responsable del rumbo de la UNAM, ha retomado con suma responsabilidad, pero sobre todo valor, para enfrentar esta grave problemática.

El toro por los cuernos, por fin, después de que ninguno de sus antecesores se atreviera siquiera a reconocerlo. Con Graue Wiechers no ha sido así, pues ha demandado a la Procuraduría General de la República y al gobierno de la ciudad de México, la investigación y todas las acciones necesarias para llegar a fondo en este asunto del narcomenudeo.

Las primeras investigaciones de los Servicios de Inteligencia Federal, dieron como resultado la existencia operativa de un cártel denominado de Tláhuac, ubicado en la jurisdiccional del mismo nombre.

Trabajo a fondo de un grupo elite de la Secretaría de Marina, que gradualmente fue orquestando toda una estrategia para dar con el cabecilla visible de este grupo criminal, dentro y fuera de CU.

Las pesquisas de los agentes castrenses especiales, tuvieron su parte culminante este jueves 20 de julio, cuando un numeroso contingente de La Armada, apoyado por Policía Federal, Gendarmería y elementos de las policías de la capital nacional, incursionaron en Tláhuac, para atacar y aprehender al cabecilla del cártel, Felipe de Jesús Pérez, de 48 años de edad, “El Ojos”.

Al oponer resistencia, se daría el enfrentamiento entre narcotraficantes y marinos que mantenían la vanguardia en el “Operativo Tláhuac”. El resultado fue desventajoso para los siete sicarios y el jefe del cártel, que fueron abatidos por los militares, que de esta forma dieron un golpe severo a quienes mantenían un imperio de las drogas sustentado en las armas, en las delegaciones Tláhuac, Iztapalapa, Milpa Alta, Xochimilco y Coyoacán, donde se ubica la Ciudad Universitaria.

Como ya lo han hecho en ocasione anteriores, los marinos dieron fin a una de las cabezas del monstruo del tráfico de estupefacientes, que había creado en el sur de la ciudad más grande y poblada de la república, todo una estructura de poder delictivo con predominio del tráfico y comercialización de drogas, extorsión, secuestros, levantones, asesinatos, y amenazas, liderada por “El Ojos”.

Sin embargo, quedan dudas en cuanto al supuesto “capo principal”, ya que el lugar donde fue encontrado, no evidencia ni los dispositivos de seguridad ni la ostentosa riqueza que han caracterizado a los jefes de las mafias, pudiendo ser otra la dirección desde donde vivía y coordinaba a su enjambre de cómplices.

Al estilo de los cárteles que desarrollan actividad delictiva en el país, los de Tláhuac, no únicamente se enfrentaron a balazos con los militares, sino a manera de distracción, en las cercanías del enfrentamiento provocaron bloqueos viales e incendiaron vehículos de carga y transporte de pasajeros, además de la participación obstructiva de los bicicleteros y mototaxistas, que realizan labores de venta y de “halcones” informantes con una red que advertía de las movilizaciones policíacas.

Y aunque el jefe de Gobierno Miguel Angel mancera siga declarando, como lo hizo este viernes 21 de julio, que en la ciudad capital nacional no hay cárteles del narcotráfico, baste decir que las investigaciones de La Armada revelan que “El Ojos” y sus cómplices iniciaron en 2011 y fortalecieron operaciones en 2012, con el apoyo de segmentos importantes derivados del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, de Sinaloa, hasta llegar a convertirse en rival del de Tepito.   

Para dar una idea de la magnitud del negocio de este cártel que domina el suroriente de la ciudad de México, solamente en Ciudad Universitaria, tiene ingresos diarios superiores a los 100 mil pesos.

Desde un principio, empezaron a comprar protección de las autoridades federales, delegacionales y policíacas, de tal manera que cuando alguno de sus integrantes era detenido acusado de delitos contra la salud, nunca fueron consignados, como ocurrió, por citar un par de ejemplos, con las averiguaciones FMC/MC-2/T3/00797/12-09 del fuero común y PGR/DDF/COE/AO-III-0492/11-03, de la Federación.

Como ocurre en estos casos, una vez fallecido el líder principal visible, Felipe de Jesús Pérez Luna, la sucesión deberá definirse en los siguientes días e incluso ya se tiene en el ámbito de los Servicios de Inteligencia de la Armada, que el mando puede quedar en los ex convictos conocidos como “El Cholo” o en otro lugarteniente identificado como “El Chicano”.

Resurgimiento del monstruo de las mil cabezas, que no altera la posición del rector Luis Enrique Graue Wiechers, quien este viernes 21, ha manifestado su confianza y esperanza de que con las acciones conjuntas de la Marina y autoridades civiles, en contra del cártel de Tláhuac, el narcomenudeo baje en todas las

universidades, especialmente en la UNAM.

Reiteró que fue la UNAM la que pidió a las autoridades, “que se investigara a fondo esto del cártel de Tláhuac, cuando por primera vez nos enteramos de que existía la posibilidad de su intervención en CU. Ha presentado denuncias, pero no participó en la operación de este viernes”.

Bien por el rector de nuestra Máxima Casa de Estudios, que dio margen para descubrir un poco de las desbordadas operaciones delictivas del narco en la ciudad de México.

Premio Nacional de Periodismo 1983 y 2013. Club de Periodistas de México.

Premio al Mérito Periodístico 2015 y 2017 de la Cámara de Senadores y de Comunicadores por la Unidad A.C.