Negocios con las tragedias

En México, las tragedias derivadas de acciones devastadores de la naturaleza, han servido para enriquecer a las cúpulas del poder público y privado, al lucrar con el dolor ajeno que ha tenido en la respuesta gubernamental la aplicación de presupuestos de muchos miles de millones de pesos, que finalmente se han convertido en un históricos botines de escándalo e impunidad.

La de Chiapas, el 4 de octubre de 2005, es uno de los ejemplos más cínicos del contubernio gobernantes-empresarios-familiares-amigos, derivada del huracán Stan, que arrasó con casas construidas sin estar sujetas a la normatividad oficial, en el lecho y orillas del río Coatán en Tapachula, junto con las miles de gente que las habitaban, que fueron arrastradas por las avalanchas de agua, lodo, piedras de todos tamaños y árboles completos arrancados de raíz.

Días aquellos de desgracia para centenas de miles de chiapanecos, que se transformarían en espléndida alcancía económica de fin de sexenio (2000-2006), para el gobernador Pablo Abner Salazar Mendiguchía, del presidente Vicente Fox Quesada, su esposa Marta Sahagún Jiménez y los hijos de ésta, los Bribiesca Sahagún, que derivaron toda una red de complicidades en el reparto de 20 mil millones de pesos autorizados de manera extraordinaria y urgente por el Poder Legislativo Federal, para la Reconstrucción en la entidad.

Lo sorprendente de todo en esos días de angustia y zozobra, es que el gobierno estatal la minimizaría, al informar oficialmente que el número de víctimas mortales había sido de 79, cuando las imágenes de los momentos de la embestida del poderoso fenómeno meteorológico, demostraba que la versión no se apegaba a los hechos.

Un panorama desolador, principalmente en la urbe más importante en la vecindad con Centroamérica, que se prolongaría sin piedad por Mazatán, Huehuetán, Tuzantán, Huixtla, Villa Comaltitlán, Acapetahua, Acacoyagua, Escuintla, Mapastepec, Pijijiapan, Tonalá y Arriaga, con puentes colapsados e inundaciones de las zonas bajas, aislándolas.

Deslaves y lo mismo más puentes destruidos en la Sierra Madre de Chiapas (Belisario Domínguez, Motozintla, El Porvenir, Bella Vista, entre otras), que acentuarían la incomunicación de las poblaciones eminentemente indígenas, pertenecientes a la etnia Mam, cuya presencia se prolonga hacia Guatemala.

Aniquilación de escuelas completas, al estar construidas en lugares de alto riesgo, lo mismo centros de salud y clínicas rurales tanto de la Secretaría de Salud como del Instituto Mexicano del Seguro Social, además de infraestructura caminera de terracería.

Llegada del fin del mundo personal, para los miles que fallecerían ese día, bajo escombros o arrastrados por los raudales desbordados.

Un despertar de aquél “Martes Negro”, que hizo desaparecer colonias completas de las riberas del afluente, construidas dentro del cauce, que sería desviado para ser invadido sin importar la potencial amenaza, que finalmente se transformaría en destrucción total.

Desenlaces funestos en Tapachula, de colonias enteras con todo y su gente, asentadas en el lecho del Coatán. Brutal embestida sin precedente, de la que ni los gobiernos municipal, estatal o federal, alertarían a la población, ante la pobreza de un primitivo sistema de Protección Civil.

No más huellas de la Obrera, Las Américas, Brisas del Coatán, Primero de Mayo, Confeti, 18 de Octubre, Magisterial, Magisterial, 18 de Octubre, Paraíso. Dos Islas, Arenal 1 y 2, Granjas del Paraíso, Reforma, Rinconcito, Infonavit Xochimilco, Los Girasoles 1 y 2, así como parte de Las Huacas, La Democracia, San Sebastián, Xochimilco y La Primavera.

Seres humanos de todas las edades y sexos, sucumbieron impotentes y  enlutarían a la ciudad más importante de la Frontera Sur, así como a las poblaciones de los municipios costeros y serranos de Chiapas. Sus cuerpos putrefactos delatarían su presencia, confundidos luego con los restos de animales y empezarían a ser encontrados, ríos abajo, semienterrados, como alimento de los zopilotes.

Destrucción total de viviendas. Videos y fotografías donde era posible observar a familias enteras que habían construido sus casas sobre el cauce del río Coatán, desde los techos lloraban y gritaban pidiendo ayuda a los rescatistas de la Secretaría de Marina que a bordo de un helicóptero infructuosamente trataban de salvarlos de la muerte.

Momentos de impotencia cuando los heroicos elementos de la Base Aeronaval de la Armada en la Región, hacían hasta lo imposible por cumplir su misión de salvaguardar vidas, sin lograrlo, al ser arrastrados por las turbias y desencadenadas descargas pluviales.

La fuerza de las incontrolables corrientes del afluente que todo atropellaba en su desenfrenada carrera hacia el mar, hacía volver todo a su vía original que temerariamente había sido invadida por gente de escasos recursos, sin pensar que alguna vez el río les cobraría la afrenta.

Inundación de las instalaciones del Hospital General y la Clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social, que incluye el edificio de la Delegación Estatal. Afectación de los cuartos de máquinas, en los que se encontraba la planta eléctrica de emergencia.

Declaración de una alerta general que obliga al inmediato desalojo de los pacientes hospitalizados, dando prioridad a los niños y enfermos graves, que serían llevados a las instalaciones de la Cruz Roja, del ISSSTE, ISSSTECH y nosocomios privados, mientras otros eran atendidos en unidades médicas estacionadas en las calles de los hospitales solidarios.   

Una mañana que no tuvo día siguiente para más de tres mil seres humanos, en un alto porcentaje centroamericanos. Descomunal impulso que aniquila con todo el puente de la autopista costera que comunica al centro del estado y del país. Caída irremediable, al erosionar sus puntos de apoyo en los extremos para sucumbir y con ello cancelar el permanente tránsito de mercancías mexicanas hacía Centroamérica y viceversa.

Caos en las primeras horas del otoño del trópico que poco se siente porque en la Región Soconusco únicamente distingue la del calor, con promedio anual de 30 grados. Se perdería la otra, la antiquísima del Ferrocarril, que resultaría víctima del huracán Stan, que echaría abajo los puentes de todos los ríos, desde Suchiate hasta Arriaga, lo mismo que las viejas vías de este sistema de comunicación terrestre, que cumpliría 100 años de construcción en 2008, como obra cumbre del Presidente y general oaxaqueño, Porfirio Díaz, que en su gestión-dictadura de tres décadas, sumaría más de 25 mil kilómetros, enlazando al territorio nacional, salvo la península de Baja California.

El correr por todos lados, en la búsqueda de lugares seguros a las orillas del imponente Coatán, en la parte poniente de la ciudad de Tapachula, donde la tragedia cimbraba hasta al más fuerte, al ver como ancianos en sillas de ruedas, eran empujados por sus hijos o nietos, por encima de piedras y troncos atravesados a su paso.

Mujeres con niños en meses en brazos, otras con embarazos avanzados que a duras penas se abrían paso entre los escombros y basura, seguidas de sus parejas que a cuestas llevaban maletas con algunas pertenencias que habían logrado rescatar de sus modestas viviendas.

Lluvia intensa y fría que convertiría las calles aledañas, en grandes brazos artificiales del torrente, que obligaría a los rescatistas voluntarios de la sociedad civil, a colocar gruesos lazos en sus extremos, para ayudar a pasar a los sobrevivientes, muchos refugiados en los techos de sus casas, donde aguardaban desesperados la llegada de la ayuda.

Inmediata puesta en marcha de los Planes Marina y DNIII, con personal de la Base Naval de la Armada en Puerto Madero-Chiapas y de la 36 Zona Militar del Ejército Mexicano, que  daría seguridad y confianza a los miles de damnificados que en su mayoría perdieron todo.

Improvisación de albergues, que además de insuficientes, fueron insuficientes para alojar a los miles de afectados, que pronto empezarían a sufrir las consecuencias de su desgracia, al carecer de agua y alimentos, además de lo necesario para tratar de descansar y olvidar momentáneamente su tragedia.

Otros, buscando ayuda en casa de conocidos o amigos y familiares que se solidarizaban ante su petición de asilo.

Amplia catástrofe que ponía los reflectores en la antigua Perla de Soconusco y capital económica de Chiapas, que se tambaleaban al ser afectada su infraestructura de servicios municipales básicos, como el agua potable, drenaje, electricidad, gasolinas y diesel.

Situación agravada por las compras de pánico que hicieron inaccesible la compra de alimentos, para la mayoría de la población.

Habilitación de las antiguas de las instalaciones de la Feria Internacional de Tapachula, donde se hacinarían contingentes importantes de damnificados, donde los menores de edad lloraban por no tener alimentos a su alcance, ante la impotencia de los padres que salieron de sus hogares con lo que traían puesto.

Destrucción de la red telefónica y de internet. Por esos días, el columnista tenía bajo su mando la Dirección de Diario del Sur, perteneciente al Corporativo Organización Editorial Mexicana, de la cual era también Director Adjunto de su presidente y director general, Mario Vázquez Raña.

Desde ahí, vía satélite, el rotativo decano del periodismo en Chiapas, daría a conocer en cuestión de minutos y de manera exclusiva al país y al mundo, las imágenes y textos, la catástrofe provocada por el huracán Stan.

Rostros del abandono a los sobrevivientes y conducta irracional por deshumanizada, del gobierno de Pablo Abner Salazar Mendiguchía y de Vicente Fox Quesada.

Arribo del presidente de la república a Tapachula por la vía aérea, para visitar los albergues en Tapachula. Horas antes, la llegada de aviones de carga de la Fuerza Aérea, trayendo consigo un hospital ambulante completo que incluía el

tercer nivel de atención, que es montado de inmediato en el Centro de Convivencia, que sirve como escenario de la presencia del mandatario militante del Partido Acción Nacional y de su socio el gobernante estatal.

Fotos e imágenes de videos del guanajuatense, saludando, abrazando y afirmando que recibirían ahí mismo, lo mejor de la atención médica que les ofrecerían los médicos militares. Apenas había salido del lugar el jefe del Ejecutivo Federal, los mismos que montaron el hospital, lo desarmarían para llevarlo a los Hércules, que los retornarían a la capital del país.

Por la noche, el show de los conductores de Televisa, Adela Micha y Carlos Loret de Mola, transmitiendo en vivo para el Noticiero de Joaquín López Dóriga, mientras detrás de ellos un grupo de soldados, con sus distintivos del Plan DNIII, paleaban el lodo, a orillas del río Coatán.

Vendría pronto la autorización del ejercicio presupuestal extraordinario para la Reconstrucción en Chiapas, que daría margen al surgimiento de otorgamiento de obras a empresas de los hijos de la “pareja presidencial”, Marta Sahagún, los hermanos Bribiesca Sahagún, que se enriquecerían de manera cínica e ilimitada, al tener a su favor los principales contratos de construcción de la obra pública, misma que se repartía a otras empresas con prestanombres o de plano inexistentes, pertenecientes también a Salazar Mendiguchía, dando margen, para cumplir con las formas a algunas de capital local, pero sobre todo del interior del país.

Se pagarían durante el último año del sexenio de los Fox-Sahagún-Salazar, facturas multimillonarias de puentes, caminos, escuelas, centros de salud, fraccionamientos, sistemas de drenajes y agua potable,  que nunca se construyeron, como quedaría constancia en la investigación que posteriormente haría la Auditoría Superior de la Federación, que el sucesor panista, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, mandaría a la congeladora eterna del Congreso Federal.